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Entrevista de marzo de 1984
 

Darcy Ribeiro cuenta su vida

"La más grande nación latina es Latinoamérica"


por Rosaura García

 

El doctor Darcy Ribeiro es uno de los principales testigos de la historia latinoamericana de los últimos veinte años. Jefe de la casa civil de Goulart, encargado de promover la reforma agraria y las leyes para el control de las multinacionales, exiliado en Uruguay durante la época en que se empieza a gestar “el cambio”, asesor de Allende y más tarde de Velazco Alvarado, es actualmente vicegobernador y secretario de Cultura del estado de Río de Janeiro. Conocido además como antropólogo -vivió diez años entre los indios, durante los cuales escribió varios libros-, educador -responsable de pensar la “antiuniversidad” de Brasilia, y durante la estancia en Uruguay del proyecto Maggiolo de reestructuración de la Universidad-, y novelista, a partir de 1977, es también conocido en su pueblo natal por “el que pintó el río de azul”. Como segundo hombre de Brizola en el estado de Río de Janeiro, está impulsando el proceso de descolonización de la cultura en ese país. Jaque entrevistó al doctor Darcy Ribeiro en su despacho, entrevista que reproducimos a continuación.

Cuando entré a su despacho, el poco formal vicegobernador secretario de Cultura del Estado de Río de Janeiro, el Dr. Darcy Ribeiro reía a carcajadas con su secretaria. Quiso explicar de qué reía, pero entre las risas y el portugués, hablado a increíble velocidad era imposible entenderlo.

 

— Ah, doctor Darcy, no crea que va a hablar en portugués. Para algo vivió gran parte de su exilio en el Río de la Plata.

 

— ¡Pero usted no crea que yo hablo español! Cualquiera sabe que es apenas un portuñol más difícil de entender que el portugués. Y, además, luego de años de no hablarlo. Es una ofensa para esa lengua hablarla tan mal.

 

— No se preocupe, en la nota yo diré “hablaba un español sólo comparable al de Cervantes”.

 

— Así, acepto. Y ahora cuénteme quién se ha muerto en el Uruguay, y cuénteme también quién ha salido, quién ha debido salir por la dictadura.

 

Traté de recordar y contárselo. Pero nada le alcanzaba. Siempre se acordaba de algún otro intelectual. “Aquél que era un gran profesor de historia”. “Aquél que escribía novelas y usaba boina”. “¿Y. . . Onetti? Cuénteme de Onetti”. El tiempo pasaba y Darcy seguía preguntando en lugar de ubicarse en el lugar del que responde. Al cabo de 20 minutos miró su reloj y dijo “Me parece que sólo nos quedan 10 minutos”.

 

— Si dentro de 10 minutos da por terminada la entrevista yo diré que su español es horrible.

 

— Así usted manda, pregunte.

 

— Me gustaría que trazara rápidamente su biografía. Marcando los hechos más importantes de su vida.

 

— Primero yo nací, hecho que es importante para mi vida. Y mi madre fue una mujer importante. En el pueblito donde nací lleva su nombre una avenida. La gente va a veces y golpea en su casa, porque quieren ver la cara de la mujer que le dio nombre a la avenida. Ella tiene 94 años y asoma su rostro sonriente para conformar al curioso. Y no se molesta nada por esto, queda muy contenta de que quieran conocerla.

 

— ¿Y por qué le pusieron su nombre a una avenida?

 

— Ella siempre, hasta que fue muy viejita alfabetizó niños. Tiene una habilidad innata, increíble para esto. Yo digo que es como alguien que nace con buen oído para la música, ella nació con la capacidad para alfabetizar. Bueno, y así fue que, en lugar de ponerle el nombre de algún gran señor cualquiera, le pusieron el nombre de la maestra más conocida: Josefina Augusta María Da Silveira Ribeiro. Pero lo gracioso es que no pusieron todo este nombre sino “Avenida Maestra Fininha”.

 

— ¿Cuál es el nombre de esta ciudad de que me habla?

 

— Es Monte Claro, una ciudad que está al norte de Minas Geraes. Allí pasé mi infancia, en esta ciudad que tenía 3 ó 4 mil habitantes. Ahora tiene doscientos mil.

