La minificción en Eduardo Galeano: 

tributo a la realidad y gozo estético  

"El lugar en donde surge el discurso es muchas veces el de la mirada…

Cuando la mirada establece contacto empieza a correr la narrativa…"

 Verónica Volkow, Diario de Sudáfrica

Cuando el cuento ocurre en la pluma de Eduardo Galeano, a uno le importa mucho lo que en su narración subyace: de un lado su contenido, esa sustancia de la realidad a la que Galeano rinde tributo sin reservas; del otro, la forma sencilla y fresca de su narrativa, que involucra al lector y lo compromete a poner su mirada en lo trascendente.

 En sus minúsculos escritos, Galeano cuenta sucedidos y leyendas. Nos lleva por Nuestra América y por el mundo entero, compartiendo realidades que van desde el exilio hasta la trágica vida del pueblo haitiano, pasando por la de quien -anciana de 110 años- se muere "un poquito aburrida de vivir".

 Y, como cuentista nato, le rompe la cara a la realidad: no se queda en lo aparente; ahonda en lo que hay más atrás, más allá de cada uno de los seres humanos que nos ofrece como personajes. Por ello sus cuentos son de golpe rápido y de desenlace redondo… porque sujeta con mano firme cada uno de sus relatos breves… y porque en ellos cada palabra está al servicio de un final premeditado.

Contenido y forma, tributo a la realidad y gozo estético, es la síntesis que desafía a sumergirnos en la reflexión y el disfrute de textos como El libro de los abrazos, Las palabras andantes, El fútbol a sol y sombra y las Ventanas con que, cada domingo, nos saluda desde las páginas del diario mexicano La Jornada. A ello dedico los siguientes apuntes, desde la modesta mirada del lector que busca en los narradores voces que cuenten nuestras formas de ser y de estar en el mundo.

 Galeano cuenta sucedidos y leyendas: lo mismo en los fogones de Paysandú, donde en boca de Mellado Iturria cuenta los sucedidos que sucedieron una vez o casi sucedieron, o los que nunca sucedieron, pero con lo bueno de que suceden cada vez que se cuentan; o nos inventa el pueblo natal de don Verídico, donde un viejito calandraca espera cada semana -loco de alegría de recibir palabras de mujer- las cartas que le regresan unos ladrones que le robaron su compañero baúl; y el cuerpo de Galeano se llena de palabras en la persona de Fernando Silva, un médico que cura tocando, pero también contando que es otra manera de tocar.

 Galeano nos lleva por Nuestra América y el mundo, compartiendo sin reservas esas realidades a las que rinde tributo en su escritura. En una de sus Ventanas -Para la cátedra de Geografía- aprendemos que Chicago, New York, Brooklyn, Miami y Holliwood son los nombres de algunos barrios de Cité Soleil, el suburbio más pobre de la capital de Haití. En Ventana sobre las prohibiciones -una de las tantas que nos abre en Las palabras andantes- nos recuerda que todavía hay gente que canta, aunque se lo prohiban en una fonda de Madrid, y todavía hay gente que juega -con carritos porta-valijas- aunque no se lo permitan en el aeropuerto de Río de Janeiro. Luego nos comparte -en La fiesta, que se lee en El fútbol a sol y sombra- el cartel que los seguidores del Club Nápoles colocaron, el 10 de mayo de 1987, en el cementerio de aquella capital italiana: ¡Lo que se perdieron! … la celebración de un triunfo esperado durante sesenta años… Y en La vida profesional -en El libro de los abrazos- su terca mirada nos avienta -en ese mismo 1987- hasta la tragedia de Colombia, donde Héctor Abad Gómez -antes de ser asesinado- dijo que la vida de un ser humano no vale más de ocho dólares. En Aquél país es raro morir de enfermedad, advierte Galeano ¿Cómo quiere el cadáver, su merced?

Galeano rinde tributo a la realidad rompiéndole la cara con sus minicuentos, en diálogos con personajes de cada día…un futbolista, un mendigo, un empresario, un pescadito… sus historias construyen y recrean, con verosimilitud, las realidades de nuestros pueblos…. Galeano descubre América al tiempo que nosotros nos descubrimos en ella… nos damos cuenta, y entonces con Carlos Fuentes nos decimos: somos, somos… lo dice con mil historias posibles y con mil ficciones que sabe inventar… y lo dice desde la razón y desde el corazón… desde la intimidad de sus personajes… y desde las paredes que mira cuando y dondequiera que va. En Ventana sobre las paredes recuenta: "Escrito en muro de Montevideo: Nada en vano. Todo en vino… En Buenos Aires: ¡Resucitaremos aunque nos cueste la vida!…En México: Salario mínimo al Presidente, para que vea lo que se siente… En Lima: No queremos sobrevivir. Queremos vivir… En La Habana: Todo se puede bailar… Y en Río de Janeiro: Quien tiene miedo de vivir, no nace". Y en Dicen las paredes/2 nos provoca una vez más: "En Buenos Aires, en el puente de La Boca: Todos prometen y nadie cumple. Vote por nadie. En Caracas, en tiempos de crisis, a la entrada de uno de los barrios más pobres: Bienvenida, clase media. En Bogotá, a la vuelta de la Universidad Nacional: Dios vive. Y debajo, con otra letra: De puro milagro. Y también en Bogotá: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Y debajo, con otra letra: (Último aviso)".

