En aquella ciudad

Caballos despiertos en empedrados sudorosos
Mientras saltan las primeras horas del crepúsculo
En la calle animada se pierden las voces familiares
Una fina agua urbana remoja los pasos lentos

Aquél conocido que fue destello rápido
Otra imagen vista recorta un perfil veloz
Aliento condensado, Miradas cautivas
El olor del aceite hirviendo danza en las veredas

Y ya no quedan el saludo ni la voz apagándose
Papeles nerviosos para que empuje la brisa
O besos colgados de un pasamano grasiento

Tampoco el taconeo cómplice, Ruidos lejanos
Ni siquiera la señal de una radio confusa
Solo el húmedo abrazo de la noche llegando

Xosé de Enríquez
Del libro "Capuchinos de Bronce", a editarse en agosto de 2005.

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