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En el peregrinar de los escritores me tocó
atender a varios que intentaban venderle sus creaciones a la Intendencia
Municipal de Montevideo y concurrían a la oficina del Servicio de
Bibliotecas. Ante la negativa, algunos se enojaban. Mientras trabajé en
el Servicio el rubro para la compra de libros no era muy cuantioso que
se dijera, todo lo contrario, y era signado por el Departamento de
Cultura. Cuando se comunicaba que habría un dinero para la compra de
libros se le pedía a los bibliotecólogos encargados de cada biblioteca
que enviaran sus aspiraciones, ya comunicándoles lo asignado a cada
biblioteca. Estos a su vez llevaban una lista con lo solicitado por sus
usuarios y le daban prioridad a los textos más requeridos.
A las donaciones de libros se le
"escapaba" bastante porque lo habitual era que alguien que estaba
limpiando su casa se desprendiera de objetos que le molestaban. El
bibliotecólogo de la zona iba a ver lo que se ofrecía en donación para
ver si se aceptaba o no.
Es muy raro que un escritor admita que
pagó para ver su libro impreso, mucho más raro es que diga cuanto pagó.
Cada uno con su dinero hace lo que le viene en gana, eso está más que
claro. Pero quizás sea por orgullo no admitirlo. Dicen que las
comparaciones son odiosas, pero esta creo que calza justa. Es
común que algunos "galanes" cuenten sus "hazañas" amorosas diciendo: "No
sabés la "minita" (termino que nunca utilizo) que me levanté". En
algunos de esos casos, lo que hicieron fue pagarle a trabajadoras
sexuales. pero nadie sale con un megáfono a decirlo.
Hasta ahora no he conocido a ningún
escritor venido a editor que le regalara la edición de sus libros a
ninguno se de sus colegas.
Un escritor muy conocido me contó que su
primer libro fue regalado casi en su totalidad, muy pocos pudo vender en
aquel entonces. Nada hacía presagiar lo conocido que se haría
posteriormente. Tantos regaló que no se quedó con ninguno. Los primeros
los regaló a familiares y amigos con grandes dedicatorias, los otros un
breve saludo y la firma. Años después quería tener la totalidad de los
títulos editados de sus libros, pero .. faltaba el primero. caminando
por la Ciudad Vieja de Montevideo se detuvo ante la venta callejera de
libros usados. Había libros a treinta pesos uruguayos y otros a sesenta
pesos. Su primer libro estaba dentro de los últimos. Miró, uno, otro,
varios, para, finalmente interesarse por el suyo. Preguntó porqué
costaba sesenta pesos y la respuesta del vendedor fue: Porque está
dedicado por el autor .. Ahí, el escritor, buen amigo, le explicó lo que
acabo de contar y el vendedor se lo dejó a treinta pesos. .. Lo primero
que hizo fue ver su dedicatoria, pero era de los últimos regalados, solo
un breve saludo y la firma. |
