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El "London París" y el cadete
Juan Carlos Iglesias

Fue en los comienzos del siglo XX que abrió sus puertas en la ciudad de Montevideo una casa comercial, que dentro del rubro tienda, llegaría única por sus sistema de ventas, como por la publicidad empleada. Comenzando con un reducido número de empleados fue progresando hasta contar nada menos que con un personal que sumaba los mil quinientos empleados. Es de destacar a los pioneros de esta hazaña comercial, ellos fueron Casteres y Siri, luego Pedro Tapié.

Supieron imponer para ello unos estatutos, los cuales llegarían a tener vigencia hasta transcurrido medio siglo.

Cabe destacar que la base de esta firma comercial consistía que nunca tendría dueño, sino que sería de los empleados y que el director sería aquel funcionario que contara con mayor capital en la empresa. Esto es tan solo una síntesis de lo transcurrido, pues dentro de ese período habría que emplear varios capítulos para poder redactar todo lo acontecido en ese lapso.

Veamos lo que el sistema le exigía a sus empleados, para poder pasar a la anécdota que motivó esta nota, la cual está relacionada con el fútbol. La casa a la cual me refiero estaba ubicada en la Avenida 18 de Julio esquina Río Negro y era el legendario “London París”.

En aquel entonces representaba un orgullo para cualquiera saberse empleado de esta prestigiosa casa.

Como demostración de la disciplina allí existente diré que a todo empleado se le entregaba un librito que contenía el reglamento, el cual debía ser respetado por todo el funcionariado.

London paría tenía en todas sus puertas cadetes con su respectivo uniforme y cuyo cometido era la máxima atención hacia el cliente.

Si el cliente salía con paquetes se le ofrecía llevárselos hasta el auto, si lo tenía.. En días de lluvia, al para un coche y descender una dama, el cadete se dirigía hacia ella con un paraguas para protegerla de las inclemencias del clima.

Una de las reglas establecidas en el reglamento consistía en el trato entre el personal; el mismo debía tratarse de “Usted” y siempre empleando la palabra “Señor”, fuera cual fuera el cargo que ocupara.

Uno de esos cadetes jugaba en la reserva del club Peñarol. En lo que sería un glorioso domingo para este joven, debutó, con destacada actuación, en Primera División, logrando destacarse como un crack.

En aquel tiempo el único medio gráfico existente era la prensa, por lo que “El Diario” de la noche publicó una gran foto del jugador, quitando una pelota a un adversario. 

Es fácil imaginar su alegría, no solamente por su triunfo, sino por lo que a partir de ese logro le deparaba su porvenir.

Al día siguiente, lunes, entre los aplausos y felicitaciones de amigos y admiradores comienza su tarea. Es llamado por la Dirección, ya frente al Director y Gerente de la empresa le hacen notar que no es correcto que gaste así sus energías, en el fútbol.

-Por lo tanto, “Sr. Gutiérrez” usted debe optar por el London París o Peñarol.

El moreno no dudo un segundo, levantando los brazos gritó con todas sus fuerzas:

-Peñarol que no ni no!!!

De esa manera dejó la casa que muchos se sentían orgullosos de pertenecer a su personal.

"Añoranzas" por Juan Carlos Iglesias
Especial para Letras-Uruguay

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