Sensibilidad bi-partida
Cuento de L. S. Garini

Está cansado. Los detenidos (prisioneros o presos) se niegan a declarar sus delitos, o dan informes falsos. Los métodos usados comienzan a ser ineficaces, no sirven. Tendrá que utilizar otros nuevos, tendrá que inventar, tendrá que hacer trabajar su "masa encefálica", hasta que consiga procedimientos más sutiles, más finos, suplicios más refinados, que casi nadie pueda resistir. Tendrá que conseguir otros colaboradores más capaces, con más entusiasmo por su trabajo.

En su casa no han atendido a sus pájaros con el cuidado conveniente. Despedirá a esos sirvientes, que, no sabe en qué piensan, o piensan en cualquier cosa, y no en los pájaros. Se distraen, no se concentran, son estúpidos. Dos hermosos animales están tristes. Ni su presencia los ha puesto alegres. No deben haber comido a su hora acostumbrada. Tratará de alegrarlos, les silbará algo que los anime, que les restituya su alegría. ¡Qué falta de sensibilidad tienen esos sirvientes! ¿Qué clase de gente es esa? Indudablemente él no dispone del tiempo que quisiera para atender a sus queridos animales.

Los pájaros, dos ejemplares de los más valiosos, permanecían en las perchas, tristes, tal vez enfermos. ¿Por qué no fueron a comunicárselo? Tendrían que haber corrido hasta donde él estaba. ¿Qué hacían esos imbéciles? ¿Qué tienen dentro de su caja craneana? No deben tener nada. Esas cavidades tienen que estar vacías, o rellenas no se sabe con qué. No pretendía, que esos estúpidos tomaran un baño, cada vez que fueran a darles de comer. Era pedirles demasiado. Y, sin embargo, tendrían que tomar un baño diario. O, tal vez, algunas voces poco armoniosas, eran la causa de la tristeza de los dos animales. Esos individuos eran capaces de dar gritos junto a las pajareras, y los animales podían adquirir alguna enfermedad, o ponerse tristes. Son muy sensibles.

Estaba cansado. Había tenido que perfeccionar algunos tratamientos para, conseguir informes, hacerlos más sutiles, o más "exquisitos", profundos, etc. Su cerebro había trabajado mucho, y estaba cansado. Los colaboradores no eran inteligentes, y tenía que vigilarlos continuamente. Todos eran torpes, los colaboradores y los sirvientes. Los que cuidaban los pájaros eran los más torpes. Necesitará más tiempo para atender él mismo a los pájaros. Pero, ¿qué le produce una mayor cantidad de placer, los pájaros o los "detenidos"? Tanto la destrucción de la personalidad de los seres humanos, como la formación de una personalidad en los pájaros, son trabajos emocionantes. Cuando ya el ser humano va dejando de ser una persona unida, que se disgrega, o se dispersa, se descompone, y cuando el pájaro comienza a ser un "ente" diferenciado, distinto, él experimenta un placer muy grande. Es tan intenso un placer, como el otro. Destruir lo ya hecho, la obra de otros, y después casi enseguida, lo más rápido posible, ver cómo van transformándose sus pájaros, cómo se hacen cada vez más "personales", más "individuos". Estaba construyendo algo nuevo. El canto, los gorjeos, los trinos, etc., de los pájaros, y los lamentos, quejidos, gritos de los presos. Tanto de lo primero, tanto de los segundos, en las cantidades convenientes. Los pájaros y los presos; los gritos, los lamentos de los presos, y los cantos de los pájaros. Pájaros y presos, o presos y pájaros. Lamentos, aullidos, cantos, gorjeos, trinos; todo combinado, un conjunto armonioso.

Tendría que hacer algunos cambios en la distribución del tiempo de las distintas "etapas", conseguir una mayor agilidad para las primeras etapas, actos preparatorios, etc., que son los menos interesantes, o dejarlos para los colaboradores, y alargar los actos últimos y los penúltimos. Esos momentos de la destrucción de la persona tendrían que ser más extensos. Eran los que le producían un placer más intenso. Y, enseguida podría oír los trinos y los gorjeos, y ver los saltos. El tiempo que le restaba a las primeras etapas, podría emplearlo con sus pájaros. Reservaría para él, los "casos" interesantes, los de más resistencia, los que le producían un placer de mejor calidad. Y, los subalternos se ocuparían de los que hacen sus declaraciones casi enseguida, o de los que se desmayan al comienzo del procedimiento, los casos de poco interés.

Tenía que colocar lo más cerca posible, casi superponer, los últimos lamentos, quejidos, convulsiones, con los primeros gorjeos, trinos, saltos.

El vehículo que lo conducía desarrollaría la velocidad máxima. Llegaría a su casa, y correría hasta el sitio de las pajareras. Allí comenzaban las otras grandes satisfacciones. Muchas veces cantaba, o canturreaba, daba vueltas, casi corría de una jaula a otra. Estaba entre sus queridos amigos.

Pero, tenía enemigos, todos son enemigos; los sirvientes, los detenidos, los colaboradores, todos. Está rodeado de enemigos. Los únicos amigos son sus pájaros.

Llevará el piano portátil hasta el lugar de las pajareras, y ejecutará algo del gusto de los pájaros. El conocía el gusto de sus pájaros, y los dos enfermos se repondrán. Esa música puede alegrarlos. Por sus amigos tendrá que hacer cualquier cosa, aún la más difícil. Le dolían dos o tres dedos. Tal vez no los había colocado en el lugar conveniente, cuando tuvo que darles un golpe o represión a alguno de los detenidos, o al sirviente encargado de la limpieza de las jaulas. Pero, eso no tenía importancia. Hará música para sus pájaros, aun cuando le duelan los dedos. Sus pájaros merecen ese pequeño sacrificio, y mucho más todavía.

Cuento de L. S. Garini
Equilibrio y otros desequilibrios
Ediciones Géminis - Colección narradores de hoy 
Montevideo - junio 1979

Ver, además:

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