Sea socio fundador de la Asociación de Amigos de Letras-Uruguay

 

Viaje de los dos habitantes de Sirio y de Saturno
Voltaire

 

Estaban nuestros dos filósofos prontos para embarcarse en la atmósfera de Saturno con una abundante provisión de instrumentos matemáticos, cuando la amante del saturniano, enterada de la noticia, vino llorando a hacerle sus reproches. Era una hermosa morenita que sólo medía seiscientas sesenta toesas[16], pero que compensaba con otros encantos la escasez de su talla. "¡Ah, cruel, gritó, después de haberte resistido mil quinientos años, cuando al fin empezaba a rendirme, cuando he pasado apenas cien años en tus brazos, me dejas para salir de viaje con un gigante de otro mundo; ve, no eres más que un inconstante, jamás has sentido amor; si fueras un verdadero saturniano, serías fiel. ¿Adónde corres? ,¿Qué quieres? Nuestras cinco lunas son menos vagabundas que tú, nuestro anillo es menos cambiante. No tiene remedio, nunca más amaré a nadie". El filósofo la besó y lloró con ella, filosóficamente; ella entonces, estupefacta ante su frescura, fue a consolarse con un jovenzuelo del lugar.

 

Mientras tanto, nuestros dos aventureros partieron; saltaron primero sobre el anillo, que encontraron bastante plano, tal como lo había calculado un ilustre habitante de nuestro globo[17]; y fueron desde allí, de luna en luna. Un cometa pasó muy cerca de la última; se lanzaron sobre él, con sus sirvientes y sus instrumentos. Cuando hubieron recorrido alrededor de ciento cincuenta millones de leguas, se encontraron con los satélites de Júpiter. En Júpiter mismo permanecieron un año, durante el cual conocieron sabrosos secretos que se hubieran publicado de no ser por los inquisidores, que encontraron algunas afirmaciones un tanto duras. Pero yo he leído el manuscrito en la biblioteca del ilustre arzobispo de..., que me ha dejado verlo con una generosidad y una bondad que no sabría cómo elogiar.

 

Pero volvamos a nuestros viajeros. Saliendo de Júpiter, atravesaron un espacio de aproximadamente cien millones de leguas, bordearon el planeta Marte, que, como se sabe, es cinco veces más pequeño que nuestro pequeño globo; y descubrieron dos lunas que sirven a este planeta y que han escapado a las miradas de nuestros astrónomos. Sé que el padre Castel[18] escribirá, incluso sarcásticamente, contra la existencia de estas dos lunas; pero yo me dirijo a los que razonan por analogía. Estos buenos filósofos saben que es difícil que Marte, muy alejado del sol, pueda pasarse con menos de dos lunas.

 

Nuestros amigos vieron tan pequeño el lugar, que temieron no encontrar cómo acostarse y siguieron su camino, como dos viajeros que desdeñan un mal albergue de pueblo y siguen hasta la ciudad vecina. Pero el siriano y su compañero se arrepintieron pronto. Anduvieron largo tiempo sin encontrar nada. Finalmente, advirtieron un pequeño resplandor: era la Tierra, poca cosa para quienes venían de Júpiter. No obstante, ante el temor de tener que arrepentirse una segunda vez, resolvieron desembarcar. Marcharon sobre la cola del cometa, y, encontrando una aurora boreal pronta, se metieron en ella y llegaron a la tierra sobre la costa septentrional del mar Báltico, el cinco de julio de mil setecientos treinta y siete, nuevo estilo.[19]

 

Notas:

 

[16] Y no mil, como la generalidad de los saturnianos (ver nota ocho).

[17] Se refiere al astrónomo Huyghens.

[18] Era un jesuita, inventor de un '"clavecín oculaire", considerado por Voltaire un charlatán.

[19] Nuevo  estilo: es decir, comenzando el año el primero de enero y no en las Pascuas.

 

Micromegas

Voltaire

Comentado y anotado por Raúl Blengio Brito
Ediciones de la Casa del estudiante

Autorizado por la Flia. de Raúl Blengio Brito
Digitalizado por Carlos Echinope Arce - editor de Letras-Uruguay
 

Ir a índice de narrativa

Ir a índice de Voltaire

Ir a página inicio

Ir a índice de autores