 

Actualmente esa ciudad, tal como era, sólo existe dentro mío. Yo me acuesto a veces y la pongo a funcionar dentro del pecho y vuelvo a ver cómo fue feliz allí mi infancia. Pero ya no hay nada de lo que yo conocí. Sólo la vieja casa de mi madre, con su pequeño jardín y sus plantas antiguas. Allí yo soy muy conocido, pero no por las cosas que soy conocido en otros lugares, sino porque siendo un niño un amigo y yo pintamos el agua del río con azul de metileno. Me conocen, entonces, por el que pintó el río de azul.

 

— Tuvo, se ve, una buena infancia.

 

— A mí me divirtió mucho ser niño, pero no fue lo mismo con la adolescencia. En un momento empecé a pensar que yo no había pedido nacer y que debía decidir si quería vivir. Finalmente decidí que no, que no valía la pena y quise suicidarme, pero me salvaron. Ese fue mi segundo nacimiento también importante para mí. Todo esto lo recuerdo muy bien porque yo escribía un diario. Recuerdo que algunas veces hice ruleta rusa. Pero tuve suerte, ahora no me perdonaría si me hubiera muerto. Creo que lo que me tenía peor era que no sabía bien a qué quería dedicarme: Medicina, filosofía. Finalmente me fui a San Pablo y me puse a estudiar ciencias sociales.

 

— Quiere decir que no fue antropología, concretamente. Es como antropólogo que se lo conoce.

 

— ¿Como novelista no?

 

— No, ni siquiera en Monte Claro.

 

— ¿En serio, en Uruguay no me conocen como novelista?

 

— Yo creo que no.

 

— Mi vanidad se resiente. Bueno, de allí, de esa facultad, yo salí sociólogo, psicólogo, historiador, cualquier cosa de esas, pero lo que quería era ser antropólogo. Entonces me fui a vivir en medio de una tribu indígena para hacer estudios de campo. Pero no durante seis meses o un año. Fui allí y me quedé 10 años. A medida que el tiempo fue pasando yo empecé a interesarme por el destino de los indígenas y no por lo que tienen de diferente.

 

— ¿Por qué por el destino?

 

— Por el destino como drama, por el dolor de ser indígena, y también por el goce, ya que ellos conciben la vida como gozosa. Piensan que la divinidad a veces entra en el cuerpo de los individuos para ver el color amarillo, o para sentir el gusto de la sal o para sentir el placer del amor. Porque Dios precisa el cuerpo de un hombre para hacer el amor.

 

— ¿No tienen el sentimiento del pecado de la carne?

 

— No, no, ellos tienen una carnalidad en la concepción de la vida que está en total contraste con la concepción judaico-cristiana en que todo es pecado. Bueno. ..ya mí, me encantaba mucho todo eso. Todavía hoy, no sé por qué a mí los indios me encantaron tanto.

 

— Me parece que no es tan difícil saber por qué le encantaban. Por todo lo que acaba de decir, usted tiene rostro de cualquier cosa menos de asceta.

 

— Sí, sí, eso puede ser, pero también me encantaba, y de esto me di cuenta mucho más tarde, la dignidad y la belleza de una sociedad humana que no pasó nunca por la sociedad de clases, una sociedad donde no hay sometedores ni sometidos. Cualquier mujer indígena encontraba que era igual a mí y que podía desposarme y cualquier hombre creía que su cabeza era tan buena como la mía y conversaba conmigo como podría conversar un intelectual. Jamás un campesino haría esto, o un obrero. Un obrero sabe que no sabe, está resignado a no sa^er, y. también sabe que los doctores saben.' El indígena usa su cabeza totalmente, con toda libertad.

 

— Sin ninguna vergüenza.

 

— Sin vergüenza y con una enorme curiosidad. Por ejemplo, me preguntaban “¿quién es el dueño del acero?”, “¿quién es el dueño dé los fósforos?” Ese es un problema sobre el que quieren conversar y piensan que su cabeza es buena para saber.. Yo creo que pasé con ellos los mejores años de mi vida, de los veinte y tantos a los treinta y tantos. Escribí varios libros.

