El pensamiento de José Saramago. Ser humano, Dios y Sociedad. Libro de Asunción Muñoz - Madrid, Adarve, 2020, 271 págs. Reseña de Alicia Villar Lecumberri (España)

El singular ensayo que presentamos aborda la obra de Saramago desde una visión filosófica entretejida con los personajes y las ideas con los que el autor escribió sus novelas.

El valor intrínseco de este estudio radica en el hecho de que es fruto de muchos años de dedicación minuciosa de una catedrática de Filosofía, Asunción Muñoz, admiradora y gran conocedora de Saramago. No deja de ser curioso que hace una década, el día que ella se jubiló, fuimos conocedores de la muerte del escritor y justamente este fue el motivo por el que ella decidió dedicarse a profundizar en la obra del autor portugués, dado que desde siempre le había impactado. En efecto, de ello da cuenta en el libro cuando va desgranando comentarios, confesiones y declaraciones de Saramago, en entrevistas que le realizaron en diversos medios de comunicación, de las cuales indica las fechas y las emisoras concretas, desde 1989, o de conferencias que pronunció Saramago en universidades —como es el caso de la Universidad de Medellín, en 2001-, o cuando dictó una conferencia en el Circulo de Bellas Artes con motivo de la presentación de su libro El hombre duplicado (2003), y del mismo modo en los múltiples artículos en su propio blog, del cual la profesora era fiel seguidora.

El ensayo comienza con una «Introducción», en la que Asunción Muñoz declara su intencionalidad de cara a su investigación, esto es, entresacar su pensamiento, sin dejarse llevar por su magnífica literatura. A continuación llega «Una pequeña nota biográfica» de Saramago, de la que rescatamos que es un autor de publicación tardía. Y pasamos a un sucinto capítulo, cuyo título justifica magistralmente el porqué de esta obra: «Una personalidad extraordinaria: solidaridad y sensibilidad». Por su parte, el ensayo está dividido en tres partes, que a su vez están divididos en capítulos y estos en apartados diferentes, en torno a tres conceptos, a saber, «Concepto de ser humano», «El concepto de Dios en Saramago», «Concepto de sociedad», acompañados de 377 notas, referencias puntuales de los pasajes literarios del autor. Pues bien, simplemente con la constatación del número de notas que acompaña este ensayo, el lector se puede hacer una idea de la minuciosidad con la que ha sido realizada.

En la primera parte, la destinada a la labor de desmenuzar el concepto que Saramago tenía del ser humano. El autor parte de la finitud de este, que es tan solo polvo, el cual, al conocer la finitud del tiempo y del conocimiento, se lanza a la búsqueda de respuestas para las preguntas que le surgen. A este quehacer se le llama filosofía. A su vez, el hombre es un ser solitario y la soledad radical es constitutiva del ser humano: «El sentimiento de soledad se tiene o no se tiene, y no se resuelve con la compañía» (p.50). Con todo, puntualiza cómo se necesita el reconocimiento del Otro, otro ser que difiere del «yo», y al que debemos respeto. Por su parte, para Saramago el hombre es un ser complejo, pues en él lo instintivo y lo racional se enfrentan; de ahí que al hombre se le conoce y se le comprende más por sus contradicciones que a partir de sus coherencias (p.55). Con todo, contradicción e incoherencia no son sinónimos, ya que uno puede contradecirse siendo incoherente. Dos son las condiciones inherentes al ser humano: el deseo de ocupación y la locura de la inteligencia. El apartado siguiente se centra en la insatisfacción del hombre, y así los personajes literarios de Saramago están descontentos e insatisfechos. Otro de los capítulos se centra en la cobardía, un aspecto frecuente en la personalidad del ser humano, que lo paraliza y no le deja actuar. Se plantea la reflexión sobre el hecho de que el hombre prefiere no saber porque tiene miedo a las respuestas y así la cobardía conduce a la inhibición. Por su parte, la agresividad, la irracionalidad y el egoísmo son características inherentes al ser humano. Y es que la ceguera física e intelectual conlleva la pérdida de la razón; es la ceguera la que suscita la irracionalidad. Debemos subrayar, además, que Saramago siente el pesimismo esperanzado, pues cree en la esperanza depositada en la solidaridad, y confía en la fuerza de voluntad del ser humano para conseguirlo. En un momento dado, el autor profesa que la formación y la educación pueden transformar al hombre. Pues no hay que perder de vista que las personas son insustituibles e irrepetibles. Este apartado concluye poniendo de manifiesto la importancia de la dignidad del ser humano, y es que el hombre nunca debe perder la dignidad, que comienza en el respeto a uno mismo, hecho que conlleva el respeto al otro. Para terminar, el hombre no debe resignarse jamás, tiene que «luchar por lo que debería ser, aun a sabiendas de que ello es prácticamente imposible de lograr en el momento en que se lucha. Esta es la verdadera actitud ética, la eterna actitud del héroe» (p.83). La primera parte termina con un capítulo dedicado a la esencia del ser humano, partiendo desde el planteamiento socrático sobre quién es el hombre. Lo que está claro es que el análisis y la reflexión son los dos pilares para conocerse a uno mismo, basándonos en la observación de nuestras propias acciones. Saramago defiende que el hombre es libre y tiene voluntad, principio de la acción, y eso es lo que le hace responsable. De ahí que sea imprescindible el paso del pensamiento a la acción, teniendo en cuenta que el ser humano es el resultado de sus obras. Así, somos la memoria que tenemos. Y si hay que actuar es porque nuestra indecisión perjudica también a las demás personas.

