Mi infancia

María Esther Giribone

Mis padres

Mis padres vivían en Colonia Estrella por ruta 21 a 5 Km, de Carmelo, por la carretera que va a Nueva Palmira que pasa por Camacho.  Una zona muy linda con vecinos cerca, mis abuelos paternos a una cuadra y mi abuela materna por la misma carretera no alcanzaba a un kilómetro. Mi abuelo paterno, hijo de italianos, falleció cuando yo tenía 10 meses, el día de San Roque, patrono de esa zona, dicen que salió a buscar un caballo para ir a misa y no volvió, lo encontraron en una quinta de frutales, muerto boca abajo y con las zapatillas en chancleta, o sea que no sufrió nada, para él una muerte linda, es mi opinión, tenía 60 años. La abuela María su esposa había muerto muchos años antes, y el abuelo hizo hacer en el cementerio de Carmelo un panteón, así que desde que tengo memoria recuerdo ir a ese lugar que nos resultaba familiar, es como una pequeña capilla, con un altar en el centro y al fondo y a ambos lados como cuchetas los lugares para los fallecidos, nos acostumbramos a ver el cajón de la Abuela. Uno muy pequeño que era de nuestro hermanito, fallecido a los 3 días de nacer, una de esas cuchetas totalmente cerrada con material, donde se encuentra el Abuelo Carlos. Cuando falleció Papá que lo colocaron arriba del Abuelo, por pedido de él, desapareció el del hermano ya que lo pusieron junto con Papá.

Mi padre al casarse edificó muy cerca, una casa de material igual a la del padre, dos piezas enormes  y una cocina también grande, esta casa se reformó a mis 14 años, donde el comedor se dividió en dos, nuestro dormitorio, o sea de mi hermana y mío y una despensa con puerta a la cocina, el corredor abierto lo cerraron y quedo un enorme estar con un fogón y un baño en una esquina, ante teníamos un baño exterior o letrina.

La casa tenía calle a dos lados  el terreno terminaba en una quinta de naranjos en una cuña. De un lado era carretera del otro un camino vecinal al norte, de tierra, como rezongaba mamá cuando tenía las cuerdas llenas de ropas y pasaba algún vehículo, la tierra que volaba. Una zona muy linda de tierras muy buenas, siempre añoro ese lugar. En este momento es propiedad de unos argentinos, la casa de mis abuelos paternos todavía es de la familia, quedó con ella mi tía Zulema la menor de las hermanas de papá.

Mi padre  como nieto de italianos hacía mucha huerta y mi madre colaboraba en todo.

Sembraba trigo no mucha extensión, al recogerlo con una antigua cosechadora que le llamaban “la australiana” que no embolsaba el grano, como se hacía en esa época, sino que tenía un depósito ahora dirían silo, inmediatamente sembraba el cultivo de verano, algo de maíz, que luego hacía parvas de chalas, comida para las vacas en invierno, y girasol que al nacer era muy comido por las palomas así que mi padre al salir el sol nos mandaba a mi hermana y a mi a espantar las palomas, llevábamos un tarro y un palo para hacer ruido y para entretenernos apostábamos quién abollaba más el tarro. Siempre digo nos criamos en cuna de oro, no nos faltó nada pero nada nos regalaron había que hacer de todo. Siguiendo con la siembra y con el girasol, al cosecharlo recuerdo que venían varios hombres que lo cortaban y enchufaban luego de unos días los juntaban en bolsas y lo llevaban a una máquina que estaba en un lugar determinado que tenía un caño muy largo y alto y largaba las tortas de girasol sin semilla a mucha altura. A estos hombres mamá les daba la comida y a la tarde el tradicional mate cocido. Este se realiza con yerba mate muy  usada en esta zona.

Tenían vacas que ordeñaban y luego pasaba un lechero en su carrito  a levantar el producto, nunca tuve que ordeñar, mamá lo hacía a la par de papá. Pero si en la tarde encerrar los terneros o pastar las vacas en alguna calle cortada, recuerdo muy bien cuando me ponía en una bocacalle cuidando no salgan a la carretera, estudiando en el libro de Prehistoria y Oriente de 1er año del liceo. Había un caballo pero algo loco, nunca nos permitieron andar en él así que me crié en el campo pero nada de montar, todo a pie, hasta que en sexto de la escuela tuve mi primer bicicleta que hasta el día de hoy la conservo.