 

— A partir de los cuales vino su reputación internacional.

 

— Sí porque publiqué muchas cosas afuera.

 

Después de esto me metí a estudiar educación. Tenía un amigo, un gran profesor que me decía “¿Cómo puede ser que un hombre inteligente ocupe su tiempo estudiando a los indios que apenas alcanzan a un cero, cero, cero, uno por ciento de la población de Brasil. Yo no estaba de acuerdo con esto pero, de cualquier modo, me entusiasmó la educación y eso me puse a estudiar.

 

— Usted estuvo en Brasilia ejerciendo un alto cargo en educación.

 

— Sí, fue en la época de Juselino Kubichek. Juselino era un hombre totalmente loco, y por suerte lo era, pues sólo él fue capaz de llamar a Niemayer y a Lucio Costa para hacer la arquitectura de Brasilia y esto salvó a Brasilia. Si a Brasilia la hubiera mandado hacer Dutra no quiero saber qué hubieran hecho. Era tan loco Juselino que cuando se trató de hacer la universidad de Brasilia, en lugar de llamar al rector de la Universidad de Brasil, me llamó a mí que era un intelectual contestatario. Entonces yo elegí 100 personas con las cuales empezamos a pensar la antiuniversidad.

 

— Eso era a fines de la década del 50.

 

— Sí, no era en el 68 que habría sido más entendible, era en el 58. Yo sabía que no quería hacer una Sorbone, ni Oxford. Yo quería hacer otra cosa, una Universidad que no fuera el resultado del desarrollo del país sino semilla para promover ese desarrollo. Y ésta fue una gran aventura, tal vez una de las más grandes en la historia de la cultura brasileña: pensar esa universidad junto a 100 cabezas privilegiadas. Fue como un sueño fantástico, intentar reinventarla desde la raíz.

 

— Usted tuvo también un alto cargo junto a Goulart, durante su presidencia.

 

— Sí, yo fui luego, con Goulart, durante todo su gobierno Jefe de la Casa Civil. Este es un cargo parecido al de primer ministro, ya que es quien coordina los ministerios. Es el hombre de total confianza del presidente, el que ejecuta la política del Presidente. Yo fui durante este gobierno el que debía poner en marcha una reforma agraria y promover las leyes para el contralor de las multinacionales.

 

— Pero Goulart cayó. ¿Cuál es su versión de la caída de Goulart?

 

— El gobierno fue derrocado en razón de estas dos cosas de que le hablaba. Se dijo que el gobierno de Goulart cayó por sus defectos, entre los cuales estaba yo como segundo hombre de su gobierno. Pero esto no es verdad. El gobierno de Goulart fue derrocado por una conspiración nacida en Washington con sobornos a generales de aquí, con tropas y flotas americanas mandadas aquí. El primer gobierno desestabilizado de América Latina fue el de Goulart, porque era una amenaza para los latifundistas internos y para las multinacionales. Derrocado el gobierno, yo salí para el exilio en Uruguay.

 

— Cuénteme un poco de esa etapa, del exilio.

 

— Fue una etapa muy curiosa. Los primeros seis meses los pasé desesperado me leí todos los libros de ciencia ficción que había en Montevideo. Leía uno o dos por día. Leía día y noche. La ciencia ficción es la cosa más loca, más abierta que uno puede leer, es imposible descubrir el final a la mitad de la novela, como pasa en las policiales.

 

— Porque no tienen una lógica estricta, son la libertad total.

 

— Sí, eso es. Bueno, no era sólo leer. También necesitaba ganarme la vida y eso no es nada fácil para un exiliado. Tal vez los que no lo pasan no lo imaginan. Es algo verdaderamente difícil. Pero yo tuve una gran suerte. Hacía un semana que estaba y vino el rector a verme, el doctor Cassinoni. “Pero cómo no me busca”, me dijo, “tengo yo que venir a verlo. Está contratado”. Y así fue que empecé a trabajar en la Universidad. Empecé a dar cursos de antropología en la Facultad de Humanidades. Yo estaba maravillado con el silencio con que me escuchaban aquellos 100 estudiantes. Hasta que un día un estudiante me dijo que si perdían una palabra no entendían nada. Yo reí mucho.

