El Profeta Orwell
Washington Daniel Gorosito Pérez

En 1949, hace 60 años fue publicada 1984, la última novela de George Orwell. Sesenta años después de llegar a manos de los lectores 1984 no ha perdido vigencia. Por el contrario, sus predicciones se han convertido, para bien o para mal, en profecías.

 

Algunas de las profecías ya se han hecho realidad. El “gran hermano” está por todas partes, ha multiplicado su alcance gracias a las tecnologías de la información. En los últimos años, millones de cámaras han sido instaladas en las ciudades del mundo. Los agentes de policía pasan buena parte del tiempo detrás de una pantalla, atentos a cualquier movimiento extraño.

 

Pero 1984no es una novela de ciencia ficción como muchos creen. Es ante todo una novela política. Y en particular, una novela sobre el poder de la mentira y las mentiras del poder.

 

En 1984, el Ministerio de la Verdad dice mentiras, el Ministerio de la Paz hace la guerra y el Ministerio del Amor practica la tortura. La situación parece perversa. Pero no es irreal.

 

Incluso en las democracias “avanzadas”, los gobiernos emplean cientos de profesionales de la mentira con el propósito de distorsionar la realidad, de encubrir o exagerar según convenga.

 

Previsiblemente los profesionales de la mentira son llamados asesores de imagen o expertos en comunicación. Los eufemismos a la mejor manera orwelliana, sirven incluso para enaltecer a quienes los inventan por encargo.

 

En 1984, el poder tiene la capacidad de inventar una realidad conveniente. La verdad es promulgada por el partido: “2+2=5”, esa es la verdad.

 

El totalitarismo, ya lo sabemos, comienza con la propaganda, con la manipulación de las emociones. Pero incluso en los regímenes democráticos, el poder depende de las mentiras.

 

La televisión, por ejemplo, es muchas veces utilizada como medio de adoctrinamiento masivo, de fabricación de la verdad. “Si no controlamos la televisión, no controlamos nada”, le dijo un alto militar peruano a Vladimiro Montesinos el “Rasputín” del ex presidente Alberto Fujimori en un momento de lucidez orwelliana.

 

Tal vez sea equivocado juzgar a un novelista por la pertinencia de sus profecías. Pero con Orwell el ejercicio es inevitable.

 

En 1984,  Orwell quiso, ante todo, plantear un escenario probable, implausible en algunos detalles pero no descabellado.

 

Si el poder político adquiere la capacidad de vigilar la vida de las personas y de controlar la realidad, las consecuencias, quien lo duda, serían catastróficas.

 

“El problema, escribió Orwell, es la aceptación del totalitarismo por los intelectuales de todos los colores. La moraleja de esta pesadilla peligrosa es simple: no permitan que ocurra, depende de ustedes”.

Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
e-mail: danielgorosito@prodigy.net.mx  
 

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