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A mi hija
Ana Rita Franco

Nunca creí que podía querer tanto sin saber
ni de que sexo serías ni que nombre llevarías,
lo que tan solo quería era poderte tener
y saber que allí estarías por siempre amor, en mis días.

Fue increíble la presencia que sentí desde que estabas
esa sublime experiencia sabiendo que allí gestaba 
en mi vientre a ese ser que trascendería mi vida
tan solo por la evidencia de que mi vientre crecía.

No importaba la apariencia que podría yo tener
si algo había de soñar: tu mirada encontrar
así me sentía completa nada más podía querer
solo que llegara el día y poderte sostener.

Fueron pasando los meses y yo estaba deslumbrada
queriendo contarle al mundo todo lo que me pasaba
movimientos en mi vientre daban cuenta que allí estabas
haciéndote muy presente…tu carita imaginaba.

Pensando de esa manera valía la pena estar
cansada, pues no importaba, con sueño o con malestar
todo el tiempo yo estaba queriéndote abrazar
ahora mismo, no pensando lo que fuera a pasar.

La mezcla de sentimientos fue increíble y tú lo sabes
Pues, todo lo que sentía tu también lo padecías,
mis miedos, mis ansiedades, mi gran paz, mi solidez,
mi malestar, mi estar bien, ni que hablar de pesadez.

Vulnerable cien por ciento ante cualquier movimiento
Pues, de momento importaba todo lo que allí pasaba,
solo bastaba estar, un poco de mal humor, perdiendo casi el aliento
tal vez por la desazón, de no saber si sería la madre que yo deseaba.

Madre que todo podría, pues con tu solo mirar ya sabría lo que querrías
sin contar la inexperiencia que por obvio yo tenía,
los miedos se acumulaban y dos por tres me quebraba
susceptible estaba a todo, pues ya muy poco faltaba.

Soñaba todos los días, con el día que nacerías
donde por fin estaría contigo amor de mi vida,
no creo que nunca haya, dicho con tanta pasión
amor de mi vida amor, como hasta entonces, amor.

Y así el gran día llegó y no se como explicar,
Única la sensación!, que por mas que lo soné,
por más que yo lo pensé, nada lo pudo igualar
y mira te imaginé....diez mil veces lo pensé.

Nada jamás igualó lo que viví aquel día,
donde por fin en mis brazos, yo te tuve hija mía,
eras tal te había soñado, pero tus ojos bebé
jamás los imaginé, no por color ni por forma, eso si que lo soné.

Esa expresión increíble, la recuerdo y me emociono;
tu mirada decía todo, eso…no lo había soñado,
fuiste el reflejo de mi alma, el amor sin más decoro
la caricia de una brisa, en el calor mas osado...

El frío de una lágrima recorriendo mi mejilla,
daba cuenta a la mujer, que allí pudo darse cuenta
en un segundo la vida la puso de ida y vuelta...
tu presencia brindo todo en una simple camilla.

Como explicarle al mundo tú presencia hijita mía,
desde que te conocí no fui nunca la que era
un ser soberbio, egoísta, ahora pienso y me lastima,
yo tampoco imagine que otra, ahí…nacía.

Amor incondicional, no racional pero igual
el más deseado sin duda, y con el alma desnuda
me quiebro en solo pensar en ese amor nunca dual,
no importe que ha de pasar, intacta esa ternura.

Sólo lo puede sentir aquella que ha sido madre
sólo ella sabrá, lo que he intentado expresar,
pues por más que te lo cuenten o que en verso te lo digan
nunca se podrá aprehender lo que un hijo te inspira.

Ana Rita Franco

Gentileza http://participacion.elpais.com.uy/nostalgiadeemigrante/about/  

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