 

— ¿Por dónde entró a Uruguay?

 

— Por el norte, por la frontera de tierra. Llegamos a un lugar de aguas termales llamado Arapuní. . . o algo parecido.

 

— Arapey.

 

— Sí, Entonces, apenas bajamos del auto llegó un sargento un poco violento. Creía que éramos contrabandistas. Yo le expliqué que no, que yo era un hombre del gobierno brasileño y que estaba pidiendo asilo, protección. El sargento entonces fue hasta su casa, vistió su uniforme, se colocó la espada y nos dijo que de inmediato comunicaría al gobierno que llegaba gente de Brasil pidiendo amparo a la patria uruguaya. Yo querría transmitirle con el orgullo que hizo todo esto. “Uruguay es refugio para todos los perseguidos políticos de América”, nos dijo. Yo nunca había visto un sargento con espada, pero él se la puso porque era el momento de mostrar toda la dignidad del cargo. Era aquél un momento tan lindo de Uruguay, Suiza de América, tierra donde los salvajes brasileños y argentinos caían ahí perseguidos.

 

— Yo recuerdo que estudiantes brasileños refugiados en el Uruguay recibían una pequeña beca que les permitía vivir modestamente y estudiar.

 

- Tiempo después, me encargaron que formara un seminario para estudiar una reforma a fondo de la universidad. De ahí surgió el proyecto Maggiolo de reestructuración de la Universidad. Durante un largo tiempo, años, cien intelectuales uruguayos y yo estudiamos el problema. El proyecto que salió, yo creo que fue de verdad muy bueno.

 

— ¿Mientras tanto, qué había pasado con su pasión por la ciencia ficción?

 

— Después de aquella loca lectura del comienzo, yo empecé a reorganizarme. El trabajo hace que uno se organice. Empecé a pensar que debía usar el tiempo que me quedaba para realizar una tarea que era muy necesaria: yo tenía que buscar explicarme nuestro fracaso. Empecé a escribir entonces un libro sobre Brasil a partir de una interrogante: ¿por qué todos nuestros intentos por mejorar Brasil en los planos económico, político y etcétera fracasaban? En este intento fui bastante a fondo en el problema. El resultado fue que escribí un libro de 400 páginas.

 

— ¿Cuál era la causa de los fracasos?

 

Usted no va a pensar que le voy a resumir 400 páginas. Lo que sé es que luego ese libro me pareció tan inútil como muchos otros, pues lo que había que hacer era elaborar una teoría. Empecé entonces a escribir esta teoría, cosa que pude hacer gracias a que tenía la Biblioteca Pública de Uruguay. La Biblioteca Municipal, por ejemplo, es fantástica. Encontré cosas. . . estudié años allí. Escribí varios libros. El primero fue “El proceso civilizatorio”, un libro bastante ambicioso cuya primera edición publiqué en Norteamérica. Escribí también un libro sobre la historia europea, pero vista desde un punto de vista latinoamericano.

 

— Ese libro tuvo un gran éxito de público. Ha sido editado muchísimas veces.

 

Sí, hoy tiene 20 ediciones. La segunda edición fue hecha en Buenos Aires. Luego escribí otro en el que trato de explicar porqué se diferenciaron entre sí los pueblos latinoamericanos. Luego que lo dije, mi teoría pareció obvia. Por eso yo llamo a este libro “el huevo de Colón”.

 

— Es una teoría de la historia de las Américas.

 

— Eso es. Allí se analizan las causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos. Todo eso escribí allá, durante el exilio.

 

— ¿No es suyo también un libro sobre las estructuras de poder en América Latina?

 

— Sí, también. Pero en este momento estoy con ganas de reescribirlo y decir lo contrario.

 

— Quiere decir que aprovechó el exilio como si se tratara de años sabáticos.

 

— Sí, la obra más copiosa hecha por mí, la hice en esos años de exilio en Uruguay. Son más de 3.000 páginas. Pero ocurrió que Uruguay empezó a cambiar. Se empezó a decir y a discutir que el Uruguay era un país inviable. En esos años empezó la crisis que conocemos hoy. La gente empezó a irse a los lugares más raros, Australia, Canadá y cundió un gran desánimo. La situación económica estaba cada vez más difícil. Aparecieron los tupamaros. Y ahí empezamos a percibir que las hazañas de los tupamaros no daban revolución sino sólo eso hazañas. Nosotros veíamos que por ese camino no se arribaría a nada.

