La pantalla grande contraataca
Lo que hay para ver

Comentarios de Gustavo Iribarne

Como si el cine en su formato presencial volviera a acaparar la atención de un público malacostrumbrado al streaming u otras posibilidades inconfesables, volvieron títulos con los pantalones largos y nadie puede obviar la monumental obra erigida por Cristopher Nolan en "Oppenheimer", el denominado padre de la bomba atómica. Un fime intenso que, a lo largo de tres horas, mantiene al auditorio en vilo para recordarle, entre otras cosas, la fragilidad a la que estamos sometidos en un mundo provisto de armas que permiten su destrucción total. ¿Es un filme comercial? No, para nada. Es un proyecto personalísimo que se juega al todo por el todo sin subestimar la inteligencia del espectador a la vez que escarba en la telaraña política de una potencia que se dio el lujo de borrar del mapa a dos ciudades enteras. Basada en el libro "El Prometeo americano", la película potencia al máximo su impacto a bordo de una fotografía alucinante y la espectacular banda sonora de Ludwig Goransson que, en varias escenas, impresiona como un protagonista más  entre las sombras. Puede resultar bastante obvio decirlo, pero resulta casi imposible que esta propuesta no integre la lista de nominados al Oscar no solo como Mejor Largometraje sino en otros rubros donde, sin lugar a dudas, figurará Cillian Murphy como Mejor Actor en el rol protagónico junto a Roberto Downey Jr. a nivel de Mejor Actor Secundario en uno de sus mejores papeles en su trayectoria artística. Entremezclando presente y pasado, la obra de Nolan recrea todo un trayecto que pone sobre al mesa los aspectos morales que puede tener la ciencia a la hora de construir un arma que plantea la posibilidad de destruir  al planeta entero. El dilema del científico y también la culpa de quien dijo haberse convertido en "la muerte, destructor de mundos", enfrentado -además- a una "caza de brujas" anticomunista que, a esta altura de la historia, resulta tan absurda como paradójica. En resumen, un filme excepcional al que podría reprochársele que los desastres de Hiroshima y Nagasaki apenas forman parte del diálogo sin ninguna visualización de lo que ha sido el peor ataque nuclear sobre civiles en la historia de la humanidad. (Bomba que los americanos denominaron "Little boy" y que explotó a seiscientos metros de la ciudad matando a unas ciento cuarenta mil personas. Quien haya visto imágenes de la secuela que dejó el ataque y la radiación, sabe que no podrá olvidarlo con facilidad). A pesar de lo señalado, un detalle que sentíamos como necesario que apareciera en el filme,  estamos frente a la  mejor producción  de Nolan a lo largo de toda su trayectoria, sin dudas.

Por otro lado también estamos asistiendo al fenómeno "Barbie", un realización de corte absurdo/surrealista sobre la famosa muñeca inventada por Ruth Handler, una empresaria norteamericana que se inspiró en otro producto similar cuando estaba de vacaciones por Suiza. Fundadora de la empresa Mattel, convirtió su juguete en una máquina de hacer dinero, refundando el concepto de "niña haciendo de mamá de un bebé" para crear un modelo femenino con vestuario, decoración y novio incluido. El guión y  la dirección corren por cuenta de Greta Gerwig, una realizadora que, anteriormente, ha dado muestras de calidad cinematográfica sobre todo  con títulos como "Lady Bird" ya que  "Mujercitas", a juicio de quien suscribe, puede haber sido un poco sobrevalorado por la crítica. Una cineasta que, en esta oportunidad, se libera de todo convencionalismo para presentar lo que muchos han visto como un inteligente alegato feminista en clave de sátira fantástica. En el argumento, la encarnación de Barbie, caracterizada por la actriz Margot Robbie vive en en un mundo de plástico rosado y perfecto aunque, en algún momento, su felicidad artificial sufre un colapso de inseguridad que la lleva a cruzar el límite para adentrarse en el mundo real junto con su "novio" Ken. Obviamente el choque frontal con la verdadera realidad resulta inevitable y la película se juega a esos contrastes para ironizar sobre los estereotipos modélicos del consumismo. En general la crítica internacional no ha escatimado loas frente a este juego que critica posibles roles patriarcales y reivindica la posición de la mujer en la sociedad, mientras deslumbra con una puesta de escena, nobleza obliga, digna del mayor elogio. En lo personal, este cronista confiesa haber quedado fuera del experimento a través de una narrativa que presenta ambigüedades varias en relación a la idea de "mujeres programadas al servicio del hombre" que se rebelan a los muñecos masculinos que han tomado el poder en "Barbieland. Una confusa idea ya que, al principio, esos mismos juguetitos parecían estar como un decorado al servicio de todas las muñecas que ostentaban sendos títulos de cirujanas, presidentas y ganadoras del Premio Nobel de literatura sin mayor mérito que una imposición lúdica. Continuando con una personalísima confesión, la película se nos antojó ambigua y de una supuesta autocrítica que hace ingresar en escena a los mismísimos empresarios de la compañía Mattel mientras que la creadora del producto va cerrando el filme con un discurso pseudo filosófico sensiblero sobre su creación y la libertad femenina. (¿Cuánto dinero habrá corrido para que la Marca "Barbie" aceptara estas condiciones de juego? ¿O quizás intuía el rebrote de las ventas gracias a una película que incluso utiliza su logo para presentar el largometraje?) Apenas rozando el tema de la asexualidad de estos juguetes a lo largo de la proyección, el filme recurre a Barbie "convirtiéndose en mujer" con una visita al ginecólogo como un supuesto desenlace inteligente y valioso. Lamentablemente no hemos alcanzado estos niveles de lectura y/o interpretación. No alcanzamos a vislumbrar reivindicaciones ni el supuesto antagonismo matriarcado/patriarcado como eje de una fantasía colorida que, en lo personal, chisporrotea artificios y no  deja mucho para reflexionar en serio.  A modo de metáfora de boliche podríamos decir que, con "Barbie", el consumismo resiste y lucha  con un supuesto marketing "autocrítico" de aliado. (Tampoco logró sacarme muchas sonrisas que digamos, en fin). 

En otro orden de cosas, resulta inevitable referirse a "Misión imposible. Sentencia Mortal. Parte 1", la última entrega de la saga con un Tom Cruise al borde del suicidio logrando elevar la vara  -una vez más-  de los filmes de acción al estilo matiné de los viejos tiempos pero con el aporte de la modernidad tecnológica al servivio de la aventura. Filmada en plena pandemia, el largometraje se hace eco de los nuevos tiempos y convierte a la Inteligencia Artificial en el nuevo villano de la serie. Una "entidad" que todo el mundo quiere poseer sin advertir los riesgos de una fuerza que ha logrado autonomía para apoderse del planeta y desobedecer cualquier tipo de órdenes como la megacomputadora HAL de "2001.Odisea del espacio". Con escenas de riesgo filmadas en París y Roma como parte del viaje en  la montaña rusa, la película es uno de las producciones más elaboradas del show business de los últimos tiempos. (Ideal para consumir, sin culpa, kilos de pop acaramelado durante la proyección).

Quizás no pueda decirse lo mismo de  "Indiana Jones y el dial del destino", última entrega del heroico arqueólogo interpretado por Harrison Ford desde hace ya más de cuarenta años. Una fatiga que se nota tanto en el intérprete como en una película, que reitera episodios sin agregar mucho a lo ya visto en entregas anteriores. Obviamente, se nota la ausencia directriz de Spielberg a bordo de la película aunque haya participado en la producción pero así están las cosas. Como si una suerte de "deja vu" recorriera a lo largo y ancho del largometraje, este punto final de Indiana Jones impresiona como una reiteración que no termina de aportar casi nada a lo ya visto alrededor del mismo personaje. Pero bueno, es otra opinión que puede compartirse. O no.

Y ya que hablamos de opiniones, no está de más jugarle unas fichas a la comedia "Casi muerta" protagonizada por Natalia Oreiro. Una película "negra" dirigida por Fernán Mirás y remake de un filme español titulado "Bypass". Cabe advertir que comienza de manera algo "lenta" lo que puede generar posibles sospechas de un fiasco que no va a llegar a buen puerto. Pero a medida que el filme avanza, el enredo va logrando buenos resultados a la hora de hacer reir, cumpliendo el simple y básico cometido de un pasatiempo que juega con un humor "especial" -pero equilibradamente respetuoso- sobra la muerte.

 

Comentarios de Gustavo Iribarne

 

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