Advertencia y dedicatoria

 

"... a medida que hablaba de aquellos viejos tiempos y de aquellos hombres esfumados y muertos y pertenecientes a una raza distinta de las que yo conocía, los viejos tiempos dejaban de ser viejos tiempos y se convertían en presente, no sólo como si estuvieran teniendo lugar hoy y algunos de ellos no hubieran tenido lugar todavía y fueran a acontecer mañana"
William Faulkner (Relatos)

Alguien dijo una vez que cuando procuramos crear algo no descubrimos sino que encontramos. Las palabras de Faulkner, en un libro comprado para un amigo, vinieron a mi encuentro y me mostraron lo que estaba sintiendo al escribir cada una de estas historias. No hacía sino tender puentes a la memoria que me hace ser quien soy, que me define y me marca un camino. Sobre la base de los recuerdos y el aire de un lejano Treinta y Tres donde viví mi infancia y adolescencia, he construido este San Bernardino. Quizás sea una simple suma de los treinta y dos anteriores, los que mudos apenas pisan el paisaje.
Quién ha tomado la decisión de iniciar la lectura de este libro se enfrenta al desafío de iniciar un viaje hacia un mundo chiquito, insignificante, propio de quien escribe. Es una puerta.
No son pocas las dudas que he enfrentado a la hora de franquear el paso pero al impulso de amigos muy queridos, sólo puedo decir simplemente: sírvanse pasar.
Este paisaje que se abre es similar al que cada uno tiene encerrado muy adentro. Este territorio al que he optado por denominar San Bernardino, pueblo imaginario, sin punto en los mapas pero presente en el sentir de tantos. Todos tenemos dentro un pueblo, un barrio, una calle, ese primer universo con el que nos vinculamos y donde dimos los primeros pasos. Esa geografía íntima se nos ha colado para siempre en nuestro ser, contribuyendo a hacemos tal cual somos. Si irreal geográfica e históricamente, me proporcionó la ventaja de no atarme a lo concreto y poder dejar correr la imaginación con libertad. Por esta vía he alcanzado, sin proponérmelo, mayor realismo.
El historiador inglés A. Toynbee sostenía que quien se acerque con criterio histórico a La Ilíada, se encontrará con múltiples elementos de ficción, pero tan cierto como eso es que quien se acerque buscando la ficción se encontrará con un montón de historia.
Sin pecar de pretencioso creo que he intentado hacer esto. He procurado escribir historias menudas, alejadas del bronce y los grandes discursos, procurando conservar aquella magia encerrada en tantos relatos orales escuchados de boca de tanta gente. Historias que se han convertido en propias, que me han colocado como testigo privilegiado de cada una.
De los muchos personajes que andan por estas páginas, los viejos y los locos, los derrotados, son los que me atraen. Los que despiertan una mayor dosis de amor, legítimo y directo.
Hasta ahora, cada una de estas historias ha estado destinada a los amigos, esos de fierro que he tenido el privilegio de encontrar. Ellos son los que me han impulsado a hacer conocerlas conocer, dejarlas caminar libres. Sé que, en este mismo momento, dejan de ser mías, vuelven al origen, a su habitat natural.
Cada una va dedicada a la memoria de mi padre, quien me iniciara en la narración de sucedidos, el que supo mostrarme otra historia, alejada de libros, estatuas y homenajes. Vidas de seres sencillos, anónimos, insignificantes para muchos pero de gran valor para mí.
En una dedicatoria no puedo dejar fuera un profesor que enfrentado a mi adolescencia pueblerina, sembró inquietudes, curiosidad y necesidad creativa. Tomás Cacheiro, tras sus bigotes y gesto adusto, siempre escondió un amor por la docencia que no nacía sino de su propio amor por la humanidad y que me marcó profesionalmente asumiendo la enseñanza como pasión. Su ejemplo me acompañará siempre y lamentaré no estar a la altura de su imagen.
Ambos me proporcionaron una forma de mirar la vida, que no me puso a salvo de cometer errores, pero ha servido de brújula a través de los días.
Si algo lamento es que estas páginas no podrán ser leídas por un ser que aprendí a querer. Demoré demasiado y espero que ese hermano de la vida, Brian Peralta, me lo perdone. Quiero que esto sea un homenaje a su amistad y recuerdo.
Podría también agradecer y dedicar esto a quienes sembraron obstáculos y desaliento en mi camino, por haber despertado mayor fuerza para seguir. Pero para qué. Prefiero, en cambio, volver la mirada a mi compañera desde hace años a la que he aburrido cientos de horas obligándola a escuchar borradores de cada una de mis narraciones. Por su paciencia y cariño, este primer libro de relatos va para ella para que sepa que su afecto es un componente esencial de la sangre que corre por mis venas.
Por último si encuentran que lo leído no les gusta, culpen a todo el equipo de cardiología de Casa de Galicia, los que al salvarme la vida me permitieron escribir este libro. A cada uno desde el más humilde al más encumbrado sencillamente gracias. Para ellos también es esto.

Otoño del 2004

Douglas Ifrán
Puentes a la memoria
Ediciones del Yerbal - Mayo 2004

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