Notas bibliográficas
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Emilio Oribe.
— La serpiente y el tiempo. — Montevideo, 1936 -
por
Alicia Goyena
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A la manera de las obras precedentes, Avión de Sueños, Los Altos Mitos, El Rosal y la Esfera, aparece el nuevo álbum de Emilio Oribe en edición limitada, sólo accesible a un núcleo privado de lectores. Se une este motivo a la calidad original del poema, para que le consagremos el espacio requerido por su comentario, y por frecuentes transcripciones y glosas que reflejen su belleza.
E! poeta llama misterio, reminiscencia medieval y helénica, a la serie de catorce sonetos inspirados, más que en el tema bíblico y tradición milenaria de los pueblos, en el drama íáustico del conocimiento. Sobre la fábula sencilla y sus símbolos primordiales, la psiquis trazará el diagrama irresoluble.
Entreme donde no supe, y quedéme no sabiendo toda sciencia trascendiendo.
La voz de San Juan de la Cruz preludia el canto, vibra suspendida e ilumina con luz cenital el torturado episodio en la escena terrestre.
La parábola de la vida humana comienza con una anunciación en los jardines del Edén idílico.
I.— Lo que en sueños yo vi fue un astro o un ave. del edén daba envidia a unos corderos, y en mi hombro anidó su plumón suave.
.................................................... de mi torso, alcanzándome una clave en la boca. Y vi pájaro y serpiente y clave: a iluminarme iban la mente.
.................................................... la serpiente con plumas de paloma. |
Eva y la áurea serpiente; rayo inquiridor y tibio vuelo, esencias
estremecidas de la Vida, el Tiempo y la Inteligencia. El mito, de fuerte
plástica, ha sido recreado en una dimensión nueva, que no alcanza a
transponerse cuando intentamos incluir la conciencia de lo insondable,
de tan alto signo, en el concepto vertido por el poeta: En un principio
Adán pudo percibir el tiempo y la eternidad en el mismo plan inteligible
del universo recién creado: después del episodio de la serpiente sólo
recibirá la imagen de! acontecer momentáneo.
II.— Fui el Adán que en mudanza de absolutos arroja al éter cifras en cortejos.
.................................................... desde entonces; su gesto engendra hastío.
Prosigue la interpretación mágica del universo:
III.— La manzana es el cosmos. plasma Heno de gérmenes.
El hombre discierne las tuerzas dionisíacas de su naturaleza.
Miro en lo elemental machos cabríos:
Sólo tinieblas:
... los puentes me han dejado.
Y cierran acto del ciclo, constituyendo un eje del misterio los versos siguientes, donde la aliteración multiplica la sonoridad de sus rimas internas.
IV.— Al fin te ha de volver al mismo cielo
V.— Llora la carne, y ser semilla y siembra
y hambre de no morir, en
sueños quiere.
Desde la nuda edad remota, lo femenino eterno inicia su escala de sublimaciones. Y culminará en el rostro resplandeciente de Beatriz cuando realice Dante su ascensión, de ciencia en ciencia, hasta el Empíreo.
El rumor del orbe, la voz del tiempo, el jaque del caos y lo posible, no asordinan la batalla sostenida por ejércitos de nombres bajo el arco de la frente humana. (VI).
Surge la idea:
VII.— Un pájaro entreabre sus ojillos de símbolos.
Alea inquietante. Se respira aún el hálito diluvial: v en el tiempo sinuoso medido por el pasaje veloz de sus anillos, despierta el ave aguda que desafiará el orden cósmico.
La estructura arborescente del universo se concreta luego en imágenes, no fundadas en el yo inestable sino en la raíz secular de sus vivencias.
VII — ... las brisas, árboles de cantos.
y árbol florido de ángeles el
ciclo.
Como signos zodiacales en la música celeste, van pasando las estampas de esta historia alucinante, siempre revivida. Ahora, la forma sibilina que no deja rastro, ha hecho al hombre depositario de su clave la copa fragante, en cuyos bordes tocan los labios nudos de serpientes y cuya luz cuaja en cabellera de medusa.
La visión barroca se reanima y colora, para caer de nuevo fulminada bajo el anatema metafísico.
X.— ¡Ah, este cosmos que habito! Es orden puro. que trabaja en mis ojos con linternas.
En versos sucesivos el cielo se irisa y el mundo sonríe. Timbres puros del sonido, refinamientos sutiles aplicados a la mecánica sideral con armonías panteístas.
XI.— De antiguo luego astral la rosa es risa.
Maravilla.
La noche esferas firma: el logos canta
en la elipse.
Índice de clásica modernidad la síntesis de acto y sustancia; el equilibrio de sus tensiones; el relieve de curvas y planos constructivos; la simetría del soneto monumental arquitecturado sobre catorce composiciones como otras tantas unidades métricas.
Se acerca ya el crepúsculo.
XII.— Un tiempo vacuo llena a mí y arroja surcos sobre mi frente y lauro y lino.
Y estos versos de honda sugerencia:
allí miro un ave roja: tiende al azar la diagonal del vino
XIII.— ... el astro al volcar su transparencia me asegura el horror de que respiro.
Morir joven es uno de los números de diamante v planes del Nous. El trágico fatum estrecha sus círculos sobre el ara ritual de las primitivas edades; arden las víctimas, y en un marco espectral y titánico oficia el hombre ante su Dios.
XIV.— Por fin los holocaustos. Humo denso,
y horror, y aves bestiales,
rezos, mitos.
graznan y esperan en peñasco
inmenso. y en humo y llamas hacia el sol volverme, o en hombros de los altos astros irme, y en un instante en el azul perderme, antes que en vida sin cesar morirme!
Con religiosa orquestación concluye la rapsodia final de esta epopeya de los siglos, envuelta en un lampo de luz extraterrena.
Aun fragmentado lo que es por esencia indivisible, ha podido admirarse el fino psiquismo del ensueño tocando fondo en el ser; el aura esotérica; la emoción contenida de su verbo, y el arte que cincela en símbolos perviviventes, invariables de muy difícil concreción.
De su climax negativo asciende una mística aspiración de infinito; su nadir es vértice, del espíritu y del alma universal. Esta poesía que logra transferir las interacciones del macrocosmos, descubriendo los nódulos últimos de la realidad vital, constituye un elevado exponente en el moderno cañón estético de inmanencia y duración.
Paráfrasis de un motivo intemporal, enriquecido y depurado en sus complejos, sólo admitimos la categoría de entretenimiento lírico o juego intrascendente, como el autor la designa, en el sentido de que la urdimbre, filosófica deja libre fluencia al lenguaje poético. Un poéme doit étre une fète de l'Iniellect, dice Valérv. Fète: c'est un jou, mais solennel, mais réglé, maís significatif. Y también: La pensée doit étre cachée dans les vers comme la vertu nutritive dans un fruit.
La amplitud segura y la noble forma del canto han trascendido toda ciencia en gracia de la belleza, y más allá ¿e los enigmas emerge la verdad innominada que inspira su creación. |
Alicia Goyena (Uruguay)
Revista "Ensayos" Nº
3
Montevideo, setiembre de 1936
Emilio Oribe en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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