Alfredo Mario Ferreiro

Un poeta a toda máquina

                                  

Considerado un escritor irrelevante por la crítica de la "generación del 45", Alfredo Mario Ferreiro escribió a fines de los años veinte la mejor poesía de la modernización y, luego, una prosa humorística aguda y melancólica.

ARRANQUES Y FRENOS. "EN EL MONTONCITO de gentes de artes de Montevideo todos se conocen. Hasta aquellos que han publicado un versito de morondanga, consiguen llegar con su nombre a las verdaderas alturas. De manera que, siendo todos conocidos, es dificilísimo aventurar un juicio crítico adverso. (...). Menos amistad. Menos sonrisas. Menos mano a mano y más verdad".
Aunque parezcan frases escritas ayer, en realidad se publicaron en 1930 con la firma de Alfredo Mario Ferreiro en la revista literaria Cartel. El reclamo de una crítica severa tuvo que esperar a 1939, cuando irrumpió Juan Carlos Onetti con sus inclementes columnas en el semanario Marcha, para llevar a cabo un arrasador ajuste de cuentas y una muestra concreta de su proyecto: el relato El pozo.

Aunque Ferreiro puede ser considerado un precedente ineludible de esta actitud crítica, también se desplazó con mucha cautela: hizo gestos demoledores contra la estética que consideraba obsoleta pero evitó dar nombres, señas y ejemplos concretos. Había crecido en un país que se ufanaba de sus conquistas sociales y su prosperidad económica, pero donde el empuje transformador tenía sus frenos. Y eso se paga. El acuerdismo fue la nota básica de esa sociedad que había alcanzado la paz en 1904 y que apostaba al progreso, al margen de las diversas tendencias políticas que aceleraban o trataban los cambios sociales. Esa tónica conciliadora se propagó entre los artistas uruguayos, quienes trataron de entrar en el reparto propiciado por el Estado benefactor y, en consecuencia, desaceleraron la marcha de su espíritu crítico.
Por otra parte, Montevideo se ponía a punto con las ciudades modernas y la poesía no podía ignorar tantos cambios en un entorno tan reducido. Según Ferreiro, en poco tiempo la capital uruguaya se había convertido en "una mezcla terrible de todas las nacionalidades. Nos yanquizamos a escape. Padecemos la angustia del negocio a hora fija. Vivimos auscultando el cable. Volamos en ondas de 25 metros. Cambiamos a cada momento el automóvil usado por el nuevo". Por eso un redactor de la revista La Pluma pudo observar que los poetas nuevos empezaron el año 1927 "con los quejidos del plebeyo Ford que se enamora de la distinguida voiturette, y lo terminan gritando desde la torre del Salvo. Bocinas de autos saludan su llegada; letreros luminosos lo despiden ".
Estos cambios que ya se habían esbozado en otras experiencias menos ortodoxas (como en la poesía de Parra del Riego), florecieron hace setenta años en dos libros: El hombre que se comió un autobús, de Alfredo Mario Ferreiro y Palacio Salvo, de Juvenal Ortiz Saralegui (1907-1959).

LA CUESTION ESTETICA. En algunos poemas que se escribieron en el Uruguay de la década del veinte se ensayan nuevos procedimientos formales que intentan ponerse al día con los paradigmas europeos y, en algunos casos, buscan dinamitar la poesía modernista hispanoamericana. El primer factor fue el empleo del verso libre, aprendido en lecturas algo deshilachadas de Mallarmé, Verhaeren, Whitman, Apollinaire o Marinetti. La metáfora fue, entre todos, el recurso esencial, el que había sido defendido por el ultraísmo en sus manifiestos, una escuela que -con mucha moderación- introdujo Ildefonso Pereda Valdés por mediación de los españoles Guillermo de Torre e Isaac del Vando Villar. Empezó a cundir un nuevo repertorio, otros códigos que llevaron a trocar las fuentes de mármol por el avión, la exaltación de la luna por la apología del automóvil. En síntesis, una quita a la solemnidad de los vocablos y los temas prestigiosos (la muerte, el amor, la angustia) muchas veces a través del humor corrosivo y juvenil, como el que se presenta en el poema de Ferreiro "Adiós a mi ropero": "Han pasado el ropero de mi cuarto a otro cuarto,/ Estos dramas tan hondos,/ ¡es claro! no salen en los diarios".
Sin embargo, la adicción a la "novedad", que define a toda vanguardia, no logró en Uruguay quebrar los patrones estéticos dominantes. Como en otros puntos de América Latina y a diferencia de las vanguardias europeas, aquí también se planteó el problema de lo criollo. Fernán Silva Valdés, Pedro Leandro Ipuche y Juan Cunha intentaron dar vida a la literatura de cepa criolla con los instrumentos formales de la poesía nueva. Pese a numerosos escollos, Ferreiro imaginó las propuestas más innovadoras que, a la larga -junto a las de Cunha- fueron las de mayor incidencia.
"UN CHAUFFEUR SUDAMERICANO". Según ha apuntado Jorge Schwartz, la vanguardia latinoamericana aprende de los "ismos" europeos "la refutación de los valores del pasado y la apuesta por la renovación radical", tomadas del futurismo italiano y, luego, la necesidad de crear una "nueva sensibilidad" (Las vanguardias latinoamericanas, 1991).
Ferreiro se toma muy en serio estas mismas enseñanzas en su libro inicial y en Se ruega no dar la mano (1930) y, en lugar de convertirse en un imitador, adapta esas normas a lo circundante: la ciudad en movimiento, una readecuación de la mirada ante los motivos campestres, marinos y confesionales.
En conferencia, hacia 1930.
Su itinerario poético, como se encarga de mostrar en la página final del primer libro, hace combinaciones con "líneas de reciente construcción". Se trata de novelas, poemarios y ensayos "modernos", escritos por compatriotas (Gervasio Guillot Muñoz y Jules Supervielle), por argentinos (Nicolás Olivan, Oliverio Girondo, los ensayos de El tamaño de mi esperanza de Jorge Luis Borges, Raúl González Tuñón), por un guatemalteco (Cardoza y Aragón) y, entre otros, por los creadores del surrealismo (André Breton y Philippe Soupault) y hasta con Urbanisme, de Le Corbusier. El heterogéneo conjunto de referencias sugiere toda una genealogía cosmopolita, una red moderna en la que se trama la poesía rioplatense. "Este Ferreiro, flaco y cetrino, es un chauffeur sudamericano", escribió Alberto Zum Felde en 1930.
La matriz futurista de las ideas y la poesía de Ferreiro resulta evidente y quizá se haya renovado con la fugaz visita a Uruguay del pope de ese movimiento, ocurrida a mediados de 1926 en el marco de una larga gira que F.T. Marinetti hizo por Brasil y el Río de la Plata. De acuerdo con J. T. Schnapp y J.C. de Castro Rocha: "si el porvenir del futurismo parecía incierto en el escenario europeo, en América Latina continuaba siendo un importante punto de referencia, aunque en extremo polémico".
Las ideas futuristas saltan en los poemas y en una veintena de artículos que el uruguayo escribió para las revistas de su tiempo: "Lo estupendo es que es tan poema el automóvil, como es automóvil -movible por sí mismo- el poema. (...) ¡Afuera consonantes, medidas, palabras convencionales!" ("El entrecasa en el arte", 1930). El "asesinato del claro de luna" eficaz metáfora que Marinetti eligiera para exterminar el romanticismo y sus ecos, resuena en composiciones como "Canción para alcanzar la luna cuando pase" (1930); la construcción de un poema en base a onomatopeyas (caso de "Tren en marcha", de 1927), es otro aprendizaje futurista y, sobre todo, una necesidad de experimentar y de jugar con el lenguaje. Pero hay una primera diferencia sustancial con Marinetti y sus seguidores más fieles: la alegría de ver lo nuevo, la alegría por la existencia de las máquinas, algo que destacara Borges en su reseña de El hombre que se comió un autobús publicada en Síntesis (1927). Y hay una segunda ruptura en cuanto observa el pasado y lo de siempre como si fuera creado hace un rato.

POESIA, CRITICA, RENOVACION. En una nota sobre Palacio Salvo de su inmediato discípulo Ortiz Saralegui, se encuentran las ideas de Ferreiro liberadas de cualquier presión metropolitana. Aprovechando una polémica que andaba más por las mesas de café que por los periódicos, afirma: "Hay unos cuantos poetas que ya cantan la vida tal como ellos la ven. Frente a este número de cantores sinceros está el grupito -¡¡tan ridículo!!- de los que tienen fórmula. Es decir de los que se han ido pasando unos a otros una recetita, una especie de vidrio de colorinches al través del cual ven la vida. Y la ven igualmente idiota (...). Para ir por sí mismos hay que tener motor Ser motor y no acoplado" (La Cruz del Sur, 1929).
Si era menester cantar la vida "como se la ve", nada podía quedar fuera de su registro poético, ni siquiera lo más trillado de la lírica campesina: el rancho, los potros, el arado. Aunque se aproxime en esta zona a la estrategia del nativismo de Ipuche y Silva Valdés, pronto toma distancia de sus colegas, porque en algunas de estas composiciones se cuela un dejo burlón y una intención paródica de lo consagrado: "En los tientos del recao,/ hechos con trenza de caminos,/ van dos ranchos atados". El humor -tan ligado al de Ramón Gómez de la Serna y emparentable al de Macedonio Fernández- junto al dinamismo, invaden sus libros a los que propone leer en "tránsito continuo, vertiginoso y variado". De ese modo postula que cada texto es el fragmento de un conjunto homogéneo reunido en volumen.
El vértigo de sus imágenes se acompasa al ritmo febril de una película muda, como las de su admirado Chaplin. Esta clara vinculación con el cine avanza hasta adelantar fenómenos ocurridos varias décadas después: el video y la ubicua civilización informática actual. En agosto de 1930, mientras el cine sonoro es castigado a causa de su "incapacidad artística", tanto por Pereda Valdés (en La Pluma), Ferreiro hace un atrevido desvío: "Tengo mis sospechas de que ha de llegar un día en que se invente el sostenedor de imágenes de cine. Entonces, cada espectador podrá irse a la hora que quiera dejando su imagen preferida clavada en la pantalla como mariposa de colección, para venir a revivirla al día siguiente o cuando se le ocurra" (en Cartel, 1930).

DEL HUMOR Y OTRAS SERIEDADES. La fecha de publicación de Se ruega no dar la mano llega cuando el optimismo entra en crisis, cuando se produce el ascenso incontrolable de los Estados totalitarios, la parálisis económica del capitalismo y, en Uruguay, la muerte de José Batlle y Ordóñez (1929), el "extraordinario estadista por el que respiramos aires de libertad", según reza un manifiesto de intelectuales divulgado el 20 de noviembre de 1930, en el que Ferreiro estampó su rúbrica.
Al igual que casi todos los vanguardistas, Ferreiro abandonó pronto la aventura, si bien nunca abjuró de ella. Escribió, todavía, dos poemas convencionales y bastante nerudianos que dio a conocer en 1939 en la Revista Nacional. Tendrían que pasar varias décadas para que sus textos fueran revisados y hasta venerados por la revista Los Huevos del Plata, a fines de los sesentas, y por algunos integrantes del grupo "Uno" hacia 1980. Aún se espera una edición de sus obras completas.
Seducido por el autoritarismo de Gabriel Terra, su pariente, apoyó la dictadura de 1933 y llegó a ocupar cargos de alta responsabilidad política. El régimen sólo duró un lustro y Ferreiro, quebrado, se refugió tras innumerables seudónimos en algunas crónicas y artículos de humor. Esa última modalidad de escritura fue, quizá, una coartada para soportar la ruina de un proyecto modernizador que se había iniciado en el discurso poético y que, una sola vez, creyó posible aplicar en la realidad del país. En una de las notas que entregó a Marcha, dejó caer la máscara del fracaso: "No sé quién, pero alguien fue, dijo que el humor es un estado de tristeza que, sin embargo, nos sugiere ideas alegres, capaces de neutralizar por un instante la penosa disposición de nuestro espíritu. No tendremos más remedio que hacernos humoristas y salir a llorar riendo por ahí".

