Mi identidad emana de vosotros
Marcos Ibarra

No lo podía creer: en pleno siglo XXI, y el funcionario llenaba el formulario ¡a mano! Primero, leía los datos con parsimonia y luego anotaba en la ficha con parsimonia también; repetía esta operación una y otra vez. Ya habían transcurrido veinte minutos y yo había suspirado dos veces tratando de llamar la atención del hombre y de trasmitir mi fastidio. Pero mi recurso fue ineficaz: el señor de gafas cuadradas, traje gris, camisa blanca y corbata finita y negra, continuaba con su tarea sin modificar su ritmo. Súbitamente el hombre se levanta, apoya las manos en el escritorio e inclina la cabeza como quien escucha con atención un ruido lejano. Acto seguido, se quita el saco y la corbata y comienza a desabrocharse la camisa mientras, sin mirarme, me dice:

-Discúlpeme, comprendo lo inusual de esta situación, pero el deber me llama.

Antes que pudiera decir nada, vi al funcionario vestido de Superman que abría la ventana y al grito de “a luchar por la justicia”, partía volando veloz hacia el cielo, con el brazo derecho extendido y la mano en puño. Algunos papeles volaron del escritorio y cayeron junto al traje, camisa y corbata que yacían en el piso. Hice lo que hubiera hecho cualquiera en mi situación: no pensar en nada, no tratar de entender; recogí los papeles y los reordené sobre el escritorio, levanté las ropas, las alisé y las puse con cuidado en una silla, luego enfundé las manos en mis bolsillos, y esperé junto a la ventana a que un nuevo suceso devolviera la normalidad que subrepticiamente me había sido quitada.

Habían transcurrido escasos diez minutos cuando, por la misma ventana, ingresa el funcionario que ahora era Superman; con la pierna derecha extendida, se apoya en el piso primero y luego todo su cuerpo reposa y recupera su compostura.

-¡Flor de meteorito!, mire –me dijo el hombre mientras cerraba la ventana- veo que recogió mi ropa, gracias…

Mientras volvía a vestirse sobre el traje de Superman, y nuevamente sin mirarme siquiera, me dijo:

-No es usual que me vean en esta tarea… esto es tal cual nos dijeron en las historietas: mi identidad verdadera debe permanecer en el anonimato, sin embargo, nadie le creerá lo que usted atestiguó, por lo que no me preocupa demasiado el imprevisto… En fin, acá lo importante es que la lluvia de meteoros más grande de los últimos tiempos, también permanecerá en el anonimato para esta civilización.

Luego alisó sus ropas, se colocó las gafas y retomó la tarea de escritorio como si jamás la hubiera abandonado. Cuando terminó me extendió el formulario, me dijo que comprara un timbre en la farmacia y se despidió con un saludo de mano extendida y sonrisa apretada.

Aún habiendo decidido anotar el episodio en esta narración, mantengo mi abstención de pensar en el asunto. Tampoco he vuelto a juzgar las apariencias, y allí donde parece ir volando un pájaro o un avión, sé que bien puede tratarse del funcionario gris encarando otra tarea.

Marcos Ibarra

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