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Una forma de la aventura
Carina Blixen

UNA VIDA que se esconde levanta muchas sospechas. Mostrar a medias o apenas, incita al eterno juego de la curiosidad y la seducción. Es notorio lo muy poco que se sabe sobre Héctor Urdangarín. Los textos de su seudónimo L. S. Garini son una invitación a otra forma de la aventura, más o menos perversa que el simple deseo de saber.

La reiterada predilección de L. S. Garini por una pintura cubista —Cézanne, Picasso, Juan Gris— y por una literatura pura, si la hay —Flaubert—, es una valiosa pista para acercarse a su obra. En ella, la inmisericorde reducción de la realidad a unos pocos tonos, predominantemente grises, hace destacar el dibujo y el juego con la perspectiva.

Sus personajes presentan una sola cara, o dos superpuestas pero previamente simplificadas. Sin nombre, aparecen limitados a su condición social: el "señor", la prostituta, el mozo, el ladrón, la dueña de pensión, etc.

Paralelamente también están vistos desde un revés que presenta su lado animal, su sometimiento absoluto a sus necesidades fisiológicas. Una y otra perspectiva, la social y la animal, los hace igualmente genéricos e intercambiables.

La anécdota es otro elemento que pasa por la misma tendencia a esquematizar. Las historias son absurdas en su simplicidad, contadas a veces con la rapidez o morosidad de un niño que maneja a su antojo un mundo por él creado. Desde el título del primer libro Una forma de la desventura, queda claro que lo que importa es una manera de manejar los elementos que dan lugar al producto literario. No presenta a la desventura en sí sino "una forma de...". No interesa la forma en cuanto estilo o elaboración de un pensamiento trabajado en base a normas que se consideran refinadas, sino en cuanto ella es la organizadora de la materia.

EN LA CUERDA FLOJA. El título Equilibrio (1966). reiterado con una variante que incluye una contradicción y una ruptura en Equilibrio y otros desequilibrios (1979), hace pensar en la fragilidad, la precaria estabilidad de cualquier serie de elementos puestos en relación. El narrador de los textos de Garini oscila entre más de una perspectiva a través de la alternancia del punto de vista. Muchos de sus títulos plantean opciones imposibles, entre elementos concretos y abstractos, sólo y comprensibles una vez leídos los cuentos. Tal lo que sucede con casi todos los del volumen Equilibrio: "Los zapatos o la rebelión"; "El artista fuera de su medio o, la composición con verdes"; "La oportunidad o, las botas amarillas"; "El animal enjaulado" o, "impertinencia y desesperación" o "la cacería". En este último cuento, el cambiante punto de vista coloca al lector en la perspectiva del león y en la del niño que es comido por éste. En el texto "Una tarde mala N° 1" (Equilibrio y otros desequilibrios) la muñeca que sustituye a la mujer "perfecta" presenta la ventaja frente a esta última de que al elegirla se eliminarían los actos de comer, beber y eructar y no habría "necesidades". Más allá del inevitable recuerdo de Felisberto Hernández, este cuento plantea temáticamente otra opción límite, entre lo animado y lo inanimado. Es en esas fronteras, entre lo concreto y lo abstracto, lo humano y lo animal, lo animado y lo inanimado que el lector deberá tratar de no perder el equilibrio.

DISTINTO PERO REPETIDO. Estos textos proporcionan un análisis frío, minucioso, maniático, de algunas situaciones en descomposición. A través de una y otra historia reitera actitudes y características que hay que suponer como esenciales al personaje que construye. Este es un "él", menos frecuentemente un "y o", del que se repiten los atributos: siempre le cuesta levantarse de la cama, tiene una tendencia permanente a la inacción, una dependencia absoluta del prójimo o prójimos. "Alguien le había dicho, no recordaba quién ni cuando, que él no tenía principios, y aún que carecía del sentido del orgullo, etc." ("La mirada" en Una forma de la desventura). La frase sintetiza la falta total de consideración de los demás, la otra cara de la inevitable desvalorización de sí mismo que caracteriza al/ los personaje(s) de Garini.

Este protagonista, en lucha permanente por subsistir o por satisfacer las más elementales necesidades fisiológicas, depende siempre de figuras de autoridad, parientes, dueñas de pensión, etc., que nunca proporcionan el resguardo que dada su posición deberían brindar. Este ser distinto y repetido en cada cuento es un "ex hombre" expulsado del mundo de los otros, incapaz de valerse por sí mismo.

Ese hombre o "ex hombre" a veces se desdobla. La figura de la homosexualidad se hace más o menos explícita en sesgadas parejas masculinas, formadas por un hombre joven y otro mayor. Así en "La comida, o hermoso" (Una forma de la desventura) nada se dice de la relación de los dos hombres que van a comer al restorán. En cambio en "El objeto desprestigiado" (Una forma de la desventura) el "jovenzuelo" y el otro son motivo de escándalo para la dueña de pensión.

ARTE POÉTICA. "Tres hombres más dos mujeres, más una casa a la orilla del mar, más una dosis bastante fue ríe de amor conyugal..." Así comienza la tercera versión del texto "El amor" (Equilibrio y otros desequilibrios), verdadera arte poética de la narrativa de L.S. Garini. Como si fuera una receta de cocina, reduce a su mínimo, a la expresión más abstracta y simple, los elementos del relato. El resto es construcción y depende en gran medida del lector. De ese lector al que Garini se niega a dar las mínimas seguridades.

En la estética tradicional, el narrador, omnisciente o testigo, es el que sabe. El lector, cuando empieza a leer un libro está dispuesto a aceptar como cierto todo aquello que el narrador cuente. En "La mirada" (Una forma de la desventura) esta confianza del lector se ve burlada hasta la exasperación por la presencia de un narrador que notoriamente no sabe, duda, vacila. También el cuento "Nada entre dos González" puede servir para ejemplificar esta actitud: "El hombre, González, secretario o ayudante, o mucamo, o lo que fuera, se movía por la habitación..."

La oposición entre lo natural y lo adquirido en el hombre es un tema literario de prestigiosa y siempre actualizable importancia. Lo animal identificado con lo natural, puede ser entendido como lo sano, lo puro, lo despojado de elementos civilizatorios que corrompen. L.S. Garini hace visible esta condición "animal" del hombre en el espacio ciudadano. En la ciudad, en medio de las relaciones humanas que ella impone, lo animal aparece limitado a lo fisiológico, a los excrementos, a los dolores, a lo degradado. Queda implícita una rígida normativa ciudadana que divide lo que debe y no debe hacerse visible. En ese rechazo, en esa violencia que obliga al ocultamiento, la naturaleza se venga manifestándose como vómito, sudor, jugos gástricos, excremento. Esta reducción de sus personajes a ser casi una suma de necesidades fisiológicas es también una manera de eludir toda responsabilidad sobre sus acciones. Sometimiento que a veces resulta patético, otras grotesco.

Entre el asco y la seducción de ese envolvente mundo de pesadilla, el lector de Garini debe luchar contra el oprimente sentimiento de exclusión que también a él sus textos le provocan.

Carina Blixen
El País Cultural Nº 162
11 de diciembre de 1992

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