Futuro
Washington Daniel Gorosito Perez

No vendo predicciones.

Tengo una visión regresiva y retrógrada del progreso.

Vamos hacia la deliciosa barbarie.

Las profecías apocalípticas siempre se cumplen.

El progreso,

es una superstición

como cualquier otra.

Desconozco la futurología.

 

Acumular ciencia, conocimientos, tecnología,

no es progresar.

El futuro es una pendiente

por la que empezamos a caer,

desde el momento de la concepción.

 

Nacer es comenzar a agonizar

el futuro, quizás abriga esperanza para la humanidad.

Pero, es derrota para el individuo.

El futuro es arbitrario, imposible de controlar

ni siquiera me consta que habrá un mañana.

En el futuro nada es certeza,

imposible guiarlo, asegurarlo, enriquecerlo.

 

Más que cambio

el futuro implica una sensación de cambio.

Hay veces en que me es necesaria la permanencia

y la estabilidad.

 

Los buenos y los compasivos creen en el progreso,

en el sentido de una mejoría de la condición humana,

en una sociedad armónica, noble y buena.

 

En una vida bucólica, alejada de lo urbano,

de lo industrial, de lo artificial,

de la barbarie tecnocrática.

Hermosa utopía.

 

Por mi parte,

percibo el futuro, decadente,

cuesta abajo, como el tango.

 

En el mejor de los casos,

lo imagino como algo estático,

en el que nada pasa,

en el que todo da vueltas sobre sí mismo.

 

No tengo valor para imaginar el futuro.

Quisiera ser un ingenuo,

nada quiero saber del futuro,

con todo su cortejo de noticias,

de acontecimientos, de sucesos, de sorpresas.

 

No me interesa el futuro.

 

Un futuro que ya no está,

que ya se fue,

superar mi futuro,

dejarlo atrás,

sin llevarlo a cuestas.

 

Me conformo con el presente,

con este infimo pedazo de eternidad.

Que el presente se prolongue

como un prólogo de un libro

que nunca se escribe.

 

Que ya no pase el tiempo,

quiero quedar desterrado para siempre del tiempo.

Todo quieto, cristalizado,

que no se mueva ni una hoja.

 

Que nada fluya

la gota que cae, que quede suspendida en el aire,

que nada se desmorone.

 

Sin horas, sin minutos, sin segundos,

ni siquiera instantes.

 

Cada momento que pasa me pesa.

Sin sumar, sin restar,

sólo escuchar como no transcurre el tiempo.

 

Sin que principie el tiempo

sin que luzca el tiempo

cansado de que pase el tiempo

ya sin la lentitud del tiempo

un tiempo que ya no es implacable

ni la brisa de las horas me despeina.

 

Ni el vendaval de los años

ya sin los tiempos que ya pasaron,

sin los tiempos que vendrán

sin que nos quede poco tiempo.

 

Este instante detenido en una cósmica explosión

sin tiempo para amontonar inútiles recuerdos

arrumbar de antemano el futuro

alejarme de esa muerte lenta a pedazos,

que son los días, meses y los años.

 

Medidas de tiempo que ya no están a mi alcance

quedarme con estos dolores,

con estos sinsabores,

con estas ausencias y con estas nostalgias.

 

Permanecer en una infinita lentitud,

holgada,

perezosa,

leve.

 

Sin perder el tiempo con sermones,

ni darlos ni recibirlos,

me subleva que me quiten el tiempo,

me anula y me paraliza.

 

Ya no sé que hacer con el tiempo.

No logro enfrentarme al tiempo.

Estoy saturado de tiempo.

 

Dejar el tiempo perdido y marchito

tiempo que no termina

pero deja de existir.

Washington Daniel Gorosito Pérez 

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