Certificado habilitante

 
Francisco andaba contento ese año. Los hijos estaban más grandecitos, y planeaba ir con el varón a un mismo Club para hacer gimnasia y algo de
deporte, antes de irse a trabajar.
Hacía años que no "se movía", pero los médicos hablaban cada vez más de lo conveniente que resulta para mejorar la circulación, la postura, combatir los efectos del trabajo sedentario y apartarse un poco del famoso estrés, por lo que estas consideraciones junto al hecho de que no fumaba hacía tres años, terminaron por decidirlo.
Por lo pronto, su punto de partida no era nada malo: no estaba gordo, no consumía alcohol, no fumaba, y dormía ocho horas diarias.
Respiró aliviado.
Se sentía optimista.
Por lo cual una mañana tempranito, antes de que comenzaran los fríos, encaminó sus pasos para gestionar la certificación médica que se exige en estos casos, y que ahora han dejado de llamar "carnet".
Le dicen "carné", y esto provoca la existencia de extraños carteles que rezan "carne al instante", y mueven a imaginar al carnicero detrás de la puerta, cuchilla en mano, mostrando una jugosa chuleta recién cortada para el primero que acierte a pasar.
Pero el trámite era obligatorio, así que Francisco decidió dónde hacerlo, y allá fue por su habilitación.
Ni bien traspuso la entrada, una funcionaría lo llamó a la realidad:
-Número 2384, escalera izquierda, segundo nivel, formulario amarillo.
Apenas reaccionó que en su mano había aparecido como por arte de magia un ticket de cartoncito con el 2384, cuando escuchó:
-El siguientee...
Ya no era él, así que tomó la escalera a la izquierda, como recordaba haber oído.
En cuanto alcanzó el segundo nivel, apareció ante sus ojos un formulario con título de grandes letras que decía :"Donación de órganos, Instituto Oficial del Trasplante".
-Llénelo, letra clara, preferiblemente imprenta. -Y acto seguido se vio bolígrafo en mano, frente a una pequeña mesa.
A su lado, un hombre mayor que estaba sentado en la única silla para público que se veía, lo miró socarrón y masculló:
-Yo no lleno esa porquería porque no quiero que me destripen. Además, se demora el doble en esta Oficina por llenar ese papel.
-Este está loco -pensó Francisco-; demorado está él en esa silla, mejor lo lleno.
Escribió su nombre, edad, estado civil, y cuando iba a ser generoso con el prójimo comenzando por sus ojos, oyó a la funcionaria:
-¿Sabe cómo se sacan los ojos?
En cuanto se muere, hay que avisar enseguida, así que si no piensa avisar enseguida mejor no empiece por los ojos, porque un ojo seco no sirve para nada, ¿entiende? Tiene que estar fresco. Además que no es el ojo lo que le sacan, ¿sabe?; en realidad van y le recortan las corneas que es lo principal que puede servir de usted, y lo dejan enterito.
Francisco la miró de reojo y se guardó la opinión, mientras comenzaba a marcar la opción del hígado, respirando entrecortado.
-Hígado ni se preocupe, ¿sabe por qué? Porque acá el trasplante de hígado está en pañales; los más adelantados en eso creo que son los catalanes, y como se dará cuenta no van a llevar su hígado corriendo para España, sin contar con el tajo para sacarlo, aunque en realidad le digo, que los Doctores que sacan, lo dejan como nuevo, cosido y todo para el funeral, y no se nota nada ¿eh? -aclaró la funcionaria con gesto sabihondo mientras se acomodaba el tirador del soutien por encima de la camisa.
Francisco la miró ya molesto, pero, sin decir palabra, fue a marcar el casillero de "corazón", mientras sentía un calorcillo ascendente por el pecho.
-Ese sí, ¿vio?; sabia decisión la suya, porque el corazón en realidad no lo agarran entero, pero le arrancan las válvulas, alguna coronaria que esté bien destapada también puede servir, y qué sé yo, tal vez hasta algún trozo de la aorta superior, quién le dice, hay tanta cosa rara ¿noo?
Francisco respiró hondo, como para alejar malos espíritus; terminó el formulario, y mientras lo firmaba escuchó:
-Sangre, orina y vacuna tercer piso a la derechaa! Placa no se saca máass!
Subió las escaleras corriendo, llegó al nivel, y antes de terminar de leer el cartel de "Extracción de sangre" se topó con otro mayor que decía "CERRADO", y una mujer que tomaba la cartera con ademán de retirarse del lugar.
Tratando de aquietar su respiración, le solicitó:
-Señora, por favor, ¿no me podría sacar sangre? En realidad me demoré por la donación de órganos, pero yo estaba en el edificio hace mucho rato.
-Brazo derecho -dijo ella mientras blandía en el aire la sonda de goma para ligarle el brazo y rompía el nylon a una jeringa descartable.
A continuación, clavó certeramente su aguja, extrajo, soltó la goma y anunció:
-Listo, puede seguir.
En una carrera corta llegó a la ventanilla de "orina" que estaba baja, pero al ser de vidrio fantasía, permitía vislumbrar una presencia humana del otro lado.
Tocó discretamente con los nudillos y un hombre asomó la cabeza lentamente:
-Parece como que se atrasó jefe; aquí el asunto ya fue.
-Pero no puede ser -explicó Francisco hablando a los empellones, yo estoy en trámite, ¿ve? y mostró su brazo con el leucoplast recién colocado.
-Ta bien, tome un frasco y va al gabinete. Después vuelve.
El caso es que le costó volver, pues con tanto nervio acumulado, parecía no tener material para el análisis.
"Las aguas" me han abandonado, pensó y ya no sabía si reír hasta romper las mamparas, o salir llorando para la calle.
Finalmente logró entregar la muestra, y siguió corriendo hacia "vacunas".
Estaba francamente alterado y aquí la llegada fue aparatosa, pues casi tira un fichero metálico que servía de pared divisoria entre la parte administrativa y la de agujas por decirlo de algún modo.
Eso sí, el fichero estaba prolijamente trancado con candado.
-Escuche Enfermera, ¿no me podrá ver las vacunas?; mire, en realidad yo vengo haciendo todo en orden, ¿vio? Primero la donación, después la sangre, orina y ahora me falta acá, ¿no podría?; es que estoy faltando al trabajo para venir.
-A ver m'hijo, ya me saqué los lentes para ver su Certificado-Esquema, así que mejor se remanga, le ponemos las vacunas y listo.
El pensó si podría morir por sobredosis de vacunas, pero meditándolo más, se dijo "esto ha de ser más agua que otra cosa", de modo que levantó la otra manga, y se dejó pinchar.
-Ahora el examen médico m'hijo, si es que no se le escapa el Doctor; le aviso que entra en la Mutual Saluti Tanti en quince minutos.
-¿Y dónde lo encuentro?
-Segundo subsuelo, y no le aconsejo el ascensor porque se vive quedando.
-Gracias -balbuceó Francisco y echó a correr escaleras abajo como un demente, con las dos mangas por el codo, y el leuco en el brazo como etiqueta a la que olvidaron escribirle un nombre.
Dobló el último recodo y al ver unos pantalones blancos que se alejaban por el pasillo corrió con todas sus fuerzas, y no dudó en gritar:
-¡Doctor, doctor! Espéreme un momentito, falto yo.
Lo cual motivó que el espetado se volviera extrañado, pincel en mano y sosteniendo una lata de pintura para cielorrasos de cuatro litros:
-¿Me habla a mí?
-Sí-jadeó-, perdone -jadeó de nuevo-. Pensé que era usted el que hacía el examen de Habilitación.
-No hay drama; quinta puerta a la izquierda por el pasillo más iluminado va a encontrar al Doctor; eso creo al menos.
-Gracias -resopló Francisco retomando su loca carrera sudoroso y con las mandíbulas tan apretadas que le latían las muelas.
Cuando enfrentó la puerta, esta se abría desde adentro por lo cual se dio de bruces contra el médico que se iba, y al cual debió convencer, entre toses, de su intención de finalizar con el motivo de su visita.
Entonces el galeno dijo seriamente:
-Primero, lo primero.
Y así nomás, ambos de pie, extrajo del bolsillo de la túnica su "Taiketa-Medical", y le aplicó el estetoscopio en el brazo sin leuco.
Luego, sentenció con increíble sencillez y profesionalidad:
-¿En estas condiciones pretende usted la habilitación?
"Lo siento, mi amigo, pero ni piense en ejercicios físicos.
"¡Qué inconciencia!
"¡Usted vuela de hipertensión!

Con los ojos redondos - Cuentos
María Ferrer
Edit. Prisma - 1996

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