Prólogo a "Diez sobres cerrados"
cuento de Enrique Estrázulas

Un Jurado bastante heterogéneo —tal como entendieran que debería ser los organizadores del Concurso de esta 7ª FERIA NACIONAL DE LIBROS Y GRABADOS (Un avezado critico, José Carlos Alvarez, y dos narradores tan opuestos en su línea creativa como Juan Carlos Onetti y Armonía Somers)— se abocó a la tarea de seleccionar el mejor relato inédito de un autor no mayor de treinta y cinco años para la adjudicación del Premio Edición Anual 1966.

Obvio sería consignar las dificultades confrontadas. Y no precisamente en lo relativo a la obra laureada en sí, ya que la novela corta de Jorge Sclavo, "Un lugar para Piñeyro", ofreciera desde los primeros cambios de ideas valores suficientes como para permitir un fallo indiscutido. Lo difícil y, más que difícil, lo grave en cuanto a problema de conciencia para una veteranía como la congregada iba a ser luego la aparente desestimación de los demás autores, los no premiados de siempre, y esta vez no sólo a causa del carácter unitario del estímulo ofrecido, sino también en razón de los distintos niveles con que es lógico se dé la producción primigenia de un autor joven en un volumen compuesto de varios relatos.

Fue de ese compromiso espiritual, completamente al margen de toda estipulación en las bases, que surgió la idea de reunir lo mejor del resto. Y, previa anuencia de los autores, proceder a la apertura de aquellos diez sobres cerrados donde se revelaba la autoría de los cuentos que componen este volumen:

UN MAR COLOR BOTELLA (Enrique Estrázulas).—El insólito salvamento de un loco mediante comunicaciones de champagne y dialogo establecidas a través del tubo de una chimenea; su hartazgo de playa montevideana durante la evasión en ese sofocante día de año nuevo, y la dramática instancia del fin de fiesta, ese que pondrá siempre las cosas en su triste lugar, los locos al manicomio, los cuerdos (¿?) afuera. 

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