Cierro los ojos y veo el jardín de mi madre flores por todos lados en toda época, las plantas de jazmines enormes, que en las tardecitas su  aroma invadía todo el lugar, la planta de diosma, en la actualidad no se ve, solo se de una que tiene mi hermana y es muy difícil de hacer otras. La casa tenía muchos parrales de 12 variedades de uva. Así que comíamos hasta hartarnos, recuerdo la primera vez que hicimos vino con mamá, en una damajuana y de a grano, con el tiempo se amplió la producción, en cada columna del parral había gladiolos. Muchos frutales, al frente de la casa mandarinos y en el cerco mamá tenía gladiolinas blancas, detrás de los galpones, naranjos  y lima, esto no he vuelto a ver, variedad de ciruelos, durazneros y perales, también nísperos que luego papá los ponía en unos botellones con caña y tomaban la bebida y las frutas para las carneadas. Las ciruelas las vendía, los duraznos hacíamos en almíbar, dulce y orejones así como las peras. 

En la huerta había de todo, según la época, recuerdo las matas de zapallitos y al sembrarlas muy temprano para que no se helaran los protegía con una tejuela del lado del sur. En  primavera las tomateras, papá los plantaba y colocaba los palos en las cabeceras todo lo demás lo hacíamos nosotras, cortábamos las hojas que no tocaran la tierra porque si no se apestaban, poner las cañas y atarlos, él los curaba y luego recoger la cosecha, si era año de seca regábamos, los colocábamos en cajones y los llevaba a vender, aquí nos gustaba porque teníamos un porcentaje era en lo único, y el tomate de inferior calidad o el que no se vendía hacíamos salsa o conserva. 

Sembrábamos maíz dulce, entre él, zapallos, calabazas  y porotos de manteca, distintas clases de chauchas, unas eran arbolitos pequeños y amarillas otras se enredaban en cañas y eran verdes, berenjenas, por supuesto que cantidad de acelgas, lechugas, zanahorias, frutillas, rabanitos, morrones, cebolla, ajos, pepinos, estos nunca me   gustaron y mi tía Zulema se los ponía en la cara, mamá tenía una variedad de hiervas aromáticas desde perejil, orégano, romero, oreganillo, salvia, menta y otros. Se sembraba papas y desde su siembra, carpida, arrimarle tierra y cosecharla todo  nos encargábamos Berta y yo. Cuando plantábamos boniatos, una hacia el pozo, luego un chorro de agua con una regadera y plantábamos el broto de boniato y papá detrás a inspeccionar si estaba bien plantado, le tiraba de la hojita  si se cortaba estaba bien de lo contrario a plantarlo de nuevo, lo que nunca me toco fue cosecharlo, no recuerdo porque motivo me  escapé de esto. Porque siendo grande y estudiante universitaria venía a casa de mis padres una vez por mes y a veces mas tiempo, siempre llegaba justito para algún trabajo, parecía que las plantas me estaban esperando.

Papá tenía una camioneta Fort T a bigotes año 27 que se arrancaba dándole manija, allí cargaba todos los cajones de verdura y marchaba a Carmelo a vender y  traía todo lo necesario para la casa, nunca llevó un apunte de lo que mamá le encargaba, pero de nada se olvidaba y eso que algunas eran de repostería porque mamá cocina muy bien, digo así porque hoy día lo hace y ella nos hacía las tortas de cumpleaños hasta la de los 15 años nos hizo a las dos, tengo que decir  que los 15 años fueron sagrados había fiesta si antes no teníamos novio, no nos pintábamos no bailábamos ni usábamos taco alto, mi primer reloj pulsera lo tuve ese día, que opinan igualito al siglo 21. 

Además se criaban gallinas, había que juntar huevos que eran para el consumo y también se vendían, en ciertas épocas mamá echaba gallinas que se enclocaban, así decíamos nosotros, en realidad no se como se dice,  a los 21 días nacían los pollitos, recuerdo que mamá decía si al nacer era en cuarto creciente o sea que la luna tenía fuerza los pollitos también tenían fuerza para romper la cáscara, si la luna no tenía fuerza ella los ayudaba a nacer, y esto también lo comprobé con las personas,  si la  luna tenía  fuerza, las mujeres pujaban mejor y los períodos expulsivos eran mas cortos.

Por supuesto que la crianza de cerdo era infaltable y que acontecimiento en invierno cuando se realizaban las carneadas, se reunían   familiares y vecinos. En casa era una vaquillona y dos cerdos muy gordos y en casa de mis tíos algo igual y allá íbamos todos. A la noche nos reuníamos alrededor del fogón donde había una enorme parrillada, se ponían a cocinar a las brazas , tripas gordas o sea el intestino grueso del vacuno, chinchulines, el intestino delgado, mollejas, riñones, entrañas, corazón, asado de costillas y los primeros chorizos iban a la parrilla no importaba que hora fuera, todo se comía. Luego venían los cuentos, siempre habían aparecidos o ánimas en pena, lobizones, luces malas, estas comprobé que realmente existe pero es una luz que brota en la tierra donde hubo grasa o fenómeno parecido por lo general donde ha muerto algún animal. Mi hermana y mis primos cada vez se arrollaban más y mas cerca de las madres, a mi nunca me afectaron, como será que en verano igual dormía en el patio,  siempre y cuando me lo permitieran los mosquitos. En estas carneadas se hacía de todo, morcillas que se hacen con la cabeza del cerdo y sangre del mismo animal, así que en el momento de matarlo es fundamental que haya alguien con un recipiente con sal y algo para revolver y juntar sangre, en casa el sacrificio lo hacía siempre un tío, Gelio, muy especialista  en esto, él estaba en todas las carneadas de la zona. Siguiendo con lo que se hacía, queso de cerdo, paté a base de hígado, los tradicionales chorizos y el salchichón, con carne especial, el tocino en cubitos y la pimienta en grano y se pone en tripas gruesas, de estos no he vuelto a comer. Se hacían bondiolas, pancetas y jamón. Estas cosas se conservaban hasta el verano, los chorizos para conservarlos se ponían en grasa. Recuerdo cuando en verano íbamos a la playa, antes de ser Balneario Zagarzazú y era la playa Salorio, íbamos cruzando campo ya que camino no había, en el auto o en un carro que conducía mi tía Vitalina. Allí estaba mi tía Zulema debajo de su sombrilla roja con veleritos, sentada en su  silla de madera con un canasto sobre las rodillas y pasaba haciendo refuerzos de pan con jamón para los hijos, nosotras y todo quién se arrimara. Con mis primos Harildo y Carlitos, hijos de la tía Zulema, algo menores que nosotras nos criamos como hermanos, vivíamos muy cerca, íbamos juntos a la escuela y pasábamos el resto del día casi siempre juntos, muchas veces haciendo alguna travesura, porque nos accidentamos mas de una vez, únicas veces que vimos médicos, porque en aquella época, por tos, resfrío, dolor de garganta, gripe, paperas, sarampión y otras, médico nunca.

Con respecto a todo lo que había en casa de mis padres, por un tiempo papá le dio por criar conejos, así que había que salir a la calle a juntar hinojos, los vendía al Casino de Carmelo, comerlo no pudimos, en una oportunidad mamá con mucha lástima mató uno, y luego en la mesa nadie comió, nos daba lástima. Papá nos mandaba a juntar yuyos colorados y verdolagas con un balde cada una para los cerdos, cuando había abundancia no había problema, cuando escaseaba y no encontrábamos, le poníamos  unos cuantos juntos arriba, venía papá le ponía el pie y se iba hasta el fondo, vuelta con el balde.

Tengo que reconocer que de mis padres, siempre admiré a mamá, tenía mas ojo para los negocios, pero papá no le hacía caso, trabajadora y habilidosa como pocas, porque como ya comenté excelente cocinera, nos tejía todo lo de lana de invierno, y que hermosos vestidos nos hacía y siendo chicas nos hacía los vestidos iguales, parecíamos mellizas la diferencia de edad con mi hermana es poca, le llevo solamente 22 meses. 

Todos los domingos mi abuela materna, Irene y la tía Vitalina venían a almorzar a casa, mamá hacía ravioles con tuco de pollo y pastel de natilla de postre, ese día solamente tomábamos un refresco de marca conocida, aunque en casa papá los compraba por cajones. Agua potable siempre hubo en la cocina y canillas en el patio porque había molino a viento y hasta compraron heladera a kerosene, antes para tener algo fresco lo bajaban al pozo en un cajón con reparticiones donde ponía distintas botellas con vino, leche, jugos de frutas. Luz por baterías que se cargaban por un molinete, pero cuando no había viento, no teníamos luz, había lámpara, pero muchas veces estudié a la luz de una vela. La luz eléctrica llegó cuando yo ya no estaba con ellos. Otra cosa que no me olvido  y que ahora ya no se ven mas era festejar San Juan y San Pedro, papá pasaba varios días antes juntando yuyos y hacíamos luego unos grandes fogones y los vecinos también y nos gritábamos unos a otros. En aquellos años salidas había pocas, la más importante era la fiesta de San Roque, patrono de la localidad, en épocas de la escuela una semana antes se comenzaba con las novenas, nosotros no nos perdíamos detalle de nada, cuando venían las señoras de la comisión y bajaban los Santos del altar mayor, porque el día del santo lo sacaban en procesión, el 16 de Agosto  día de San Roque y el 15 de Mayo es el de San Isidro Labrador los arreglaban, adornaban la iglesia. Si algo me impresionó fue mirar a los ojos a estos Santos parecen vivos.

Fuimos a la escuela Nº 16 rural que se encuentra al lado de la Capilla de San Roque. El  primer año nos llevaba a Mabel, una prima, un viejito, Casimiro, en charret, a la vuelta a pie. Los años restantes siempre fuimos a pie y quedaba no se realmente cuanto pero unos 3 kms pienso, el último año como dije antes tuve bicicleta. En aquellos años, pocos terminaban todo el ciclo escolar y continuaban estudiando, en mi grupo éramos el hijo de la maestra y yo, de 6 años 5 tuve la misma maestra “la Sra. Muca”, cuando estoy escribiendo estas líneas vive. Si habré recibido de retos, tirones de pelo, con la regla, todo por conversar y molestarla ya que las maestras rurales tenían varias clases, nos ponían un trabajo a nosotros y enseñar algo nuevo a otro grupo, yo terminaba rápido y a conversar, jamás conté en casa lo que pasaba porque sabía que mi madre me iba a decir que algo había hecho y tenía otra penitencia más. Método este que usé años después con mis hijos, delante de ellos les decía a la maestra, que conmigo no tenía problemas, en las horas de clase ella mandaba y era dueña de hacer lo que creyera necesario, nunca tuve problemas con mis hijos en la escuela, ni me trajeron un cuento de la maestra.

En mi escuela se realizaban durante el año distintos beneficios, había que mantener el comedor, nuestro horario de las 10 de la mañana a las 3 de la tarde, por lo tanto almorzábamos en la escuela, no siempre las comidas eran de nuestro agrado, eso que mamá siempre nos hizo comer de todo, nunca hizo una comida distinta si algo no nos gustaba. Los beneficios  eran bailes, kermeses o alguna obra de teatro. Hay cosas que no se olvidan como las bandejas de pasteles fritos envuelta en papel de celofán rojo con un gran moño o las gallinas rellenas con sus patitas para arriba con adornitos y envueltas en papel amarillo.

