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El árbol de la vida

Leyenda

imagen: "Árbol de la Vida" del Hospital Universitario Infanta Elena
Zully García

zullynel@hotmail.com
 

El espíritu del todo y de la nada se encontraba totalmente abstraído en su meditación, quería resolver de alguna forma como captar al hombre en su máxima potencialidad y a la vez darle herramientas para que él se viera tal cual es.

¡De pronto recibió la luz! Y nació en él la idea de crear un nuevo árbol en la tierra.

Que éste contuviera el verdadero fruto de la sabiduría.

Desde donde se encontraba, allí en el espacio muy arriba observó el infinito y los rayos que dan forma de luces a todas las cosas.

Entonces comenzó:

Le fue dando a cada rama un número y este era un ser o su necesidad.

¡Él que tenía la potencia del universo! Quien representaba lo infinito, quien era simbolizado nada menos que por el mismísimo cero.

Él: Corono entonces al hombre con el “uno”, a través de un rayo blanco que encierra todos los colores del arco iris y así fue el comienzo, el principio de esta gran obra.

Este uno, sería la raíz invertida surgiendo del cielo.

Luego fue el dos, con su energía femenina cargada de fertilidad, formando la dualidad que los llevaría a la trinidad, concreta e inteligente en el hijo esperado.

Pero necesitaba darles sustentación y abundancia y tuvo que crear el cuatro representante del agua, la tierra, el aire y el fuego, los elementos.

Y les dio un cinco quien al igual que una estrella los alumbraría desde el firmamento.

Viendo a esos ramajes como brazos en la búsqueda de caricias.

Creó al seis para que existiera el amor, que uniría a todos con la calidez del sol.

Sin embargo en su afán de la máxima expresión, sería un soplo de sí mismo quien engendraría el más sutil de todos “el místico siete”.

Entonces se sintió muy satisfecho por su creatividad y queriendo darles ese mismo don, los colmó de talentos, inteligencia y comprensión; y así surgió el ocho.

Ya rebosaba pleno de felicidad, tan feliz que revoloteaba con alas de ángel mirando esa perfección y ahí fue donde observó que algo faltaba.

Aquella rama que contuviera todas estas virtudes, y ésta sería la nueve, la que además tendría la gran responsabilidad de transmitirle a la diez todo lo esencial.

Para que el hombre comprendiera que todo puede comenzar y terminar en el mismo punto.

Que sin embargo es tan eterno como infinito, que hasta lo fugaz es permanente y lo permanente por obvio, no siempre lo ve.

Y después de esto habiendo concluido su propósito entonces el espíritu del todo y de la nada se sentó otra vez a meditar. 

 

Zully García 
zullynel@hotmail.com
 

 

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