El albatros errante 
Waldemar Fontes

La brisa del mar, llegaba cálida sobre la playa de las costas oceánicas del Uruguay.  

Un ave blanca, con sus alas abiertas flotaba en el viento, disfrutando del vuelo, del calor del sol, de la sal que perfumaba el aire.

En el muelle de la costa, Salvatierra, el “yuyero” [1] , acomodaba los ramitos de hierba y observaba.

Una familia recorría la playa.   Miraban al ave con curiosidad, y llegaron hasta el puesto de Salvatierra.

-...Un Albatros Errante. Dijo el yuyero, -El ave más grande del mundo… Puede medir más de tres metros con sus alas abiertas y viajar miles de kilómetros planeando sobre el mar, sin tocar tierra...

El albatros chilló e hizo un sobrevuelo sobre el muelle.

-Yo también lo saludo, don albatros... Contestó el yuyero.

-¿Cómo hace para entenderlo?- Dijo risueña la señora. -No me diga que habla el idioma de los pájaros.

Salvatierra sonrió... -de tanto observarlos, los entiendo- dijo.

El ave seguía planeando cerca del muelle. Giró a un costado y lentamente se alejó.

-Adiós amigo. Dijo Salvatierra.

La mujer, hizo un   gesto como diciendo... este viejo loco... y se fue sin comprar nada.

Se acercó entonces Juan, el muchachito que siempre rondaba el muelle.

-Parece que no le creyeron, Don Salvatierra.

-No te preocupes; no hay que gastar palabras con quien no tiene oídos para escuchar.

El albatros volvió a pasar, chillando alegre sobre el muelle.

-¿Qué dice?   Preguntó Juan.

-Dice que hace 3 días que planea con vientos suaves y cálidos y que como estaba cerca de nuestra costa, quiso venir a saludar.

-¡Qué bueno! exclamó Juan ¿y qué más...?

-¿Qué más decía? insistió Juan, que siempre quería saber más.

Salvatierra no hizo caso de las preguntas del muchacho y comentó: -¿Viste como hace para planear? …Una leve vibración de sus alas le permite dirigir el vuelo y aprovechar las corrientes de aire.

Ahora observa... Mira como queda estático... Mira ahora, ...es solo una vibración muy sutil, si mueve una pluma de más, pierde la brisa y gira en otro sentido, pero no. El sabe como controlar su vuelo.

Con otro tipo de vibraciones, las de su garganta, emite sonidos que le sirven para comunicarse. Pero también puede emitir ondas imperceptibles, que no hacen ruido, que le permiten comunicarse con su pareja y reencontrarse con ella, aunque haga mucho que no se vean...

-Y con esas ondas, también se comunica con usted, ¿verdad Don Salvatierra?

El yuyero sonrió. El joven estaba comprendiendo.

-Como te decía, tienen una forma de comunicarse, que les permite encontrarse de nuevo en cada período de apareamiento, porque, aunque no creas, en estos tiempos tan “modernos”, en que todos cambian de pareja a cada rato, el albatros, es un ave monógama.

Ellos tienen muy claro, el asunto del género, se respetan mucho y cada cual cumple una función determinada.  

Todos los años, a partir de diciembre se encuentran en alguna isla remota de los mares australes, entre los témpanos de la Antártida.

Entonces el macho prepara el nido con musgos y plumas, y lo acomoda con excrementos secos. En esos lugares, hay poca vegetación, y es difícil conseguir materiales.

Cuando tiene el nido pronto, prepara un ramito de líquenes, para obsequiar a su dama...

Viven entonces unos días de romance, hasta que la hembra pone un huevo. Uno solo, blanco, ovalado grande como una lata de cerveza.

Por un período de tres meses ambos se encargan de la tarea de empollar el huevo. Se turnan para alimentarse y para cuidar el nido.

Cumplen una tarea muy difícil, porque a pesar de ser unas aves tan grandes, si se descuidan, las skúas, los depredadores de las islas antárticas, picotean el huevo y se comen el polluelo.

Juan escuchaba atento, y Salvatierra siguió.

-Cuando el pichón nace, ambos padres se turnan para alimentarlo, trayendo la comida en el buche para vomitarla en la boca abierta de la cría.   Cumplen esta labor hasta que el polluelo tiene la fuerza para moverse solo.  

Los polluelos tardan casi 10 meses en madurar. Si la cría muere, hasta el año próximo la pareja no intentará tener otro hijo.

Aunque lo quisieran ya no sería posible, porque a fines de marzo comienza el invierno austral y las ventiscas arrecian. No es posible criar un polluelo recién nacido, en esas condiciones.

Cuando el pichón puede volar solo, ambos padres emprenden un largo viaje por los mares, cada cual por su lado.

Deben dar tiempo a su cuerpo a recuperar las energías y a su espíritu a volver a los orígenes más puros... Solo se preocupan entonces de volar, errantes por los cielos, durante días y días.

El próximo año, no se reunirán para empollar. Recién al segundo año volverán ambos a ese mismo lugar y comenzarán con la misma tarea, el macho a preparar el nido y cortejar a la hembra...

-Que interesante...- Dijo el joven Juan. –Pero entonces, no tienen casa... ¿Cómo hacen cuando llueve o hay tormenta?

-Buena pregunta. Efectivamente no tienen casa. No la necesitan…

…el albatros, tiene muy desarrollada su percepción, y nota cuando el aire se comienza a cargar con partículas negativas que presagian tormenta.   Entonces busca las corrientes que lo conduzcan lejos de la perturbación y se aleja.