Mi padre no compartía la idea que fuera al liceo, según él seguir ayudándolo, aprender a bordar y coser y luego dijera yo a esperar “el príncipe azul” la verdad no era lo mío, así que respaldada por mamá, fui al liceo de Carmelo, tomaba en el frente de mi casa el ómnibus “Miguelito”, años después “Berruti”, así hice los cuatro años, por más que hubiera tiempo malo, lloviera, y el primer año sí que llovió, nunca papá me llevó, esperaba el ómnibus al reparo de un eucaliptus  que estaba frente a casa y una mañana después que me había ido se cayó un gajo. Para mi hermana Berta todo fue más fácil.

A las dos nos festejaron los 15 años, mi fiesta fue el mismo día un 31 de Octubre en casa de mis padres, todas las mesas afuera, y ese día y el anterior mis tíos Gelio, Vitalina, hermanos de mamá y Zulema estaban ayudando, ya que se hacía todo casero, como dije antes desde la torta hecha por mamá, biscochuelos con hojaldre en el medio y mucho dulce de leche, la decoró una señora amiga, Elma,  de 5 pisos, en el superior las 15 velitas y cintitas con sorpresas,  porque se usaba tirar las jóvenes de ellas.

Papá había hecho los cálculos para que la cerda tuviera lechones y estuvieran a punto para mi cumpleaños, los sandwiches se armaban en casa con fiambre casero, jamón, salame y bondiola así como  las tarteletas rellenas de salsa rusa o el salpicón de ave, las masas dulces las hizo mamá comenzó varios días antes, el baile con orquesta en vivo, no existían las discotecas.

Recuerdo que mi cumpleaños caía un martes y ese día se hizo, en la mañana había tormenta fea del sur y una amiga de mamá  hacía unas cruces con cuchillos según ella cortaba la tormenta y los dejaba clavados  en la tierra, detrás de ella iba mi tía Zulema y los pateaba porque para ella, cuchillos  cruzados era pelea en la familia, pasaron un buen rato, una ponía los cuchillos, la otra los pateaba, pero no llovió. La fiesta de quince es algo que no se olvida nunca más, ni el vestido que tenía, por supuesto que era blanco de raso y tul. A Berta le hicieron la fiesta en un club deportivo en Carmelo, ella cumple en Agosto, pleno invierno, fue más grande o sea más invitados y mamá algo tuvo que mandar hacer, también con orquesta. Estaba toda la clase del liceo de ella y mis compañeros del Hogar Estudiantil, porque en ese momento yo estaba haciendo el bachillerato en Colonia.

De lo que no he hablado nada de la familia de mamá, mi abuela Irene, única que conocí y falleció cuando yo ya estaba recibida y aquí en Conchillas, no llegó a conocer bisnietos, Berta estaba embarazada de Gaby. Era una señora muy gorda de caminar lento nunca se cortó el pelo se hacía un rodete y cuando se peinaba quemaba el pelo que se le caía porque según ella si lo tiraba y lo llegaba agarrar algún pájaro para hacer nido le iba a doler la cabeza. Vivía muy cerca de casa, íbamos muy seguido a visitarla, vivía con Vitalina, hija, soltera, mi madrina, la cual estuvo 25 años de novia, hasta que él falleció. Esta era muy alta y grande, hacía todos los trabajos como un hombre. En una casa muy humilde no conoció la luz eléctrica, recuerdo que arriba de la cocina a leña ponía un trozo de madera y encima de él un candil, era un frasco azul con una mecha y en realidad que había dentro del frasco no sé si era aceite o kerosene, tenían unas vacas muy flacas que ordeñaban, criaban gallinas y muchos patos , estuvieron mejor cuando se jubiló. Hacía muy lindo los patos en una olla de hierro, chata, prácticamente al vapor, esa olla la tengo yo pero es poco el uso  que le doy. La abuela tenía algo de curandera, medía el empacho, eso decían, curaba la recalcadura con unto sin sal, que es grasa de cerdo de los riñones, sacaba el sol y alguna cosa más que no recuerdo, si teníamos diarrea nos hacía tomar agua de duraznillo blanco. Después que la abuela Irene murió, la tía Vitalina quedó sola, y así vivió hasta que enferma y fallece, no por falta de candidatos, andaba siempre en bicicleta , cuando todavía mis padres estaban en Colonia Estrella y tenían luz eléctrica y televisión , a ella le encantaba e iba todas las noches, pero nunca se quería quedar, únicamente que hubiera tormenta y de viento, porque las conocía y les tenía terror, volvía sola con su perro y una pistola en el bolsillo, porque entrar de noche en esa casa solo lo hacía ella, impresionaba toda las plantas que tenía delante, no se veía la casa. La verdad que de la tía Vitalina hay como para escribir un libro. No quiero ni acordarme cuando estaba internada en el sanatorio y fuimos a buscar ropa a la casa, lo que era aquello, la humedad por no abrir, cosas que juntaba no había tirado nada, tenía desde la primer chapa de las patentes del perro, todas las pilas que usó en su vida, bueno cuidaba la ecología, dos cosas por nombrar algo. Además de Vitalina mamá tenía tres hermanos varones, en el día de hoy vive solo el menor, Roque,  Gregorio que lo conocíamos por Gucho y Gelio, tuvieron mucho tiempo un almacén muy cerca de la escuela, conocido como el comercio Espíndola, cuando la fiesta de San Roque daban de almorzar a la comisión de la capilla y todos los sacerdotes que iban. Recuerdo que en una oportunidad para la lotería de fin de año, salió el segundo premio en el número que ellos traían al comercio y todo el vecindario, entraban en la sociedad, terminaba en 02, entre ellos sacó papá también e hizo arreglar a nuevo el auto mármol que tenía, todo a nuevo desde el motor, chapa, madera, tapizado, pintura, digo yo, ¿porqué no se habrá comprado otro? En aquella época no se usaba cambiar tanto como ahora. Mis tíos compraron un grupo electrógeno y pusieron luz en todo el comercio, la casa y la cancha de bochas.