En la segunda parte de este ensayo trata del acercamiento del hombre a Dios. Se nos presenta al autor profesando un ateísmo pacífico, ya que no es que le moleste un dios en el que no cree, sino que lo que él no admite son las «incoherencias de quienes se dicen representantes de Dios en la tierra» (p.117). Así, su crítica directa es contra la Iglesia, ávida de lujo, promotora de Autos de Fe, que utiliza las fiestas y a los intolerantes creyentes, así como el miedo a la muerte, para imponerse. Saramago afirma que es el hombre el que crea a Dios, es una invención humana, porque el hombre lo necesita. Para él «es incomprensible que Dios consienta la existencia de un mundo tan injusto y que haya creado a un ser tan malvado en ocasiones el hombre». (p.129) Y al mismo tiempo que permanezca indiferente ante las desgracias de los hombres, algo que lo hace cruel. Habría que diferenciar entre el pecado del hombre y el pecado de Dios. Con todo, Saramago no dio la espalda a las religiones, pues en los últimos años de su vida, Saramago reclamaba la conciliación entre el cristianismo y el islam.

La última parte del ensayo está dedicada al concepto que Saramago tenía de la sociedad. La autora, en un cuidadísimo análisis apunta los puntos que denuncia el autor de la sociedad actual: «el cambio de actitud de los hombres según el sitio que ocupan en la sociedad, la crueldad de los países poderosos para con los desfavorecidos, y la falta de solidaridad con los propios conciudadanos» (p. 180). Interesantísimo es el capítulo dedicado a la crítica de la sociedad y las democracias actuales, en el que queda plasmada la coherencia del pensamiento de Saramago. Por otra parte, es de imperiosa necesidad educar a la sociedad, a los ciudadanos. Y es que la ciudadanía en conjunto puede llegar a tener mucha más fuerza de la que imaginamos. El autor reclama lucidez, como imperativo de éxito social, con el fin de erradicar la manipulación. De ahí que critique a los políticos, por su actuación, a los medios de comunicación, por su falta de claridad, al tiempo que le preocupa la desigualdad social, el maltrato, la mala jerarquización social y la desigualdad de las condiciones laborales. El libro concluye con un capítulo dedicado a la necesidad de una llamada urgente a la ciudadanía dada la falta de compromiso social de los ciudadanos, la falta de solidaridad, y la mala gestión de la economía de mercado. El caso es que el progreso nos obliga a una aceleración continua, y así, llegamos a la reflexión final: «la carrera tecnológica se ha acelerado [... ] de pronto, el futuro se ha acortado» (p.256).

Sin duda, ha quedado de manifiesto el interés que este ensayo puede suscitar al lector avezado. Doy fe de que la autora consigue que queramos volver a leer a Sara-mago. Y no solo eso, sino que contamos con un ensayo sobre el pensamiento de Saramago, que suscita múltiples reflexiones y como tal, no es un estudio cerrado, algo que nos congratula. De hecho, la autora anuncia la prospectiva de investigación, al señalar que existen aspectos que merecerían estudios aparte, tales como el de la poética, o el pensamiento estético de Saramago. Por lo tanto, quedamos expectantes ante publicaciones venideras.

 

Reseña de Alicia Villar Lecumberri

 

Publicado, originalmente, en: Revista Bajo Palabra

Bajo Palabra es una publicación de UAM Ediciones  |  Universidad Autónoma de Madrid

Link del texto: https://revistas.uam.es/bajopalabra/article/view/14108

 

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