Ricardo Prieto, un grande
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«Detened
todos los relojes» Wystan Hugh Auden
Detened todos los relojes, cortad los teléfonos, Haced que el perro no ladre ante el jugoso hueso, Silenciad los pianos, y con tambor amordazado Sacad el ataúd, y que vengan los dolientes. Que los aeroplanos tracen círculos gimientes Escribiendo en el cielo el mensaje El Ha Muerto; Poned crespones en los blancos cuellos de las blancas palomas públicas, Y que los policías de tránsito calcen guantes negros.
[.................] Ya no hay necesidad de estrellas: apagadlas todas. Guardad esa luna, desmantelad el sol, Vaciad los mares y barred los bosques. De ahora en más, ya nada servirá. |
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Con Ricardo nos conocimos hace unos años. Había puesto, en Letras, tres o cuatro cuentos de su autoría. Me escribió para agradecerme, pero, no se sentía representado. Le expliqué en que condiciones hacía, y sigo haciendo Letras, a lo cual me planteó encontrarnos a charlar un rato. El encuentro fue en el bar El Gaucho, donde transcurrieron cuatro cortas horas. Al momento de la despedida, me dijo que esa misma noche comenzaría a mandar material para Letras, que era hombre de palabra ya que era de Acuario .. otra coincidencia, el del 8 y yo del 13 de febrero!! Cumplió.
Desde esa noche eran frecuentes los envíos de materiales de él y de
otros a los cuales consideraba injustamente olvidados. Infinidad de
escritores uruguayos y no uruguayos fueron vinculados a Letras por su
infatigable labor de difusor. Con la alegría de un niño me avisaba por
tel: -Conseguí a fulano para Letras!!! Los
dos primeros años de Letras fueron ocupados solo por escritores
uruguayos; felizmente, posteriormente, se fueron incorporando de otras
nacionalidades. Cuando era invitado a concurrir al exterior tampoco olvidaba a Letras; seguía divulgando la existencia de la misma y consiguiendo la adhesión de más escritores. Era
una persona que conocía, y lo conocía, todo el mundo. Cuando alguien se
acercaba a Letras, y no lo conocía, le preguntaba a Ricardo; siempre
daba datos precisos. Un día un escritor me mandó un mensaje
increpándome por no estar en Letras. Le contesté muy fuerte. Le
pregunté a Ricardo si sabía quién era; me contestó con otra pregunta:
porqué querés saber?? Le conté lo que había pasado; a lo cual quiso
saber, exactamente, mi respuesta a aquel mensaje. Me dijo que estaba loco,
que era un honor para Letras que ese escritor estuviera enojado por no
estar .. Ese escritor aparece, esporádicamente, en Letras. Julio Ricci y L. S. Garini eran dos escritores que Ricardo valoraba; los consideraba injustamente olvidados. Me daba material de ellos para mantenerlos vigentes. Otro escritor al que consideraba un gran narrador, y me dio el primer material para Letras, fue Tarik Carson. Por las cosas del destino este artículo, y varios textos de Carson, aparecen en estas novedades. Será difícil no llamar al 908.30 ... y, si estaba durmiendo, que atendiera medio malhumorado; si no el clásico -¿Cómo estás!! El bar Montevideo no será el mismo; no atenderá más Ricardo su especie de oficina, mientras saludaba el paso de tanta gente conocida. Un
recuerdo que lo pinta de cuerpo entero. Ricardo tenía la costumbre de no
avisarle a nadie cuando quedaba internado en La Española. Decía:
"si aviso vienen 100, 80 para que vea que vinieron, 15 para
cerciorase de cuanto me falta para irme de este mundo y 5 porque les
interesa .." Había desaparecido; se lo rastreó, llamé a La Española
y ahí estaba. Al verme aparecer, me preguntó:-¿Qué hacés acá? Vine a
verte .. Hablamos como siempre. Al otro día encuentro su cama vacía,
hecha. Le pregunté a su vecino de habitación por Ricardo. Nada sabía;
se había quedado dormido y, al despertar, Ricardo no estaba. Al ratito
aparece .. aprovechando la hora de visita había salido del Sanatorio, a
dar una vuelta e ir a un cyber a ver su correo .. Cuando lo vi, le dije:
poco faltó para que me mataras de un infarto .. y me contestó: Estaba
aburrido, quería tomar aire ... Era
incapaz de molestar. Había que insistirle preguntándole si precisaba que
lo llamara a las 6 am. para despertarlo a fin de que pidiera hora en el médico.
Decía: no quiero joderte .. a lo cual le respondía: no seas pelo .. no
me obligues a preguntar, cuando precises, avisame. Ricardo
era muy buena gente; excelente. Pasó a integrar ese grupo de personas que
no está en este mundo, pero que me acompañan a diario, recordándolos
con cariño y alegría: mi madre, mi suegra, la Dra. Lila Prati, René
Cousillas y, ahora, Ricardo. Hubieron personas e instituciones que no se portaron nada bien con él en momentos difíciles. Moviendo un dedo hubieran hecho, más gratos, momentos muy complicados. Pero el egoísmo pudo más que ayudar a este ser increíble. La grandeza de Ricardo le permitió sobrellevar la situación. Me
ocupo de Ricardo persona, no Ricardo escritor de fuste, prestigioso
dramaturgo. Espero que los que tienen credenciales para recordarlo en su
faceta artística no se olviden de hacerlo. No soy escritor, solo un difusor, que se despide de un muy querido amigo, con el cual tenía abierta una cuenta corriente de afecto que iba y venía, que lo acompañó en momentos muy difíciles, que tomaba, él, con filosofía y buen humor.
Con
cariño y dolor: |
Carlos Echinope Arce
echinope@gmail.com
Editor de Letras-Uruguay
El poema «Detened todos los relojes» es una gentileza de Cristina Castello (Argentina)
Ver, además:
Ricardo Prieto en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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