Patria perdida
Saúl Ibargoyen

Pilar Barradas

Saludé apenas con torpes sonidos
a la señora que estaba en lo alto.
Fui a sus ojos estudié sus imágenes terrestres 
su cuerpo entre telas sencillas y firmes
y preferí su asentado pelo de oscura Andalucía
sus dedos de cocinera rozando la piel
de aquel color que edificaba
-con cada sombra de esa tarde lejanísima- 
las constantes casas cúbicas
de un pueblo casi blanco.
Pilar me dijo –desde un silencio contenido
en el crujir de pesados escalones-
su odio por el arte que comió
del hambre de Rafael de sus miserias
me habló de su entera pasión
por Rafael Pérez por Barradas
a quien la luz y el olvido
gastaron los pulmones.
Aquí está lo que pintó:
Las grandes manos populares
que construyen toda cosa
los rincones de linternas barajas y vinos
las espaldas todavía nio vencidas
los intocables barcos del regreso
las calles del ruido y el aceite
la cara naciente de Federico.
Y Pilar en muchas telas cartones y formas
Pilar hundiéndose ensus ropas
las mismas de antes y de ahora
negando su carne y su alma carnal
a los trazos de amor
que tan humanamente la eternizarían.
Aquí está lo que él pintó
mientras se enturbiaban los colores en su pecho
y no cesaba de morir: Pilar me dijo.
Pero la tarde no estaba ya:
muñecos niños libros juguetes
se encerraban en un latido secreto
que el siempre vivo pincel de Barradas
hace libremente estallar
otra y una vez
sin mayores señales de violencia.

Saúl Ibargoyen
Patria perdida

Ir a índice de poesía

Ir a índice de Ibargoyen, Saúl

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio