Homero Manzi, poeta del suburbio

por Enrique Estrázulas

Evaristo Carriego. Su nombre ya estaba diciendo por sí mismo de una hermandad, de un parentesco con el tango. Ese poeta suburbano, melancólico y simple, apocado, profundo, hijo de la nostalgia de estas orillas, fue su padre. El mismo que le cantó a las rutinas, aconteceres comunes de una casa, de un barrio, a la desesperanza de la vecina soltera, al ciego que esperaba el paso de un organito tardío, a las ausencias varias, tuvo en Homero Manzi su más importante, su más hondo discípulo.

Nació en Añatuya, un pueblito perdido de Santiago del Estero. Y aunque la vida le hizo poeta de ciudad, poeta de Buenos Aires, su poesía arrastró siempre un olor a gramilla, una nostalgia indisimulada del terruño. Con el advenimiento del tango-canción, creado por Carlos Gardel, que evolucionara y gestara el apogeo de las orquestas típicas en la década del 40, las letras de Homero Manzi se hacen inseparables de esa nueva promoción de valores musicales que las llevaran, caso Aníbal Troilo, a una fase perdurable por su contenido emocional, su fuerza y adaptación al clima de los tangos que se componían en la época.

Esos valores no fueron mutilados por la necesidad de una música. Se produjo el milagro, la coincidencia asombrosa de que letra y música formaran un solo cuerpo, que fueran inseparables las lecturas de los acordes:

La esquina del herrero, barro y pampa

tu casa, tu vereda y el zanjón

y un perfume de yuyos y de alfalfa

que me llena de nuevo el corazón.

Las influencias, indiscutibles y comprobables sin demasiados riesgos, llegan de Carriego. También se dice que vienen de José González Castillo, que se estiran hasta los cenáculos cultos del grupo de “Florida”, del de “Boedo”, etc., lo que puede ser verdad, pero verdad desde el punto dé vista de una corriente, una actitud localista, una inclinación por el paisaje inmediato o simplemente de una necesidad natural (tal vez sea lo más certero) de cantarle a las cosas entre las que se nace y crece.

Lo que surge claro de cualquier lectura de Manzi, es que escribía en base a experiencias personales, que lo escrito estaba vivido intensamente, que en sus versos no flota la facilidad ni el talenteo, que sus letras son paridas. salidas del creador por naturaleza, que nacen de la emoción humana.

En qué recoveco de las bibliotecas eruditas encontrar una razón, una teoría que de por tierra con el motivo sencillo y claro de la supervivencia del arte entre nosotros? ¿Quién se siente capaz en el momento histórico que vivimos, de negar todo aquello que siente el pueblo, que nace de él, que significa contra toda discriminación una realidad ilevantable: el sentir popular? Ahora, que la verdadera cultura está dejando de ser un exclusivo problema de sabiduría para dar paso a todo aquello que forme el carácter de un pueblo y se represente en alguien. Ahora, que cada día puede llamar sin temor a más puertas la literatura latinoamericana, que va ganando y superando, en ancas de la juventud, las preferencias europeizantes de nuestros mayores. Ahora sí podemos leer a Homero Manzi como poeta argentino, como poeta de Buenos Aires, de Montevideo o de Añatuya.

Estoy mirando mi vida

en el cristal de un charquito.

Se dice que Homero Manzi es un poeta de tango, pero un poeta "culto” en comparación con letristas anteriores. Midiendo en general sus poesías con una gran parte de las letras de tango que se han escrito, resalta de ello una diferencia fundamental: lo escrito por Manzi puede leerse independientemente (siempre que pueda, cosa difícil, olvidarse la música) resultando de ello la seguridad de estar ante un autor de valor, identificado con la alta poesía. Que Manzi era un hombre culto no cabe la menor duda. Tampoco que una parte importante de los letristas de tango lo eran. Pero sucede que, opinión personal mediante, no creo que la superioridad poética de Manzi tenga raíces en influencias “ultraístas” o identificación plena con grupos de vanguardia entre los cuales podrían contarse Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Oliverio Girondo, como tampoco, y en el lado opuesto, en los fanáticos de la '‘vivencia poética” que formaron su secta por el año 1925 en Buenos Aires, en la que figuraban nombres de valor como Nicolás Olivari, Enrique González Tuñón, Alvaro Yunque, etc. Lo que a Homero Manzi se le atribuye como “culto” contra el cúmulo de lunfarderías, de “versos bajos”, de dramas pasionales y poesía menor útil para hacer un tango y que lo hace sobresalir junto a otros autores, del grueso de los letristas, puede atribuirse claramente a los tiempos más que a las influencias.

No olvidemos que el tango ya estaba dejando o había dejado definitivamente de pertenecer al lupanar, de ser música de prostíbulo, de taitas y cuchilleros. Gardel lo había internacionalizado y llevado a oídos de todas las clases sociales. Manzi habló poco y nada de compadres, de dramones, de vida mistonga, fulerías y otros usos comunes. La época marcaba otra cosa y sus versos la encontraron.

Si como bien dice Borges: “El tango crea un turbio / pasado irreal que de algún modo es cierto / un recuerdo imposible de haber muerto / peleando, en una esquina del suburbio”, la mayoría de las letras de Manzi son intemporales, es decir, no hay referencia concreta a los orígenes del tango y se limitan a narrar sucesos de la vida que si bien en general son evocativos como evocativo es casi todo el cancionero rioplatense, casi toda la poesía universal, pueden ubicarse perfectamente en los tiempos que corren.

Un día alegremente te conocí ciudad

llegué trayendo versos y sueños de triunfar

te vi desde la altura de un cuarto de pensión

y un vértigo de vida sintió mi corazón.

Mi pueblo estaba lejos, perdido, más‘ allá

tu noche estaba cerca, tu noche pudo más

tus calles me llevaron, tu brillo me engañó

ninguno fue culpable, ninguno más que yo.

En la poesía de Manzi no están los famosos cuchillos y no deja, por el contrario, de ser tango. Actualizado, concreto, simple. Ese organito que le robó a Carriego, es, posiblemente, una de las pocas cosas que toma del pasado.

Y no tanto del pasado como de lo que irremediablemente se llevan los años y uno ha querido con pasión.

Las ruedas embarradas del último organito

vendrán desde la tarde buscando el arrabal,

con un caballo flaco y un rengo y un monito

y un coro de muchachas vestidas de percal.

Con pasos apagados elegirán la esquina

donde se mezclen luces de luna y almacén

para que bailen valses detrás de la hornacina

la pálida marquesa y el pálido marqués.

La mejor creación de su obra es difícil de determinar si está en la poesía ciudadana, la suburbana o la campesina. En todos esos terrenos hay motivos de altísimos valores. Pero, para ser claro en la exposición, es preferible inclinarse por el poeta del suburbio por ser lo más hondamente sentido por su persona humana. La diferencia entre suburbio o arrabal prácticamente no existe, pero existe sí, hablando de tango. El arrabal representa todo ese tiempo ido que las letras aún hoy siguen recreando para el recuerdo de los que no lo vieron. El suburbio sigue existiendo, el mismo de Sur, de Malena, del propio Barrio de Tango. Lugares ubicables en ciudades y poblaciones de hoy en día, donde los motivos de tango abundan. Sólo falta quien los escriba.

Malena canta el tango como ninguna

y en cada verso pone su corazón

a yuyo del suburbio su voz perfuma

Malena tiene pena de bandoneón.

El célebre binomio Manzi-Fiorentino posiblemente marque una etapa fundamental en la historia del tango. El extraordinario vocalista de Troilo juega un papel preponderante en sus más famosas letras. Pero la temática de Manzi fue particularmente rica. Y si bien debemos caracterizarlo como poeta suburbano no por ello hay que dejar de tener en cuenta otra gran parte de su obra que enfoca la vida ciudadana y rural con singulares logros.

Los viejos “máteos” desplazados por la inexorable marcha del progreso, en los años que poblaron el centro de la gran urbe. Aquí, en "El pescante”, logro plástico, verso sonoro, se puede oír su paso por las calles:

Yunta oscura trotando en la noche

latigazo de alarde burlón,

compadreando de gris sobre el coche

por las piedras de Constitución.

En la zurda amarrada la rienda

se amansó el colorao redomón

y como él se amansaron cien prendas

bajo el freno de su pretensión.

Los “chateros”, pintoresquismo que hoy también se extingue en el tiempo, personaje que describe en “Manoblanca”:

Donde vas carrerito del este

castigando la yunta de ruanos

y mostrando en la chata celeste

las dos iniciales pintadas a mano.

Reluciendo la estrella de bronce

claveteada en la suela de cuero,

donde vas carrerito del Once

cruzando ligero las calles del sur.

El tema campesino fue, sin que jamás utilizara el dialecto gauchesco, abordado en composiciones de alta calidad, siempre llenas del incentivo emocional de que está cargada toda su obra. Una de sus más famosas milongas, a la que se le anota una similitud con su poema “María Chacarera”, no por el verso sino por la situación que describe, es “Milonga Triste”, la cual tuvo ya numerosas grabaciones.

Llegabas por el sendero

delantal y trenzas sueltas

brillaban tus ojos negros

claridad de luna llena.

Mis labios te hicieron daño

al besar tu carne fresca,

castigo me dio tu mano

pero más golpeó la ausencia.

Esta María que aparece en un largo poema de Manzi, recuerdo que parece venir arrastrándose de su pueblo natal o del medio ambiente campesino de su infancia, es una curiosidad que el Club de la Guardia Nueva de Montevideo rescatara de la revista argentina “El Barrilete”, aparecida en 1928:

"Diecinueve de agosto

adiós María;

tus padres

tus hermanas

tus hermanos, que tanto te querían".

Así dice tu cruz de calicanto,

cerca de un campanario con alas y ladrillos

allá en el camposanto del pueblo que has perdido.

María Chacarera......!

Sólo sé de tu nombre y de tu muerte.

Lo demás lo imagino.

Un cielo gris sobre la chacra arada.

Amarillas las hojas de los árboles.

Y tu madre llorando y tus hermanos.

Y correspondería, por último, una referencia a sus no escasas composiciones de tema negro, otro género que, a diferencia de Montevideo, pasa a pertenecer definitivamente al Buenos Aires de ayer. Este poema, con ritmo de milonga picada, lleva los acordes exactos en la rima. Y si se lee rápidamente, la composición musical ya es un hecho:

Pena mulata

que se desata

bajo la bata

de broderí,

dolor de milonga

que apenas prolonga

con queja tristonga

la noche de abril.

Como un espejo

bruñido y viejo

brilla el pellejo

del bailarín,

clavel escarlata

que el ansia desata

temblando en la bata

su mancha carmín.

El nombre de Manzi, junto al de Discépolo y Celedonio Flores, al de Contursi, Carriego y De la Púa, ha entrado para siempre a formar parte de lo más característico de la poesía rioplatense. Esa poesía popular que es irremediablemente triste en su decantada expresión tanguera.

La evolución musical del tango ha sido arrolladora en la última década. Con el ejemplo de Piazzola a la vanguardia se abre ahora, para los letristas, una difícil, torturante incógnita: ¿Cómo, con qué medios expresivos, ponerse a la par de la actual corriente innovadora y seguir, al mismo tiempo, siendo popular? Todavía estamos esperando un milagro de la magnitud del de la época del cuarenta. Manzi representó el último soplo de vigencia indefinida, el último empujón a la permanencia del tango entre nosotros, una puesta al día en la que colaboraron distintos compositores y la mayoría de las orquestas típicas porteñas que hoy en día continúan siendo de primer plano.

Pero el tango, revitalizado por los numerosos músicos que se empeñan en formar una auténtica vanguardia, carece todavía del poeta que rompa el fuego para el advenimiento del nuevo tango-canción. El temario del arrabal y la cortada se ha perdido, se ha gastado en el uso y la insistencia no obstante los ejemplos valederos de su época. En 1968 se precisa otra cosa, otros motivos, y, fundamentalmente, letristas de talento.

Homero Manzi murió en 1951. De su obra nos queda un rescoldo vivo, una insinuación poderosa a seguir, a renovar con valentía, sin viejos moldes, ese cancionero sin parangón que hemos creado los pobladores de estas dos. orillas.

Homero Manzi - Biografía por Miguel Ángel Caballini...

Publicado el 3 dic. 2017

El Maestro Miguel Ángel Caballini, nacido el 20 de febrero de 1933, nos cuenta todas sus vivencias y experiencias en el maravilloso mundo del tango y en esta ocasión nos relata la biografía del gran poeta Homero Manzi...

 

Tango Malena de Homero Manzi y Lucio Demare (1941)

Publicado el 22 jul. 2012

El tango Malena fue escrito por Homero Manzi y la música por Lucio Demare en 1941. Fue interpretado por primera vez por la orquesta de Lucio Demare en la boite Novelty, eEsta versión fue registrada en la película El viejo Hucha, dirigida por Lucas Demare y estrenada el el 29 de abril de 1942. El 8 de enero de 1942 fue grabada en RCA Víctor por la orquesta de Aníbal Troilo, con la voz de Francisco Fiorentino, NOTA: Por una equivocación en la investigación Malena no fue cantada por primera vez por Osvaldo Miranda. Gracias.

Sur (Aníbal Troilo) - Roberto Goyeneche

Publicado el 4 may. 2010

Sur (Anibal Troilo, Homero Manzi)

por Enrique Estrázulas
Publicado, originalmente, en Revista Brecha - Año I Nº 1

Noviembre de 1968

 

Ver, además:

 

  Homero Manzi  - semblanza con videos agregados, por Julio Nudler (Argentina)

 

                              Enrique Estrázulas en Letras Uruguay

 

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