Como Rosario Ferré, Galeano sabe que los latinoamericanos sabemos poco de América Latina, y a veces de nuestros propios países… pues -a pesar de miles de eruditos estudios económicos, políticos y sociológicos- no sabemos imaginar bien lo que es ser cubano, boliviano, mexicano o argentino… Galeano extrae, de una abundante y bien nutrida información histórica, realidades de distintas épocas que él recrea mediante relatos de ficción bien cimentados… y entonces arma la historia… y su palabra se desata incontenible, como en Los nadies: "Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres… Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada… los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: que no son, aunque sean… no hablan idiomas, sino dialectos… no profesan religiones, sino supersticiones… no hacen arte, sino artesanía… no practican cultura, sino folklore… no son seres humanos, sino recursos humanos… no tienen cara, sino brazos… no tienen nombre, sino número… no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".

Los cuentos de Galeano cumplen una función literaria subversiva, en el sentido que se le concede al minicuento en el manifiesto lanzado en Barranquilla, Colombia, por la revista Zona. Contada en lenguaje a veces coloquial, a veces poético, cada narración conduce a un final de puñalada, a un desenlace redondo…como en Los numeritos y la gente: "¿Dónde se cobra el ingreso per Cápita? A más de un muerto de hambre le gustaría saberlo. En nuestras tierras, los numeritos tienen mejor suerte que las personas… En América Central, las estadísticas sonreían y reían mientras más jodida y desesperada estaba la gente… En Colombia, los ríos de sangre se cruzan con los ríos de oro. Esplendores de la economía, años de plata fácil: en plena euforia, el país produce cocaína, café y crímenes en cantidades locas". Su principal recurso es la economía del lenguaje, que va de la mano con su afán de liberar de ataduras a las palabras para devolverles su poder de escandalizarnos. Imagina sus personajes, les da un marco o escenario donde se mueven y los relaciona con otros… Todos los minicuentos de Galeano interesan al lector desde las primeras líneas: empieza de golpe y prende al lector; le mantiene ese interés y culmina con desenlaces redondos, que responden a ese interés despertado. En El gol lo podemos apreciar: "El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna… El gol, aunque sea un golcito, resulta siempre goooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre, y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire".

Hay en Galeano inventiva, ingenio, impecable oficio prosístico, impostergable concentración y economía verbal inflexible. En su minificción lo que vale o funciona es el incidente a contar; la acción impera sobre lo demás. Sus cuentos contienen historias vertiginosas que desembocan en un golpe sorpresivo de ingenio. A veces el suceso contado se resuelve por el absurdo, y otras por la solución que lo subvierte todo; y a veces llega a descomponer lo lógico hasta la extravagancia… Historia del tiempo que fue nos cuenta que "Cuando el tiempo de la desventura llegó a Yucatán, el venado ya no pudo correr como viento y fue lastimado y lloró. Sus ojos de agua, que dieron de beber a los más lastimados, quedaron por siempre húmedos y grandes. La serpiente perdió los cascabeles de la alegría. Desde entonces sólo suenan, en su cuerpo desnudo, los cascabeles del miedo. Y el pavo cayó a los montes bajos, donde nadie lo escucha, y nunca más pudo remontar vuelo desde la tierra donde sufren exilio los desterrados del cielo".

 Las más de las veces, lo que opera en sus minificciones certeras y afortunadas es el inesperado golpe fino de ingenio, que se expresa en contadas líneas que a veces destilan humor, ironía, sátira o sorpresa… y a veces todos estos rasgos juntos… en torno a las debilidades o las estupideces humanas… No hay en sus cuentos, por eso, finales únicos y sorpresivos… sus finales son abiertos, inminentes, diferidos a otros cuentos de la misma serie o anticipados en el interior de la narración…. De allí que uno busque con fruición el que sigue, cuando el autor nos anuncia una serie temática… En La burocracia/1 leemos: "En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, Juan José Naueched, que era manco, había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después él. En la cárcel, Naueched quizo recuperar su brazo perdido… formuló su solicitud de brazo… le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil". La burocracia/2 nos da cuenta de los partes oficiales de la cárcel llamada Libertad, en aquellos años: "Un preso, cuya cabeza estaba, como todas, rapada a cero, fue castigado por entrar despeinado al comedor. Otro, por sacar la cabeza por abajo de la puerta, aunque bajo la puerta había un milímetro de luz". Y en La burocracia/3 nos habla de lo que vivió Sixto Martínez cuando cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla: "En medio del patio de ese cuartel había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué… Y después de mucho hurgar se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca".

Galeano nos ofrece una ficción de calidad, lúdica y emocionante… Él sabe jugar en serio con la sensualidad de sus personajes y con nuestra sensualidad de lectores. Con su mirada sensual, acaricia el paisaje, la naturaleza, los cuerpos y hasta las ideas. Su cadencia narrativa -diría María Luisa Puga- es la de un acto de amor sereno que sabe vivir los momentos de violencia para recuperarse en la otra orilla… Para crear y recrear la normalidad, la cotidianidad, el transcurrir de nuestras vidas en el tiempo y el espacio parte de situaciones descabelladas, grotescas, incluso crueles; pero nos hace sentir los momentos amables y gozosos de esas situaciones, rescata lazos afectivos y momentos de solidaridad y nos muestra como los seres humanos que somos, de carne y hueso, en esa como orgásmica fusión que logra entre la historia contada, su palabra encantadora y las emociones que despierta en el lector… como las que se despiertan leyendo La casa: "1984 había sido un año de mierda… La casa parecía maldita. Y sin embargo, Nani y Alfredo Ahuerma habían estado allí, por unos días, y al irse habían escrito en el espejo: En esta casa fuimos felices. Y también nosotros habíamos encontrado la alegría en esa casa ahora jodida por la mala racha, y la alegría había sabido ser más poderosa que la duda y mejor que la memoria, así que esa casa entristecida, esa casa barata y fea, en un barrio barato y feo, era sagrada".

Galeano organiza el material que descubre con su mirada, de tal manera que el resultado es una realidad verosímil… En sus cuentos cortos -como en los de García Márquez, donde muchas veces los ambientes son áridos y calurosos por la fuerza de las realidades- tiene palabras para todo: es versátil porque sabe que todo es digno de ser contado, y con ellas nos llena de color y frescura; por eso es lúdico, gozoso… porque la palabra se ve, se oye, se huele, se gusta y se palpa… como en Celebración de la voz humana/2: "Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada".

 Galeano nos invita a reflexionar literariamente en las historias que nos cuenta. Desde cada uno de sus personajes o sus sucedidos nos acompaña a construir identidades, a ahondar en la historia de esas historias, a atar cabos para encontrar signos y significados… porque cada irrupción en el presente nos interrumpe y nos llena de desasosiego…nos abre puertas… y nos ayuda a ser más humanos porque nos permite conocernos más… El hambre/2 se nos antoja un ejemplo redondo: "Un sistema de desvínculo: El buey solo bien se lame. El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos".

 Esa manera de introducirse en la conciencia del lector -uno se incluye irremediablemente en sus cuentos- hace de la mininarrativa de Galeano -en palabras de Lauro Zavala- una escritura protéica, muy poética y cargada de ironía, que refleja una forma distinta de ver el fenómeno del cuento… Galeano experimenta con el lenguaje e incorpora la parodia, la ironía y el humor como elementos sustanciales del relato… y su escritura se mueve en las fronteras entre el cuento o relato tradicional y otros géneros en prosa como el ensayo y la crónica. Esta incorporación de la parodia, la ironía y el humor como elementos sustanciales del relato -que hace protéica la escritura de Galeano- nos remite a la apasionada formulación de la pasión por el discurso que propone Daniel Prieto Castillo en sus cartas a los estudiantes de comunicación. Justo en su texto La pasión por el discurso, el periodista, investigador y profesor argentino defiende -de la mano de don Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar- la forma del discurso, la capacidad de decir, la fuerza de la respuesta, la riqueza expresiva: la forma es el contenido, señalaba el maestro Rodríguez… y yo me atrevo a proponer que en la forma narrativa de Galeano, en el encanto de su palabra, hay toda una pasión por el discurso, toda una pasión por el relato breve para contagiarnos de la historia profunda… Porque uno se emociona ante sus formas, uno siente la fuerza de su lenguaje, uno crea y recrea imágenes, uno ríe y goza con sus palabras, uno proyecta sus universos posibles e imposibles, uno estalla en la metáfora imprevista, uno se encuentra y se reconoce en sus expresiones, en sus palabras pues.

 Cada día aprendo más a leer a Galeano… Me fijo en las entradas de sus cuentos y empiezo a gozar… y me meto a ver qué pasa, de qué se trata… lo examino curioso, le doy vueltas… y, de pronto, me asalta ese final redondo… Y como las palabras atienden a dos cuestiones -lo que cuentan y para qué lo cuentan- no puedo menos que reconocer que Galeano nos conduce a reconocernos en la realidad y al gozo estético de sus palabras… de su forma que se funde en el contenido…

Galeano se ha ganado un lugar en la narrativa latinoamericana y ya forma parte de la literatura universal contemporánea…Él se inscribe en esa tradición literaria del cuento corto que en México encabeza Julio Torri y que alimenta con maestría Augusto Monterroso, en la cual se dice más a partir de lo no dicho, porque la mayor complejidad de los asuntos se resuelve en la brevedad del relato…

Alfredo Salazar Duque. 

Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco

Ponencia presentada al Primer Coloquio Internacional de Minificción.

México, D.F., 17 de agosto de 1998.

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