 

— ¿Quién es “nosotros”?

 

 Algunos exiliados brasileños y yo.

 

— Usted me está hablando del 68, 69, 70. Ahí ya el gobierno uruguayo se estaba poniendo muy duro. La situación de los exiliados no era ya la misma.

 

- No. Yo empecé a sentirme preso. Ya no éramos libres de movernos, estábamos confinados. A mí me habían prohibido ir a Buenos Aires. Todo esto empezó a angustiarme mucho. Pero por esa época me llamó Allende a fin de que lo asesorara en determinadas materias con lo cual abandoné Uruguay. En Chile estuve un tiempo, hasta que me llamó Velazco Alvarado, poco antes de la caída de Allende. A mí me interesaba mucho el proceso peruano y me tentaba la invitación.

 

- ¿Lo tentaba el hecho de que fueran militares los que estaban proponiendo el cambio?

 

- Sí, y le voy a decir por qué. Para mí era imposible que en Brasil se llegara al socialismo a través de una vía democrática, a través del voto; pero que los militares llegaran a un régimen nacional y no antipopular era imaginable, era pensable. Entonces para mí se hacía particularmente interesante el contacto con estos militares en Perú.

 

- ¿Para qué lo habían llamado concretamente?

 

Para que me integrara a un grupo que asesoraba a Velazco Alvarado, cuya finalidad era pensar la revolución. Allí estuve un tiempo hasta que estando en Europa de vacaciones descubro que tengo cáncer de pulmón. Empiezo entonces a hacer ciertos trámites para que me dejen entrar a Brasil a operarme y, tal vez, a morir. Pero yo no quería morir, quería sobre todo ver a mi madre, ver el país.
 

Volví, me operé, y como demoraba en morirme, me dijeron que me fuera. Por un año volví a deambular por América hasta que en el 77 vino la apertura y yo volví a entrar. Allí empieza otra etapa de mi vida porque empecé a escribir novelas y con este motivo empiezan a considerarme un intelectual en serio.

 

— ¿Por qué dice eso?

 

— Porque es así, los únicos intelectuales considerados serios son los novelistas. A mí, antes, nadie me preguntaba por el destino del hombre, por el comienzo de la tercera guerra mundial, sólo después de ser novelista es que me preguntan estas cosas. El novelista es un intelectual de verdad. Yo lo soy, así que exagere su respeto conmigo.

 

— Eso haré.

 

— Y bueno, acabó la historia.

 

— La historia tiene un final feliz pues usted es Ministro de Cultura de Río, y su amigo Brizola es el gobernador.

 

— Ha dicho bien, la historia tiene un final feliz y la entrevista está terminada, ya no tengo más nada que decir.

 

— Yo diría lo contrario, lo central de la entrevista empieza ahora. ¿Qué es lo que quiere hacer desde su ministerio y qué cree que podrá hacer?

 

— El sentimiento que yo tengo y que tiene Brizola es que en estos 13 años de exilio nos han comido. . . ¿Cómo se llama el bicho que come madera?

 

— Polilla.

 

— Nos comió la polilla en esos 13 años.

 

— Usted escribió 3000 páginas, ¿cómo lo comió la polilla?

 

— En la vida cívica, política, perdimos contacto. Brizola, por ejemplo, pero bueno, aquí estamos ahora, tratando de llevar a cabo las mismas cosas que queríamos hace 20 años, sólo que se llama de otra manera. La posición es la misma, queremos democracia, queremos justicia para los trabajadores, queremos reforma agraria, queremos luchar contraías multinacionales. Y eso que se llamaba laborismo, trabalhismo ahora se llama socialismo o socialismo en democracia.

—  ¿Qué hará entonces como Ministro?

