Uno enero 1997

El cielo se hunde inmóvil
en una luz vacía.
En la hora inicial
de este almanaque fatigado
leves libélulas se abrazan
junto a una mariposa
de fragmentada color.
Las hormigas pasan
con su salario de hojas
y cadáveres.
Las campanas son agujeros
de silencio corroído.
Por las calles liberadas
caminan otros animales
de oro turbulento.
Hay coágulos de comida
hedionda en las aceras.
Y charcos de vino fácil
y espumas dispersas
y gestos de sudor
y pestilencia.
El cielo no estará
cuando lleguemos a la noche
y las ventanas se cierren
como un vientre adormecido.

Saúl Ibargoyen
Boletín de la Academia Nacional de Letras - Nº 9 - Enero - Junio 2001

Ir a índice de poesia

Ir a índice de Ibargoyen, Saúl

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio