Dos edificios que enorgullecen a los montevideanos

 

Vamos a introducirnos un poco en la historia de nuestra Capital, haciéndolo a través de un par de magníficos edificios, orgullo de los montevideanos y del país todo. Ambos, aunque de estilos y cometidos diametralmente opuestos, tienen en común algunos aspectos tales como el hecho de haber sido erigidos frente a la Plaza Constitución (Matriz), inaugurados durante el siglo IXX y declarados como Monumentos Históricos Nacionales en el mismo año (1975).

La Iglesia Catedral de la Matriz

La apacible y bella catedral metropolitana, denominada Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, fue originalmente una modesta capilla, pequeña, de paredes de ladrillos, tirantes de madera y con un precario techo de paja que había sido levantada por los propios capellanes en lo que son hoy las calles Piedras y Zabala, siendo inaugurada en el año 1740, mientras el vecindario y la Compañía de Jesús edificaban la Iglesia Mayor, en el que es su actual emplazamiento, en la esquina de las calles Sarandí e Ituzaingó.
Hacia 1764 su estado era ruinoso y se debió aguardar hasta el 20 de noviembre de 1790 para que, en solemne acto ,el párroco Juan José Ortiz colocara la piedra fundamental de la nueva iglesia. De los elementos que ornamentaron la primera construcción se conservan la pila bautismal y la imagen de sus patronos San Felipe y Santiago y un reloj de campana que perteneció a los jesuitas y que finalmente tuvo como destino la torre del Cabildo de Montevideo, al otro lado de la Plaza.
Las obras de la Catedral se extendieron hasta el año 1804, siendo inaugurada el 21 de octubre de ese año y hasta hoy en día no han podido ser hallados los planos originales de su cálculo y diseño, que correspondieron al ingeniero Custodio de Saa y Faría. Las características de su estructura planimétrica corresponden a las de los templos al estilo de las basílicas, por su magnificencia, y se halla dividida en tres importantísimas naves, a similitud de afamadas iglesias existentes en gran parte de nuestra América y en Europa, principalmente en la Península Ibérica.
En el año 1860 el arquitecto Bernardo Poncini, se abocó a realizar modificaciones en la fachada principal, creando una composición de orden colosal y ya en nuestro siglo, hacia el año 1949, se procedió a la limpieza y restauración total de dicha fachada, por parte de un grupo de arquitectos (Pardo, Terra, Solari y Ruano) quienes revirtieron parte de la intervención de Poncini, dejándola en sus condiciones actuales.
Finalmente, más cerca de nuestros días, en la década de los años '70, se libraron los arcos de viejas construcciones sobre la calle Sarandí, y como decíamos al principio, fue declarada Monumento Histórico Nacional.

La Iglesia Catedral de la Matriz

En la calle Sarandí, frente al número 584, se alza este edificio monumental, construido bajo la dirección del ingeniero Luis Andreoni con el objetivo de servir de recinto a los miembros de las clases altas montevideanas en una zona privilegiada en la que alternaban y se sucedían las grandes tiendas junto a los hoteles de mayor categoría y a las más distinguidas confiterías.
Las obras de su emplazamiento se desarrollaron entre 1886 (año en que precisamente se realizaban las primeras experiencias de iluminación eléctrica de la Plaza Constitución) y 1888, año de su inauguración oficial. Es destacable especialmente la excepcionalidad de su ubicación, ya que la acera norte de la calle Sarandí se caracterizó siempre por ser el sector preferido de encuentros sociales, posición que se reafirma en esta cuadra por su enfrentamiento con la Plaza, la cual hoy se ha constituido en la remozada y rebautizada Peatonal Sarandí.
El inmueble del Club Uruguay destina su planta baja a alojar comercios de prolongado prestigio en nuestra Capital y sus dos plantas superiores son asiento de locales específicos de la propia institución, en cuyo desarrollo se incluyen múltiples salas destinadas a cultura, reuniones sociales, exposiciones de arte, presentaciones de libros y esparcimiento.
Son de gran importancia los enormes salones, (coronados al frente por estupendos balcones, desde los cuales se podía visualizar la majestuosidad de la bahía de Montevideo), los cuales se mantuvieron en uso permanente hasta hace unas pocas décadas. La construcción es un claro ejemplo de una obra que toma como referentes diversas modalidades del pasado. 
Esta vinculación a distintos lenguajes y estilos arquitectónicos se organiza por niveles, asimilándose la planta baja al Renacimiento (siglo XV), el primer piso al Manierismo (exageración artificiosa del estilo) y el segundo piso al Barroco (siglo XVII). Se destacan la amplitud de su salón de fiestas, estilo imperial, de exquisita presentación, perimetrado por sendos espejos belgas.
La renovación y los cambios de la morfología operada en parte en el entorno en el que se halla enclavado este edificio hicieron diluirse con el tiempo, en alguna porción, su valor referencial. Sin embargo esta edificación sigue siendo un clásico exponente de nuestro acervo cultural y nuestro patrimonio más valioso.

Ing. Teodoro R. Frejtman

Ir a índice de Crónica

Ir a índice de T. Frejtman

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio