Otro peón perdido en el ajedrez de Dios

 
Yo viví siempre en una familia acomodada. Nunca me faltó nada y creo que nunca me va a faltar. No tenía problemas de personalidad; era un tipo bastante popular en el liceo. Si bien en donde vivíamos era un pueblo medio chico, yo era bien conocido en ese pueblo.
Se podía decir, también, que era alguien relativamente exitoso. Me iba bien en los estudios, con las amigas, en la calle, en la casa.
Mi familia me adoraba. Siempre telefoneaban para preguntar como me había ido con algún examen, o algún escrito, y desde antes de llamar ya sabían cual sería la respuesta.
Siempre, pero siempre que apostaba en algo...ganaba; y cuando perdía, obtenía algún beneficio extra. Los fines de semana todo el mundo se aburría si no salía conmigo. Desde el miércoles me empezaban a preguntar que tenía pensado hacer yo el sábado. Todos se adaptaban a mis horarios, y si no podían, no salían.
Eso si, era gracioso. Era gracioso comiendo, hablando, durmiendo, borracho; incluso me animo a decir que podía despertar alguna sonrisa medio tímida, hasta cuando estaba hablando enojado, o medio en serio.
No se por qué, pero siempre fue así.
Cerca del mes de octubre, era mi cumpleaños. Cumplía 18, por lo tanto, se tenía que festejar como Dios manda festejar el cumpleaños del tipo más popular del pueblo.
Había un mundo de gente invitada; conocidos, no conocidos, parientes, amigos, y, como era de suponer, muchas amigas.
Faltaban 10 días y todo el mundo ya se estaba preparando para mi fiesta. Las chicas compraban ropa y mi barra hacía una colecta para llevarme mucha bebida con contenido alcohólico.
El día antes de mi 18º cumpleaños, no fui al liceo. Eso le daba un aire más misterioso, me hacía sentir interesante; más interesante de lo que yo era.
Finalmente, llegó el día.
Me afeité, me bañé, me vestí con la mejor ropa del placard, y me senté a esperar a MI multitud...y esperé, y esperé...y esperé...y finalmente nadie vino. Lo único que se escuchaba era un televisor medio alto en la casa del vecino. Existía un clima tan macabro en esa casa, que por un momento tuve náuseas, miedo, miedo de que volviera a pasar...
Bueno, en realidad no era la primera vez que pasaba...Mejor dicho, había pasado desde que tengo memoria.
Mi familia no era acomodada, y siempre estaba envidiando cosas de por ahí. Nadie en el liceo recordaba mi nombre, y me costaba mucho mantener una conversación con alguien. O quizá a mucha gente se le hacía difícil mantener una conversación medio inteligente conmigo.
Las últimas notas en el carné fueron un asco. Creo que tenía un par de notas aceptables, no más. Afortunada, o desafortunadamente, el único que se enteró de mi familia, fue mi viejo. En realidad mi única familia siempre fue mi padre alcohólico.
Nunca tuve la suerte de ganar nada. Ni siquiera una buena familia. Una buena familia que me diera algo de conversación en algún sábado aburrido de mi vida.
Humor. Nunca supe lo que era el humor. Todo el mundo ríe, pero yo no puedo. Nunca le encontré la vuelta,, nunca lo pude hacer...nunca tuve motivo.
Así fue toda mi vida...ilusionándome una y otra vez con finales felices, que nunca convencieron a nadie. Sigo siendo el mismo idiota ingenuo de siempre, ese que se miente sin cansarse para ver si puede lograr pasar un rato divertido, y no se termina divirtiendo.
El mismo que habla consigo y no aguanta verse en esa situación. El mismo que no puede evitar la idea de que no vale nada...y lo peor de todo, es que realmente no vale nada. Nunca hice nada por mí...y recién ahora me di cuenta...pero ya es muy tarde...
Lo único que me consuela es que sé que hay otros que tienen mejor suerte que yo; que solo soy un ladrillo más en el muro, y que mi falta no cambiaría dramáticamente la situación.
Solo es otro peón perdido en el ajedrez de Dios...no importa...Dios tiene 7 más. 

Ir a índice de inéditos

Ir a índice de Fernández

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio