La Agraciada, el Ghetto de Varsovia y Pesaj: 

Tres grandes Cruzadas Libertadoras".

"Empuñemos la espada, corramos al combate y mostremos al mundo entero que merecemos ser libres". Este potente grito de guerra, formulado no por querer entrar en el campo de batalla sino precisamente por desear la paz y la libertad, sigue sonando impactante. Ese "merecemos ser libres", afirmación tan natural en todo pueblo y todo grupo humano, será eterno, aunque hayan pasado ya tantos años. Esas palabras, resumen del espíritu de la Cruzada Libertadora del 19 de abril de 1825 -plasmado también en ese "Libertad o Muerte" de la bandera blanca, celeste y punzó de los 33 orientales- son justificadamente tan recordadas también hoy.

Las palabras, parte de una categórica alocución pronunciada por el líder de los orientales Juan Antonio Lavalleja en abril de 1825, podrían ser atribuidas, sin problema, a otros luchadores, a otros héroes, en otras épocas y latitudes. Pueden ser, claramente, las palabras de otros hombres valientes. Y esta semana, en nuestras páginas, quisiéramos precisamente tener presentes, a otros hombres valientes. Los homenajes, sean por motivo de felicidad, orgullo o de duelo, tienen fechas concretas, aunque los motivos por los que se los celebra o conmemora, suelen ir más allá del tiempo y por cierto de un día del calendario. Lo sabemos a nivel personal y en el ámbito comunitario y nacional. Pero como también las "fechas redondas", los aniversarios, son recordados siempre justamente en un día determinado, nosotros no queremos pasarlos por alto. Y es por eso que hoy, en estas líneas, los recordamos juntos, por lo cercanos que están sus días en nuestro almanaque. Son "Cruzadas Libertadoras" muy distintas una de otra y en situaciones incomparables en muchos aspectos, pero con el común denominador de lo que es precisamente, la lucha por la libertad.

Uruguay todo recordó este martes el desembarco de los 33 orientales. Para el ciudadano común eso es más que nada, tantos años después, un feriado, una fecha patria en la que quizás haya más tiempo para ir a pasear. Hasta diríamos que es bueno que no sea una jornada de pensamiento profundo "sobre la libertad", porque eso significa que es obvia, que es parte del ser nacional. Realmente sería ilógico, en la situación actual, con las relaciones de amistad y hermandad con el vecino Brasil, sentir en la sangre la necesidad de preservar la memoria de la lucha "contra el dominio lusitano".

Pero eso no quita tener presente el significado de aquella jornada o mejor dicho de lo que echó a andar ese desembarco, de la segunda parte de la lucha por la independencia nacional, que hoy es tan evidente y parte integral de la nación uruguaya. Vivir hoy ya tan lejos en el tiempo de aquella Cruzada Libertadora, no significa que haya que olvidar , que ya no sea bueno tener presente, el espíritu de quienes estaban dispuestos a arriesgarse para llevar a los orientales todos -Lavalleja se dirigía también, por igual, a los argentinos- a una era mejor, de libertad.

Esta semana, de hecho el mismo 19 de abril, se recordó además un nuevo aniversario del levantamiento del Ghetto de Varsovia contra los nazis, en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. Y el significado impactante de aquella heroica acción, que también podemos llamar cruzada libertadora aunque no haya conducido a un resultado similar al de la ya mencionada a nivel nacional, va mucho más allá de eso de "pocos contra muchos".

Cabe suponer que aunque el líder de esa rebelión, Mordejai Anilevich, un joven de tan solo 24 años, deseaba una victoria total, era consciente de que sería difícil derrotar a la máquina de muerte nazi y resultar victoriosos. Pero no podía permitir que la gente muriera como estaba muriendo y fuese pisoteada como lo era a manos de los nazis, sin tratar de impedirlo, sin oponer resistencia. "Mostremos al mundo entero que merecemos ser libres"- había dicho muchos años antes Lavalleja. También Anilevich y todos los héroes del ghetto lo pensaron y por eso hicieron lo impensable, lo que tantos consideraban imposible: luchar para salvarse, contra la propia industria de la muerte. Y el significado de ese luchar no sólo para tratar de mantenerse con vida sino más que nada para intentar preservar la dignidad, fue explicado en palabras que también trascienden el tiempo, las de Mordejai Anilevich, durante la rebelión del Ghetto de Varsovia, el 23 de abril de 1943. "Es imposible poner en palabras lo que hemos pasado. Una cosa está clara: lo que sucedió superó nuestros sueños más osados... Siento que grandes cosas están ocurriendo y que lo que nos atrevimos a hacer es de enorme y gran importancia.. El sueño de mi vida se ha convertido en un hecho. La auto-defensa en el ghetto habrá sido una realidad. La resistencia judía armada y la venganza son hechos. He sido testigo de la lucha magnífica y heroica de hombres judíos en combate".

Aquel 19 de abril, con el comienzo de la rebelión, quedó registrado en la historia lo que fue el primer levantamiento de una población urbana en toda la Europa ocupada por los nazis, que no estaban preparados para esa sorpresa. Tres días después del comienzo de los ataques de guerrilla contra los nazis, éstos cambiaron de táctica y pasaron a prender fuego a todo el ghetto, casa por casa, lo cual obligó a los combatientes todos, en determinado momento, a salir de los bunkers. Allí los nazis tiraban granadas y gases lacrimógenos. Los que lograban salir, eran asesinados de inmediato. El 8 de mayo, la mayor parte de los combatientes se había retirado a los cuarteles en el conocido refugio en la calle Mila 18, que cayeron ese mismo día en manos de los nazis. El 16 de mayo, el jefe de los SS y de la policía Juergen Stroop informó que "los combates han terminado". Cientos de judíos lograron permanecer escondidos en los bunkers clandestinos o cruzar al lado ario de la ciudad. Mordejai Anilevich, el comandante de la rebelión, no estaba entre ellos. Había muerto.

Los combatientes en el ghetto, murieron poco después de Pesaj. Entre ellos no había mucha gente religiosa. Anilevich, del movimiento secular de izquierda Hashomer Hatzair, por cierto no lo era. Pero suponemos que todos conocían el significado de la "fiesta de la libertad", uno de los más conocidos y más hermosos nombres de Pesaj, la fiesta que el mundo judío todo celebrará a partir de este sábado al anochecer.

Anilevich y los judíos del ghetto, honraron el significado de Pesaj con su rebelión.

Los niños en las comunidades judías del mundo entero, siguen hoy, tantos siglos después, estudiando la historia de Pesaj y la figura de Moisés. Para los más pequeños, es un cuento heroico en el que los buenos ganan a los malos, en el que hay eventos increíbles como el mar que se abre en dos, el bastón que se convierte en serpiente y las impresionantes plagas de Egipto.

Para algunos, quizás sea fácil imaginar a Moisés como Charlon Heston y a la historia toda, tal cual aparece en su película "Los Diez Mandamientos". Para los adultos, aunque todos recordamos las historias, los cuentos, la narrativa épica, hay algo más, aunque todo haya ocurrido lejos en el tiempo.

Pesaj simboliza ante todo, el comienzo de la vida en libertad. Y es precisamente por eso que se considera esta festividad, como el inicio de la vida del pueblo judío como nación, como un ente colectivo que sigue adelante en un mismo marco, habiendo recibido leyes que rijan sus días, habiendo cometido errores -por los cuales pasan 40 años por el desierto- y habiendo también aprendido mucho. Está también el simbolismo del hecho que el propio líder máximo, el gran liberador y guía, Moisés, no pudo entrar a la Tierra Prometida sino que debió limitarse a mirarla de lejos, por decisión divina. Se podrá discrepar con Dios al respecto, pero quizás también se pueda rescatar, como parte positiva del mensaje, el hecho que cada uno será en algún momento, en definitiva, responsable por sus actos.

Pero más allá de la importancia de la lucha por la libertad, lo que a nosotros nos parece más hermoso de Pesaj -y en realidad de muchas otras festividades judías- es la memoria colectiva que le acompaña. Cada uno debe sentirse como si hubiera salido de Egipto, dice la Hagadá, el relato de Pesaj, que por eso precisamente exhorta al judío a transmitir el relato a los hijos, para que pase de generación en generación.

No es imprescindible ser un judío religioso y observante estricto, para emocionarse con la vivencia familiar al llegar Pesaj. En Israel ello es especialmente notorio, porque la calle toda se viste de fiesta. Hace ya muchos días que los supermercados y almacenes están revolucionados, destinando lugares especiales a los productos aptos para ser comidos en Pesaj (kasher lePesaj), o sea que han sido preparados no sólo de modo que no puedan leudar sino en utensilios diferentes al de todos los días("porque esta noche es diferente a todas las noches"). Los niños y jóvenes ya están de vacaciones, las amas de casa arman y desarman el hogar para la tradicional "limpieza de Pesaj" en la que todo se renueva y vuelve a ordenar y cada uno ya tiene fechas planes sobre dónde y cómo celebrar la noche del seder, a quién recibir y adónde ir de visita en los días de fiesta.

Hoy, en el siglo XXI, tanto tiempo después de los hechos históricos que fueron el origen de Pesaj, el pueblo judío mantiene el hilo de la continuidad y sigue honrando las tradiciones que sus antepasados antes cumplieron y que sus descendientes cumplirán seguramente en los siglos venideros. Eso es posible, porque existe una memoria colectiva, aunque ninguno de nosotros, hoy, haya salido de Egipto. Y ese cordón umbilical, ese sentirse juntos y unidos por una vivencia que fue determinante para todos, es el otro hermoso mensaje de Pesaj.

Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo
21 de abril de 2005

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