Por parte de papá tenía tres tías, Albina, que vivía en Carmelo, María Rosa muy cerca de casa pero más lejos de la ruta, en la casa de los bisabuelos Vercellinos, estos venidos de Italia y Zulema que vivía en la en casa del abuelo Carlos, con esta tuve mas contactos ya que como  he dicho vivía muy cerca de casa y con los hijos de ella fuimos como hermanos. Con ella fui a mas de un baile de carnaval en Uruguayo de Carmelo disfrazada tenía mucha chispa y le gustaba salir. Cuando Harildo comenzó ir a la escuela le compraron un petiso pero nunca llegó , solamente a la primera curva de allí el petiso se empacaba y se volvía, nunca pudo con él. Todos mis tíos como mis padres tenían los nombres que habían traídos en el santoral.

Lo que quiero contar son las visitas de aquellas épocas, cosa que no se si siguen practicando en el campo pero en los pueblos o ciudades imposibles.

Mamá se visitaba más frecuente con tres solteronas de apellido Tunossi, nosotras les decíamos las Tunosas, no nos gustaba ir porque con Berta habíamos sentido decir que estas mujeres se lavaban la cara con orina y nosotras no queríamos que nos besaran, además tenían bigotes y algo de barba y pinchaban. Allá mamá una vez al mes iba, nosotras no nos quedábamos adentro sentadas, nos aburríamos, salíamos a recorrer el patio y los chiqueros. A los días venían a devolver la visita, estas mujeres en una oportunidad compraron una radio a batería, el vendedor se las dejó encendida y no se dio cuenta de enseñarles apagarla así que la primer noche la taparon con una frazada  para que no hablara y se quejaban lo poco que duraba la carga de la batería.

Otra casa era lo Don Antonio, mi padrino, hermano del abuelo Carlos, y la señora, doña Margarita. Muy delgada, de lentes pequeños y redonditos con el cabello blanco y recogido en un rodete, si ibas a visitarlos seguro que a los tres días te estaban devolviendo la visita, estos venían en un charret de ruedas de goma y capota, mientras estaban en la cocina conversando con mamá, nosotros le robábamos el charret y salíamos a dar una vuelta, nos encantaba.

Años más tarde mis padres vendieron y compraron casa en Carmelo, papá ya estaba enfermo y mamá estaba muy sola.

Por las calles de Conchillas
María Esther Giribone

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