El Señor de los Perplejos

 

Cuando me disponía a elaborar un itinerario tentativo, en el marco de un viaje por Europa, el pasado año, no resistí la tentación de incluir una visita a aquellos lugares que a priori se presentaban en España como atractivos por su directa vinculación con la cultura sefardí.
Semanas después, uno de los puntos de contacto, más emocionalmente fuertes, fue el pasaje por Córdoba y el hecho de poder tocar, como lo hacen todos los turistas, el zapato derecho de Maimónides, filósofo, teólogo, médico, matemático, astrónomo, físico, humanista, escritor y pensador cordobés, cuya estatua, en la que se muestra sentado, con una mirada fija y reflexiva, preside la serenidad de una casi imperceptible placita llamada Tiberíades, enclavada en una tan estrecha como tortuosa callejuela de una de las ciudades "de las tres culturas".
Tal monumento en bronce, obra del escultor español Amadeo Ruiz Olmos, requirió de ocho siglos de espera, ya que recién en la década de los años '60 fue erigido en su memoria y el hecho de tocar su zapato fue un acto que, según la tradición local, "traerá aparejada la eterna felicidad al visitante...".
El autor de la famosa "Guía de los Perplejos", fue un personaje que acaparó, a través de los siglos, el interés de estudiosos de todo el mundo por sus valiosos aportes a diversas disciplinas de la vida humana. Nacido el 30 de marzo de 1135, fue llamado "el Aristóteles", y también "Rambam", por las siglas emergentes de Rab Moisés Ben Maimón.
Mientras su padre fue conocido por su gran erudición en ciencias como la Astronomía, sin embargo, poco se sabe acerca de su madre, quien no alcanzó a criar a su hijo, pues falleció ante complicaciones durante el parto. Tuvo dos hermanos, David, comerciante en joyas y Shulamit, excelente calígrafa, lo que fue de gran ayuda para sus escritos.
La infancia de Maimónides transcurrió en Andalucía y Castilla. Creció y se educó hasta los trece años en un ambiente de tranquilidad y bienestar. Pero en 1148 el sur español es conquistado por los almohades, lo que motivó su exilio, llegando a Almería en 1151 y más tarde a Marruecos, a pesar de lo cual nunca renunció a sus estudios. El exilio pareció acrecentar sus fuerzas espirituales y creadoras, época de la cual datan sus primeras obras.
Debido a nuevas persecuciones religiosas tuvo que partir hacia la ciudad de Fez (Norte de Africa) y más tarde, por idénticos motivos, se trasladó a Tierra Santa y a Egipto, donde pasó a residir cerca de El Cairo. Allí fue mercader de piedras preciosas, hasta caer enfermo. Postrado en el lecho durante un prolongado período, debió optar por una profesión para poder subsistir, dedicándose entonces a la Medicina, ciencia que lo sedujo y que estudió a fondo durante su enfermedad.
A pesar de su vida azarosa, Maimónides dedico gran parte de su vida a los textos bíblicos y a sus comentarios y, en general, a toda la ciencia vigente. Su habilidad para integrar las diversas disciplinas humanísticas y el razonamiento científico con los principios religiosos, han servido como modelo para muchas de las tendencias de las que se han nutrido diferentes corrientes filosóficas actuales. Su amplitud de conocimientos quedó reflejada en su compleja y abundante obra. Escribió fuera de España y en árabe, pero ha sido considerado el pensador cordobés de mayor altura, universalidad e influencia en la filosofía, ya que con él el pensamiento llegó en esos años a su máximo esplendor. Incluso produjo poesía, aunque en menor volumen, aparte de su gran labor en otros campos del saber.
Su fama como médico igualó a la de filósofo. Su "Guía de los Perplejos" fue formulada para explicarle a uno de sus discípulos, algunas dudas sobre diversas temáticas. Originalmente escrita en árabe, aunque traducida a muchos idiomas, es una obra cumbre de la filosofía medieval, en la que se sintetizan y concilian la fe religiosa y la teología con el pensamiento de Aristóteles.
Maimónides se nutrió también con la ciencia y la cultura del Islam, lo que perfeccionó más aún sus conocimientos y elevó su erudición a la más alta expresión. Todas las cosas y todos los aspectos de la naturaleza y de la vida, del pensamiento y de la acción, fueron para él parte de ese todo armónico. Existen ciertos textos que recogen una sentencia que le es atribuida: "Si Doctores más sabios que yo quieren ayudarme a entender, concédeme Señor el deseo de aprender de ellos, pues el conocimiento para curar no tiene límites".
Algunos historiadores aseveran que en una oportunidad le fue ofrecido el cargo de "médico real" de las cortes británicas, al que no pudo acceder ya que su prolífica vida se extinguió en diciembre de 1204, cuando tenía 60 años de edad. Sus restos yacen en Tiberíades (Tierra Santa).
En el terreno científico destacó su crítica frontal a la astrología, expuesta en una carta a los sabios del sur de Francia. Clasificó la medicina en tres divisiones: la preventiva, la curativa y la destinada a los convalecientes, incluyendo los inválidos y ancianos. Combatió duramente los hechizos, encantamientos y amuletos en el tratamiento de los enfermos. Estimulaba a sus discípulos a observar y razonar críticamente. Hizo grandes contribuciones a la práctica médica y dentro de sus principales escritos sobre temas médicos se encuentran: "Extractos de Galeno", "Comentarios sobre los aforismos de Hipócrates", "Aforismos médicos", y Tratados varios sobre relaciones sexuales, asma, los venenos y sus antídotos, etc.
En sus trabajos se describen las reglas sobre la supremacía y nobleza de la vida humana. Según Maimónides, el hombre debe tender a mantener su salud física y su vigor para que su espíritu se mantenga enhiesto, puesto que es imposible entender las ciencias y meditar sobre ellas cuando se está enfermo o hambriento.
Finalizamos esta breve reseña con su memorable

Invocación

"Dios, llena mi alma de amor por el arte y por todas las criaturas. Aparta de mí la tentación de que la sed de lucro y la búsqueda de la gloria me influencien en el ejercicio de mi profesión. Sostén la fuerza de mi corazón para que esté siempre dispuesto a servir al pobre y al rico, al amigo y al enemigo, al justo y al injusto. Haz que no vea más que al hombre en aquel que sufre. Haz que mi espíritu permanezca claro en toda circunstancia: pues grande y sublime es la ciencia que tiene por objeto conservar la salud y la vida de todas las criaturas. Haz que mis enfermos tengan confianza en mí y en mi arte y que sigan mis consejos y prescripciones. Aleja de sus lechos a los charlatanes, al ejército de parientes con sus mil consejos y a los vigilantes que siempre lo saben todo; es una casta peligrosa que hace fracasar por vanidad las mejores intenciones. Concédeme, Dios mío, indulgencia y paciencia con los enfermos obstinados y groseros. Haz que sea moderado en todo, pero insaciable en mi amor por la ciencia. Aleja de mí la idea de que lo puedo todo. Dame la fuerza la voluntad y la oportunidad de ampliar cada vez más mis conocimientos, a fin de que pueda procurar mayores beneficios a quienes sufren. Amén!"

Ing. Teodoro R. Frejtman

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