Muñeca de tierra
Daniela Hehus

La estupidez del mundo nunca pudo
y nunca podrá,
arrebatar la sensualidad…¨

                                                                                                 F. Páez.

Curtidos matices de ébano, se pasean desvergonzados por su cara. Tienen sus ojos un marino color de profundidades, desde donde te muestra sus días, testigos de la dura rutina, de doblarse para trabajar, inclinar la cabeza para hablar y evitar al hombre al llegar. Aun así, sin quererlo le encienden el rostro amargo de vida.

 

Ya casi llega el bus a destino.

Mira desde hace rato por la ventana, pero sólo ve lo que guarda en algún infinito recodo de su conciencia.

 

Los tres niños van a su lado y muy quietitos entienden sin palabras que ésta, es la hora de quedarse callados.

 

Si tan solo pudiera atrapar con sus manos sólo un trozo de recuerdo…

Estos se escapan, saben colarse hábiles por las grietas del instante.

 

Una vez existió un calor que ahora lejano, la oprime como un salvaje vacío presente.

 

Entonces el bus se detiene y el tiempo pasa de la pausa adormecida  al movimiento una vez más.

Afuera la calle sin baldosas la lleva a su casa donde  la espera la pobreza de uñas largas que no la deja recordar.

 

Y así de simple. Y así de frente, sangrando en lo invisible del alma, una vez mas, nada mas, ella se vuelve.

Daniela Hehus

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