Impacto

Héctor Gómez

La noticia corrió por el mundo en segundos. En siete meses habría un impacto con un meteorito.

Venía desde las profundidades del espacio en ruta de colisión.

No se sabía exactamente la masa del cuerpo ni la zona del choque. Por razones que no se comprendían aún, el meteorito giraba sobre si mismo a gran velocidad. Lo hacía de manera irregular: una vuelta cada dos minutos y medio, aproximadamente. Vibraba como una rueda fuera de balance. Era difícil prever su recorrido con exactitud

Las bolsas del mundo se derrumbaban. Los inversores medianos y pequeños querían su dinero, no papeles. El caos se expandía y los medios de difusión del planeta informaban en vivo abonando aún más la ebullición.

A medida que la roca avanzaba se determinó su masa: un tercio de la de la luna. El impacto sería definitivo. No quedaría un solo ser vivo en el planeta.

Los científicos de la academia de china dijeron que preveían un desvío de la trayectoria provocada por su fuerte rotación asimétrica y la interacción del campo magnético del sol.

El resto de la comunidad científica predecía el impacto.

Un gigante de la electrónica, una empresa armamentista de primer nivel y una petrolera hicieron una alianza súper secreta. Convencidos de lo sostenido por los chinos, comprarían acciones alrededor del mundo y tomarían el control de una porción enorme de la economía. Para eso apoyaron las voces de los científicos apocalípticos dándoles presencia en los medios de comunicación mundiales por sobre el resto.

Esta maniobra fue advertida por una serie de naciones que funcionaban con cierta organicidad a pesar del caos. Vinieron las amenazas a este grupo de empresas. La respuesta de éstas fue incorporar algunas corporaciones más para aumentar el poder de la alianza. Un gigante de las telecomunicaciones, dos empresas del rubro alimentario y un banco internacional se unieron a la operación.

Las noticias eran catastróficas. Aumentó el caos en todo el mundo. 

Gran Bretaña declaró que si las maniobras del súper conglomerado seguían, usaría armas nucleares tácticas sobre los pozos petroleros propiedad de la empresa involucrada.

Rusia y China no tolerarían el uso de armas nucleares.

El meteorito estaba a cuatro veces la distancia a nuestro sol. Recorrería su camino hacia la tierra en tres meses.

Si impactaba de lleno al planeta, las consecuencias serían definitivas. Una ola gigantesca de más de novecientos metros de altura arrasaría con todo a una velocidad de mil ochocientos quilómetros por hora. Habría terremotos en todas las zonas. Se perdería un cuarto de la atmósfera. La cantidad de materia que se levantaría con el impacto dejaría sin luz solar a la humanidad por más de dos años.

Si solo pegaba en un borde o rozaba a la tierra, le arrancaría un pedazo y se llevaría entre un tercio y dos tercios de la atmósfera, dependiendo de la forma del choque. El pedazo arrancado quedaría en órbita terrestre como pasó con nuestra luna hace ya más de cuatro mil millones de años. Nadie vería este segundo satélite.

Si pasaba a menos de cien mil quilómetros ocasionaría enormes catástrofes pero la humanidad sobreviviría..

La súper corporación seguía sus operaciones con más velocidad a medida que el caos aumentaba. Ya tenían un tercio de las riquezas en sus bolsillos.

Gran Bretaña sintió amenazada su soberanía y lanzó un pequeño artefacto nuclear, apenas como la bomba de Hiroshima, a una plataforma petrolera. Esta se evaporó junto con la gente que trabajaba en ella.

China contestó que si usaban la fuerza nuclear otra vez, atacaría a Inglaterra con sus misiles.

Estados Unidos respondió que cualquier ataque a Gran Bretaña sería tomado como a su propio territorio

El meteorito seguía su ruta de manera inexorable. No había tecnología para pararlo. Se hicieron varias películas al respecto pero en la vida real, nada.

El pánico aumentaba y cundía una sensación de que nada podría evitar la tragedia.

Los chinos insistían en sus primeras conclusiones. El cuerpo pasaría cerca pero no impactaría. La prensa mundial ignoraba esta afirmación. Se repetía de manera insistente que todo terminaría.

Una lluvia de sectas acompañó el renacimiento de un sentimiento religioso. La mayoría encontraba este camino como única salida para no enloquecer.

En su búnker del norte de Europa, los representantes de las firmas integrantes de la súper corporación hacían cuentas y planes. Tenían ya el cincuenta y siete por ciento de todas las riquezas del planeta y habían hecho lo necesario para protegerse del caos final.

Faltaba un mes para el impacto cuando Gran Bretaña decidió atacar las principales instalaciones del súper conglomerado. Ciento veinte bombas nucleares pequeñas hicieron impacto en plataformas petroleras, plantas industriales y centros de comunicaciones. El ataque se concentró en Europa, Asia y África.

La respuesta china no se hizo esperar. Barrió las instalaciones militares de Inglaterra.

Estados Unidos respondió con un ataque masivo a China y algunos misiles preventivos a Rusia.

Al principio fueron unos cientos de detonaciones medianas y pequeñas. Las que mandó Estados Unidos eran cabezas múltiples con bombas que en su última etapa iban a objetivos independientes. Cada bomba de estas últimas era cinco mil veces más potente que la primera, tirada por Gran Bretaña.

La segunda oleada fue automática y todos los misiles de las bases en tierra, de los submarinos y barcos fueron disparados por todos los bandos. Unos doce mil.

Cuando faltaban veinte días para la colisión quedó claro que los chinos tenían razón. El meteoro pasaría a doscientos mil quilómetros. La súper corporación acertó en sus previsiones.

Por suerte la tierra se salvaba de la catástrofe. El planeta sobreviviría.

Pero nadie se alegró.

Héctor Gómez

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