Última Voz

 
En un patio de Asunción del Paraguay, don Jóver Peralta alzaba el puño, que parecía una ramita seca, contra el dictador Stroessner.
-A este Führer analfabeto lo vamos a voltear! -clamaba, con su resto de voz-. Con la verdad hay que voltearlos a estos felones!. 
El viejo Peralta olía a meadas y era puro hues cuando yo lo escuché maldecir durante horas. 
Me dijo que había escrito una carta a los estudiantes, explicándoles que tenían que luchar por América como una patria única, dueña de sus riquezas y sin nada de yanquis; pero se la había dado a un tipo para echarla al correo y el tipo había resultado espía. 
Me habló de Solano López y su noble manera de morir y me habló de la guerra de la Triple Alianza. 
-La oligarquía porteña nos hizo mucho daño -susurró-. Nos hizo desconfiados, suspicaces. La oligarquía porteña nos ha arruinado el alma. 
-Badulaques! -gritaba, y para oírlo había que parar la oreja. 
El cuerpecito estaba inmóvil bajo el árbol frondoso. Don Jóver sólo podía mover los labios, pero la indignación le hacía temblar las manos y los pies. Tenía los pies sin zapatos ni polainas, hinchados de sabañones. Cuando cayó la noche, se quedó dormido. 
Jóver Peralta había escrito algunos libros y había peleado toda la vida para que los paraguayos fueran libres. 
Después se murió.

Tomado de:
Eduardo Galeano, Dias y noches de amor y de guerra


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