El único futurista 

por Jorge Luis Borges

Este libro no es un libro de felicidad, sino de alegría. Yo creo interesarme mucho en la felicidad y muchísimo menos en la alegría, ya que soy poseedor frecuente de esta última y no de la primera. Esta mínima salvedad personal no es para desentenderme de los aciertos que hay en El hombre que se comió un autobús: es una confesión de distancia.
Alfredo Mario Ferreiro es el único futurista que he conocido. No es como el orador itálico Marinetti, un declamador de las máquinas ni un dominado por su envión o su rapidez; es un hombre que se alegra de que haya máquinas. También de que haya viento y potros y vidas. Es decir, la realidad le da gusto.
Copio algunas de las acertadas que hay en sus versos:

¡Qué idea de reposo daría un rascacielo acostado en el suelo!

Potros
Pedacitos de escudo nacional
Bellaqueando como una bandera

Y éstas, de una agradabilísima composición sobre Buenos Aires, que registra lo que puede ver, humanamente, un recién venido:

Lavalle, Libertad, calles del ¿qui mi cointas?
Calles donde Lajandros te despoja del saco
Y te ofrece unas guitas por el par de botines ...
Una ciudad abombada por el ruido continuo, 
Con unos hombres grises y un cielo entrecolor; 
con unas chimeneas hartas de tanto humo,
Unos taxis cansados de las calles tan largas
Y unos "chorros" de estirpe, gloria de la Nación.

Estos incidentes -como otros incidentes no desdeñables- sólo nos da un minuto de placer, pero no los dan.
Adiós a mi ropero, es otro de los méritos de este libro, pero como su valía no es de acertadas, no trascribié nada de él.
Ferreiro hombre no es menos diablo que Ferreiro escritor. Así me lo dijo la voz más apasionada de Buenos aires, una voz a la que deberíamos creerle todo, hasta cuando nos dice versos con cisnes: la voz riquísima en fervor, de Wally.

En Síntesis, Buenos Aires, Nº 6, noviembre de 1927.

Cronología

1899

1º de marzo. Nace en Montevideo, hijo de Arturo Ferreiro y María Celia Martínez.

1917

Ingresa en la Facultad de Derecho, pero pronto deja sus estudios para trabajar en la Cátedra 

ambulante de agronomía y, más tarde, en el Banco Hipotecario. Escribe para el diario El Siglo.

1920

Primeras colaboraciones en el diario La Razón.

1926

Participa en la revista literaria La Cruz del Sur (Nº 15), en la que permanecerá hasta 1929 (Nº 26)

1927

Publica El hombre que se comió un autobús (Poemas con olor a nafta) (Ed. La Cruz del Sur). 

Aparece un fragmento de La cita, novela inédita (El País, 12/XII).

1929

15 de diciembre. Aparece la revista Cartel. Panorama mensual de literatura y arte que, dirigida 

por Ferreiro y Julio Sigüenza, se publica hasta marzo del 31 (Nº 10).

1930

Publica Se ruega no dar la mano. Poemas profiláticos a base de imágenes esmeriladas (Ed. 

Cartel, 3er. Cuaderno).

1932

Tiene a su cargo charlas en CX 16 (Carve) y CX 44 (Radio Montevideo).

1933

31 de marzo. Apoya el golpe de estado de su primo el presidente Gabriel Terra, quien lo nombra 

miembro de la Asamblea deliberante (órgano legislativo que sustituye al Senado), en el que se 

mantiene hasta su extinción (mayo, 1934). En julio forma parte del grupo editor Sociedad de .

Amigos del Libro Rioplatense. Dirige, junto a José P. Heguy Velazco, la sección literaria del diario 

El Pueblo

1938

Vive en Buenos Aires, donde trabaja en prensa y radiotelefonía. Comienza a colaborar en diversos .

medios uruguayos con artículos humorísticos y otras crónicas: El Imparcial, La Tribuna Popular, El 

Plata, Mundo Uruguayo, empleando diversos seudónimos (Gong, Arturo Pereira, Mario Martínez, 

Susana Jewkes)

1939

Publica sus dos últimos poemas en la Revista Nacional (Nº 21). Ocupa el cargo de Secretario 

general de Impuestos Directos.

1945

Dirige la página "Martes literario" del diario La Razón.

1954/58

Escribe para Marcha crónicas humorísticas (con el seudónimo Marius) y notas sobre asuntos "serios".

1959

24 de junio. Muere en Montevideo.

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