La quema de libros
Washington Daniel Gorosito Pérez

Confío más en una persona que va a una biblioteca y pide libros para leerlos que en quienes los solicitan para quemarlos. Libros y bibliotecas siempre se han quemado. Fernando Báez en su obra Historia Universal de la Destrucción de Libros, recuerda que en el mismo sitio donde empieza la cultura Sumer o Sumeria, allí también empieza la destrucción de libros.

 

Es bueno mencionar que los primeros, que estaban escritos en arcilla, desaparecieron por causas naturales y por la mano del hombre. Esto los salvó de la hoguera. En el mismo lugar, 5300 años después se produjo la mayor destrucción de un archivo histórico de la humanidad, 10 millones de documentos, algunos que datan de la época sumeria fueron arrasados como efecto colateral de la invasión de las tropas estadounidenses a Irak en el año 2003.

 

La Biblioteca Nacional de Bagdad fue saqueada y el Secretario de la Defensa de Estados Unidos dijo en ese momento: “La gente es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse”.

 

Los fundamentalistas y los regímenes totalitarios, sean de izquierda o derecha, son proclives a quemar los libros; basta recordar la Alemania nazi, más recientemente, en 1999 en Cuba se destruyeron libros donados por España, debido a que acuciosos funcionarios del gobierno encontraron entre ellos textos con la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.

 

La biblioteca de Alejandría también fue quemada y saqueada, pero no por los árabes musulmanes. Cuando estos llegaron ya no existía. La quemaron los romanos y los cristianos. Empieza Aureliano, en el 273, complementan la tarea Diocleciano en el 297, y Teodosio en el 391.

 

En el inventario enviado a Omar I, segundo sucesor de Mahoma, se incluyen los baños, palacios, teatros de Alejandría, pero no la biblioteca. La frase atribuida no tiene sustento histórico. La leyenda le asigna la frase. Si los libros dicen lo que está en el Corán, sobran, si se oponen a él, no pueden existir.

 

Es bien posible que la destrucción final de la biblioteca haya ocurrido en el año 415, instigado por el patriarca Cirilo, el mismo que promovió la tortura y muerte de Hypatia, la hija de Teón el bibliotecario, la más grande matemática del mundo helenístico.

 

Fernando Banitez, cuenta en el Libro de los Desastres, que el gobierno de Benito Juárez en 1861, se preocupó por salvar los libros que estaban siendo presa del saqueo de los templos. Nombró al ilustre erudito, José Fernando Ramírez y al ilustre historiador Manuel Orozco y  Bena como encargados de formar la proyectada Biblioteca Nacional.

 

En pleno saqueo el Conde José María De Ágreda, quien poseía una enorme colección de libros, encontró a una vieja, vestida de negro, que llevaba unos pesados volúmenes  empastados en pergamino. Con una simple ojeada este gran conocedor supo que se trataba de la primera edición de Torquemada.

 

-Mi buena mujer, ¿Cómo anda usted cargada con esos pesados libros? ¿Sabe usted leer?.

 

-Oh  no, señor, yo no se leer. Los llevo a mi casa para calentarme. Soy ya vieja, tengo frío y el carbón está caro.

 

-Si se trata de eso, mi capa la calentará mejor. Se la doy por sus libros.

 

La viejecilla se rió complacida. Le dio los libracos y tomó la capa, que a ella por cierto le quedaba grande y le daba una apariencia de fantasma.

 

Ágreda se alejó, friolento pero alegre. Los libros calentaban su corazón y le hacían sentir el placer de haber enriquecido su biblioteca y demás está decir que los salvó de ser quemados.

Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
e-mail: danielgorosito@prodigy.net.mx  
 

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