 

Yo voy a hacer lo que yo soy. Yo soy el que no se quedó boquiabierto en Europa, no soy un colonizado, pero debo como secretario de cultura, permitir que las manifestaciones culturales de procedencia europea, la llamada cultura erudita se realice. Una población como la de Río de Janeiro necesita la ópera, el ballet, pero es necesario saber que esa, para mí, no es la cultura. Los imbéciles piensan que sí es, y no saben, que esos son géneros, desarrollados en el siglo pasado en Europa pero no es la cultura, son sólo géneros. Nuestro papel es crear nuevos géneros. A partir de la creatividad popular crear nuevos géneros.

 

— Este concepto de cultura le debe traer no pocos dolores de cabeza.

 

- Sí, claro, yo vivo en guerra con esos maniáticos que sólo entienden por cultura lo que viene de Europa. Ellos me llaman “El fantasma de la Opera”, pues dicen que entré al Teatro Municipal para acabar con él.

 

— Pero usted no acabó con la ópera, al contrario, la llevó al aire libre donde fue escuchada por multitudes.

 

— Sí, pero ellos lo que me reprochan no es eso, sino que llevé al Municipal a una cantante negra popular de 83 años, Clementina, una de las más grandes del mundo. Para ellos Clementina no puede ir al Municipal. Pero yo creo que es necesario educar también a los colonizados.

 

— Usted ha sido el campeón del aire libre. Cuénteme qué mas ha hecho en este sentido.

 

— Conciertos al aire libre todos los domingos, óperas, ballet. Los sábados hay lo que yo llamo “Brasilianas musicales”. Se trata de un concierto completo de música clásica brasileña, con la orquesta o con cuartetos o lo que sea necesario. Otra cosa que estoy haciendo es defender de la piqueta a las viejas casas de Río. Y esto es algo que a la gente le gusta mucho, pues tienen así la seguridad de que sus nietos y los hijos de sus nietos conocerán esas viejas casas. Reivindicaremos, también a Yemanyá.

 

— ¿Por qué Yemanyá?

 

— Yemanyá es el acto cultural más importante del mundo moderno, yo creo, sólo los negros de Brasil pueden haberlo inventado. Se trata de una divinidad africana de las aguas en simbiosis con Nuestra Señora. Un millón de personas, más o menos, intervienen en las ceremonias que se realizan en la playa. Yemanyá es una especie de sirena que atrae a los marineros para hacer el amor con ellos, que usa rouge de labios. La gente va para darle flores, perfumes. Hace mucho tiempo que no hay en nuestro mundo una diosa carnal, que haga el amor.

 

— ¿Qué hará con la más importante fiesta de Río, el carnaval?

 

— Sacarla de la Avenida Presidente Vargas y ponerla en otra donde todo el mundo pueda gozarla, no solo unos miles. En mayo haremos un gran festival mundial de música negra, con cantantes americanos, caribeños y africanos. Es esta una manera de asumir que Río es una ciudad negra, y la ciudad negra va a tener su fiesta. Pero la cultura tiene dos alas la popular y la erudita y también en este sentido, el erudito, debemos hacer algo nuestro y no quedarnos como papanatas mirando a Europa como si esta fuera la fuente del sol. La más grande nación latina es aquí, es Latinoamérica. Con una creatividad incomparable con ninguna nación europea. Sólo nos falta un poco de enseñanza primaria.

 

— Y comer un poco todos los días.
 

— Sí, eso, para florecer como la mejor civilización de la tierra.
 

— ¿Su Ministerio tiene algo que ver con educación?

 

— Yo soy presidente de una comisión que está en este momento haciendo un programa de reestructuración del sistema escolar. Fíjese Uruguay :tomó en el siglo pasado la vertiente cívica de la educación. Sus maestros de primaria podían ser presidentes de la República. La educación era, en el Uruguay una manera de. formar a la ciudadanía. La mejor casa de cada ciudad, la más bell^ era para la escuela. En Brasil, con la estrechez, la mediocridad de lo que era el imperio —el último país del mundo en acabar con la esclavitud-, el pueblo era mirado como algo que no tenía ningún valor. El atraso en nuestras escuelas era tan grande que su rendimiento era peor que el de Paraguay, donde el pueblo habla guaraní y es alfabetizado en español. Lo que caracteriza al gobierno de Brizóla es tomar la educación, por primera vez, como prioridad total.

