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Lucio Muniz, un flaneur[1] de las veredas del mundo
Lic. Marianela González

 
 

Despoemar comienza con el poeta interrogándose sobre su vida, su obra, sobre qué hacer con estos poemas. Lucio Muniz me lleva a cuestionarme sobre si realmente amerita que escriba un prólogo a este nuevo libro suyo, ya que sus versos hacen su camino al andar sin la necesidad de estas palabras. Este cuestionamiento me remite al famoso prólogo de la primera parte de El Quijote donde el narrador nos habla directamente llamándonos desocupados y nos dice en unas líneas posteriores: “... Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato del prólogo.

Lucio Muniz flaneur de estas calles del mundo, no solamente montevideanas, nos hace viajar por los lugares, su veredas, sus casas e incluso intertextualmente con Falco por los ranchos de lata por dentro y agrega también por fuera. Viajamos también por medio de Postales
 

Cómo serán- en serio-
París
Londres
y cómo Nueva York
y cómo Roma
me pregunto mirando unas postales...

 

Le interesa el ser humano de a pie, el de todos los días, el que camina por sus calles verdaderas, el que no es publicable su dolor, su miseria, el que no es for export. Nos lleva al París de Baudelaire y de Vallejo con toda su miseria a cuestas, a Nueva York de Withman; los poetas nos muestran las caras de las calles para sobrevivir con la pesada carga social que nos rodea.

Este mundo así no puede ser nos dice, como buscando una salida, una esperanza:
 

No sé: pero este mundo en que vivimos
que es tan conmovedor y contrastado
por bien común habría que cambiarlo...


Unos cuantos poemas del libro plantean los medios de comunicación, y sobre todo la televisión, el hombre se sienta, enciende un botón y se instala en la aldea global; no elige, no cuestiona, ni dialoga, asimila en color y no hace amigos:


Frente al televisor
desconfío
del hombre que se ajusta la corbata
y adopta una actitud de seriedad
que luego cambia
buscando una sonrisa minusválida
con la que acompaña la charla telefónica
de cosas que no importan.
Es posible que alguien venga desde lejos
a hacer piruetas caras
y a llenarle a la gente
la garganta de arena.
( Mientras hay formas de abandono
que no parecen caber en la pantalla
ni despertar los capitanes
del hombre de corbata)...

 

Este poeta opta por consumir y nos invita a entrar a ese consumo cultural de poetas, de músicos, de pintura, de formas, del locus amoenus, de vidas y muertes que ya no están pero que viven y vivirán en mis ojos hasta que se me sequen.

Hemos transitado poéticamente por finales de los años ochenta y por los noventa, hasta llegar al epílogo del libro con un poema de este nuevo siglo, un poema que nos lleva a pensar – como todo el libro- en esa carga que es ser hombre, a lo Neruda, que a veces se cansa de ser hombre, y como Lucio que el hombre lo cuestiona desde uno de sus primeros libros. Ese hombre que sigue siendo manipulado, que es llevado a la guerra o que es absorbido frente al monitor y consume pasivamente. Ese hombre que empieza un nuevo siglo bajo la égida de Marte, y no cuestiona, no apaga el botón, no dice a lo Raúl Seixas, pare o mundo que eu quero descer, continúa sin pensar, por eso Lucio, nos recalca que es necesario pensar .
 

...Pensándolo bien
Da ganas de llorar
todas las cosas feas de la tierra
con lágrimas
que arrasen con las penas,
como húmedo acto de catarsis,
como un limbo bajándonos del alma
redimida en el llanto,
o como flor ondeando al claro viento
que nos haga elevar desde la tierra.


Pensándolo bien debemos consumir al poeta Lucio Muniz con su Despoemar, que transita por la riesgosa zona de lo político-social sin caer en lo panfletario.

 

Nota:

[1] El término flâneur  procede del francés, y significa 'paseante', 'callejero'. La palabra flânerie ('callejeo', 'vagabundeo') se refiere a la actividad propia del flâneur: vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso.

El flâneur era, ante todo, un tipo literario en la Francia del s. XIX, inseparable de cualquier estampa de las calles de París. Llevaba aparejado un conjunto de rasgos variopintos: el personaje indolente, el explorador urbano, el individuo curtido en la calle, etc. Fue Walter Benjamin quien, a partir de la poesía de Charles Baudelaire, le hizo objeto del interés académico durante la pasada centuria, como figura emblemática de la experiencia urbana y moderna.3 Gracias a Benjamin, el flâneur pasó a convertirse en una figura importante para estudiosos, artistas y literatos.

Lic. Marianela González
Prólogo del libro Despoemar, de Lucio Muniz

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