Como puede volar cientos de kilómetros sin parar, es muy simple para él buscar otro cielo, donde la carga positiva le compense las energías, y así sigue su viaje.   

-No entiendo como puede hacer para volar tantos kilómetros sin cansarse... Preguntó el inquieto Juan.

-Más que volar, en realidad el albatros planea. De esa forma el esfuerzo que realiza es mínimo. Solo mueve sus alas lo necesario para desplazarse de una corriente de aire a otra, y cuando logra estar en posición, lo que hace es mantener el ritmo.   Es una tarea difícil, pero que da resultados maravillosos.

El aprender a mantener el ritmo, es útil para todas las cosas, mira aquellas gaviotas en las rocas... ¿Viste como revolotean y luchan por la comida? Parece que estuvieran peleando, y sin embargo observa como primero se lanza una y después otra, mantienen un ritmo...

Juan asintió.

-Dicen los marineros viejos, que el albatros es un ave de buen agüero y algo de cierto habrá pues él siempre vuela alejándose de las tormentas y eso significa que mientras esté por allí, habrá buen tiempo.

-Es un ave muy particular... dijo Juan.

-Si lo es.   En muchos lugares las reverencian...   Me contaba un marinero, que vio en el Cabo de Hornos, un monumento al albatros, que representa al alma de los marinos muertos en el cruce de los bravos mares australes.

-Hasta monumentos tiene... comentó el joven.

-Viste. Todo tiene su correspondencia. Lo que está arriba, es como lo que está abajo...

Juan se rió, y le siguió la corriente a Salvatierra: -Pero un albatros en el cielo, no es lo mismo que en el suelo...

-Tienes razón. Mira que buena observación.   

Te das cuenta que algo hecho para volar, para deslizarse con la brisa, para mantener un ritmo preciso, cuando pierde las posibilidades de su entorno natural, queda arruinado.

-Entonces no es lo mismo arriba que abajo... Afirmó Juan, queriendo discutirle a Salvatierra.

-¿Te parece? Acaso estar parado sobre la tierra, ¿es abajo del cielo?

-Y si, claro.

-¿Y qué pasa cuando el albatros se sumerge en el mar?   Allí si se da la regla. Abajo del agua, deja de comportarse como ave y se comporta como pez.

Nada, aprovechando el impulso de la zambullida, hace vibrar su cuerpo para perseguir la presa y atraparla, compensa las fuerzas negativas que lo llevan hacia abajo, con las positivas que le permitirán salir y volar de nuevo... y entonces vuelve a ser el ave...

Juan quedó pensando. –¡Guau! No se me había ocurrido eso.   Si lo mira por ese lado, tiene razón.

Todo está en equilibrio, unas veces estamos en el aire, otras en el piso, a veces abajo del agua, y cada cosa que hacemos repercute en otro lado.

Juan lo quedó mirando... no comprendía que quería decir Salvatierra.

-¿Viste como viene la gente a esta playa?

-Si... Les gusta. Contestó el muchacho.

-Y si les gusta ¿por qué dejan todo sucio?

-Ah, yo que se. Somos así...   que importa... a mi me sirve que vengan porque me dan propina por cuidar los autos. Contestó.

-Si, a mi también me sirve porque me compran los yuyos... ¿pero les servirá también a los animales? Es lindo ver aves espléndidas como el albatros, ¿verdad?

-Claro, dijo Juan

-Sabes que cuando yo era joven, veía por acá de 20 a 30 albatros... Ahora este es el único que viene... y como ya está viejo, capaz que sea el último.

-¿Por qué? Preguntó Juan interesado de nuevo.

-Porque toda causa, tiene su efecto.   Tenemos más gente viniendo a las costas, tenemos más barcos pescando en los mares, más basura por todos lados, y de ahí se contamina el agua, la playa, el aire... se mueren los animales porque no encuentran comida, o comen pedazos de plástico que flotan en el mar y confunden con peces… O les pasa como a los albatros que se enganchan en los palangres de los barcos pesqueros y se mueren ahogados...

-¿Queeeé? dijo el joven.

-Como te cuento.   Los barcos pesqueros usan un sistema denominado palangre, que es una línea larguísima, que se arroja al mar, con una cantidad de anzuelos enormes.   En estos anzuelos, hay carnada para los peces, pero los albatros, y también otras aves, que van atrás de los barcos, se lanzan a atrapar las supuestas presas, se tragan los anzuelos y por lo tanto, son arrastrados por el barco, que sigue navegando.

Cuando recogen la línea, sacan los peces… y también las aves que quedaron enganchadas, que por supuesto murieron ahogadas.

El joven Juan, quedó mirando con pena al albatros que hizo el último planeo y se alejó mar adentro.

Ya caía la tardecita, el sol se metía en el mar y la luz se iba.

Salvatierra,   comenzó a juntar sus cosas. Por hoy ya no tendría más clientes.  

La noche cubría la playa y la luna se reflejaba en el mar.   Salvatierra y Juan, subían la duna, rumbo a la cabaña del yuyero.   No hablaban ahora, pero ambos pensaban: ¿mañana regresará el albatros?, espléndido representante del espíritu humano, portador del alma de los marineros del Cabo de Hornos, ¿o habría sido la última vez que lo vimos?  


[1] Yuyero: en Uruguay, persona que conoce y recolecta hierbas medicinales y las vende o receta.   – yuyos son hierbas silvestres.

Waldemar Fontes

Montevideo, 2006

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