Si tuviéramos que clasificar el documental de Handler en un solo término, la primera palabra que nos vendría a la mente sería “desopilante”. La recopilación de un anecdotario bizarro que habla por sí mismo del circo que se monta en torno a las elecciones presidenciales traduciendo -además- la posible esencia de nuestra idiosincrasia.
El documental está realizado en conjunto con estudiantes del Taller Documental de la Licenciatura en Comunicación en Universidad de la República y refleja esa frescura irreverente (de la cual también Don Mario sigue haciendo gala, sin dudas) para fijar la mirada en todo tipo de detalles, incongruencias y proselitismos varios que rayan el límite de la ridiculez. En este registro casi podría decirse que no queda títere con cabeza mientras la cámara recorre los puntos más diversos mostrando la insólita conducta de algunos adherentes, la crítica radical de ciertos testimonios dispersos y una radiografía a vuelo de pájaro sobre los sectores que militan en tal o cual partido. De todo ese panorama surge una suerte de cambalache algo disparatado con mucho humor implícito (la “entrevista” de Puglia al candidato Pedro Bordaberry es impagable) pero también un espacio para la reflexión sobre la lucha por territorios de poder y el impacto que producen las campañas políticas en el receptor común. Desde la pasividad indiferente hasta la militancia fundamentalista, “El voto que el alma pronuncia” no tiene desperdicio en un muestrario que pasa revista a todo tipo de actitudes, desplantes y reacciones que la lente enfoca para que el espectador saque sus propias conclusiones. En definitiva, esa cámara inquieta se preocupa más por testimoniar los “alrededores” de alguna actividad (un comité casi desolado donde unos pocos adultos mayores escuchan un panegírico que no se conjuga con la realidad del ámbito) a la vez que centra su atención -por ejemplo- en el cinturón de
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