 

— ¿Cómo caracterizaría usted a Brizola como gobernador?

 

— Creo que su primer característica es su capacidad de indignación. Niños con hambre, niños sin escuela lo indignan. Y a esa indignación no la sigue la furia sino el trabajo para modificar la situación. Y la esperanza. Por eso en Río, en este momento hay optimismo. La gente siente que hay un gobierno y que ese gobierno es para ellos. Y no hablo más. No esqueça dicer que mi castellano es muito bom.

 

por Rosaura García

Jaque Revista Semanario Año II Nº 15

Montevideo, viernes 16 de marzo de 1984

 

Nota del editor de Letras Uruguay: Los textos elaborados por prestigiosos escritores, periodista, en este caso, permiten adosarle otros materiales para mayor conocimiento de la figura tratada.

Editor de Letras Uruguay: 

Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com / facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce Escaneado por el suscrito, inédito en la web mundial al día 8 de mayo de 2017

 

Darcy Ribeiro - 20/06/1988

Publicado el 12 ago. 2015

Reproduzido em 1988 este programa traz uma entrevista com Darcy Ribeiro, antropólogo, escritor, pedagogo e político também criador da Universidade de Brasília. Na época desta entrevista o Darcy Ribeiro político já havia sido ministro da educação do governo João Goulart e chefe da casa civil do mesmo governo. Depois de ter vivido alguns anos exilado, voltou e elegeu-se vice governador do Rio de Janeiro com Leonel Brizola de quem foi também secretário da educação.

 

Documentário Educadores Brasileiros: Darcy Ribeiro - Um Vulcão de Idéias [HD]

Publicado el 7 dic. 2015

Mineiro de Montes Claros, Darcy Ribeiro nasceu em 26 de outubro de 1922 e viveu por 74 anos. O programa da série Educadores Brasileiros dá uma dimensão da multiplicidade de aspectos presentes na vida e na obra do antropólogo e escritor, destacando o seu trabalho como educador. O documentário é construído com depoimentos, captados em diferentes momentos de sua intensa vida, e textos de sua autoria, compondo uma espécie de mosaico de suas ideias e ações.

A série Educadores Brasileiros apresenta a biografia e a obra de dois grandes teóricos da educação no Brasil: Darcy Ribeiro e Anísio Teixeira. Em um dos programas, depoimentos de familiares e trechos de textos de Darcy Ribeiro mostram multiplicidade de aspectos da vida e obra do educador. O outro explora a mais revolucionária realização de Anísio Teixeira: a luta por uma escola pública de qualidade.

O Paraíso Perdido - O Brasil de Darcy Ribeiro

Publicado el 26 oct. 2016

Episódio de estreia traz a personalidade e a formação do renomado antropólogo e educador.

Sua vida desde Montes Claros até a literatura em Belo Horizonte; e enfim as pesquisas com os índios, em uma iniciação profissional, sob a égide do Marechal Rondon.

Dentre os depoimentos, está a amiga do antropólogo, a jornalista Ana Arruda Callado.

SOBRE os EPISÓDIOS - A série 'O Brasil de Darcy Ribeiro', de Ana Maria Magalhães, mostra a trajetória do antropólogo, educador e político, em cinco episódios de 52 minutos. Documentário histórico com entrevistas de Darcy, especialistas em sua obra, amigos e colaboradores.
 

 

DARCY RIBEIRO O GUERREIRO SONHADOR

Publicado el 5 abr. 2016

“Eu sou um homem de fazimentos.” Era com esta frase que Darcy Ribeiro gostava de se definir. Na verdade, ele era muito mais: um grande intelectual, antropólogo, professor, educador, político, escritor e, acima de tudo, um nacionalista, apaixonado pelo Brasil.
Entre os que deram depoimentos ao documentário estão personalidades que conviveram bastante com Darcy e tiveram participação ativa em sua vida, como Oscar Niemeyer, Leonel Brizola, Sérgio Cabral, Eric Nepomuceno, Cristovam Buarque, Waldir Pires, Ziraldo, Nélida Piñon, Tatiana Memória, Claudia Zarvos e Vivaldo Barbosa, entre outros.

 

 

 

 

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