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Paola Carolina Gericke Falcón

“…Bajo el burlón mirar de las estrellas…”

Alfredo Le Pera

El viajero bajó del bus en la carretera, dejó su maleta en el suelo y se frotó con energía las manos. Miró el reloj: las 11 de la noche. A lo lejos se extiende la ruta y frente a el la entrada al "Palenque" como indica el cartel descolorido que pende sobre el portón.

 

Se sentó en la maleta, respiró hondo y miró el cielo. Había pasado mucho tiempo sin levantar la mirada.

 

En la ciudad todavía no saben que se fue. Tampoco se despidió cuando veinte años atrás, abandonó el campo, escapando de Juana y su vientre hinchado. 

 

-¡Mira Juana, una estrella fugaz!

-¿Dónde?

 

-Oh...ya pasó. Pero le pedí un deseo.

 

-¿Y qué le pediste Luis?

 

-¡No! Es un secreto. No puedo decírtelo si quiero que se cumpla.

 

-Pero nosotros siempre nos contamos todo. Recuerda que en la fiesta de la escuela me prometiste que siempre nos diríamos todas las cosas.

 

-Bueno, pero esto no te lo cuento y listo.

Una estrella cruza el cielo, hace tiempo dejó de pedir deseos. Decide ponerse en marcha ya que el frío empieza a calar. Toma la maleta y cruza la ruta, el portón de madera lo recibe con su viejo chirrido. Debe caminar cuatro kilómetros para llegar a casa. Mientras avanza, su cuerpo, sus pies, recuperan la memoria del camino que hace veinte años no recorre. En aquellos tiempos, rumbo a la escuela, la Rinta lo acompañaba hasta la ruta y cuando regresaba siempre le salía al paso ladrando. 

El lunes, cuando medio dormido inició el ritual de afeitarse, su mirada se detuvo frente al espejo y apenas se vio. Ese rostro con signos de vejez intentó en vano encontrarse en sus ojos. Sintiéndose ajeno buscó referencias a su alrededor y la sensación aumentó. Sus manos tocaron, recorrieron. ¿Quién soy? No halló la respuesta.

 

Alzó los hombros en un gesto indiferente y durante el día intentó distraerse mirando el noticiero, hablando de fútbol con los compañeros de trabajo o convenciendo a su mujer de que no necesitaban una mascota. Pero no pudo olvidar la sensación de la mañana. A irse a la cama una mano le apretaba el pecho, no logró dormir hasta que se decidió. 

-Eso está mal Luis, tú prometiste que nos íbamos a contar todo.

 

-Pero esto no quiero contártelo, si te lo cuento no se cumplirá.

 

-¡No! Cuéntame, tienes que hacerlo.

 

-Está bien...pedí...

 

-¿Qué?

 

Juana con ojos ansiosos, esperando una respuesta de amor, que confesara que su deseo era casarse con ella y tener muchos niños y una casa y un caballo blanco...

 

-Pedí saber

 

-¿Saber? ¿Cómo saber? ¿Saber qué?

 

-Saber, sólo eso

 

-Pero...qué quieres saber. ¡Ya sé! Quieres saber si te quiero de verdad.

 

-Sí, eso.

La luna ilumina el camino. Las siluetas de los árboles amenazan a la orilla. No sabe qué va a encontrar en esa casa. Se deja guiar. Aferra su maleta y apura el paso.

 

Paola Carolina Gericke Falcón
10/06/2004

 

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