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El Ojo de Horus
Ildefonso Robledo Casanova
antiqva@yahoo.es

 
 
 

El ojo de Horus Udyat: pectoral
Museo de El Cairo

 

 

1.     Horus y Seth

2.     Ofrenda del Ojo

3.     El Udyat y la luna

4.     Poder mágico

5.     Renacimiento del rey

6.     Bibliografía

 

Situados en el contexto del enfrentamiento entre los dioses Horus y Seth, los aspectos mitológicos y simbólicos que entraña la leyenda del Ojo de Horus, el Udyat de los antiguos egipcios, se insertan a modo de segunda parte en el popular mito de Osiris, del que se nos han transmitido sugerentes imágenes por el helenista Plutarco en su obra “Isis y Osiris”.

 

Plutarco, en ese texto, nos ofrece abundante información sobre las creencias de los sacerdotes egipcios en relación con la muerte y retorno a la vida del que habría sido según la leyenda un antiquísimo rey que habría traído la civilización al valle del Nilo. Antes de Osiris los hombres se habrían distinguido por arrastrar una existencia llena de privaciones, muy similar a la que llevan las bestias salvajes. Osiris, una de cuyas acepciones es la de Unnefer, el ser que es siempre bueno, habría de ser, sin embargo, asesinado por su hermano Seth, que sentía envidia y ansiaba usurpar su trono.

 

Gracias a los poderes mágicos, Isis y Anubis habrían de reconstruir el cuerpo del muerto, en el que seguidamente Thot, el gran dios de Hermópolis, habría de insuflar de nuevo la vida, convirtiéndose así Osiris, desde entonces, en la divinidad que reinaba en el mundo de los difuntos, en el Occidente, en la Duat. Osiris, que había sufrido la traición y la muerte, habría de renacer gracias al amor intenso de Isis y fue así como los Misterios de su pasión, que según Plutarco habrían sido instituidos por la propia Isis, habrían de ofrecer a los hombres una esperanza cierta de vida eterna tras la muerte. 

Horus y Seth

La segunda parte del mito de Osiris, una vez que este se ha convertido en señor de los difuntos, nos habla de esos enfrentamientos entre su hijo Horus, que pretende vengar a su padre y acceder al trono, y Seth, hermano y asesino de Osiris,  y tío por tanto de Horus.

 

Llama la atención, como recuerda Stephen Quirke, que en el antiguo Egipto las primeras menciones a Horus en cuanto dios de los reyes egipcios y las primeras noticias de los enfrentamientos entre Horus y Seth son mucho más antiguas que las primeras referencias que tenemos del propio Osiris. En la mitología egipcia Horus y Seth serían, al menos, unos seis siglos más antiguos que Osiris, lo que parece confirmar que sus disputas  estarían reflejando unos enfrentamientos tribales que habrían acontecido en los tiempos predinásticos.

 

Los textos egipcios, en relación con la figura de Horus, nos ofrecen diversas acepciones que no siempre parecen congeniar de manera adecuada. De un lado se habla de Horus el Viejo, que sería un antiguo dios celestial, que vivía en los dominios de Re, hijo de Geb (la tierra) y de Nut (el cielo) y por tanto hermano de Osiris. En otra segunda acepción Horus se nos ofrece como dios protector de la realeza egipcia, cuyos monarcas serían la encarnación del dios en la tierra. Horus, ahora, sería un dios local que habría terminado imponiéndose y dando su nombre a los reyes de Egipto. Una tercera acepción de Horus, finalmente, nos habla del dios en cuanto hijo de Osiris e Isis, que habría sido concebido cuando Osiris estaba muerto, gracias a los poderes mágicos de Isis.  Este sería Horus el Joven, que encarna los valores del orden y que se enfrenta con Seth pretendiendo la restitución de sus derechos hereditarios.

 

La confrontación entre Horus y Seth, reflejo de antiquísimos conflictos predinásticos, habría de hacerse más nítida cuando en tiempos posteriores, ya en los momentos del Reino Antiguo, esas disputas se insertaron en el contexto del mito de Osiris, ya que ahora Seth pasaba a encarnar el caos, la hostilidad y en general todo lo que se consideraba negativo, en cuanto asesino de su hermano, en tanto que Horus, por contra, se convertía en el paladín de la justicia y del orden.

 

Fechado en los tiempos de Ramsés V (hacia 1160 a.C.), si bien su origen posiblemente haya que remontarlo a los tiempos del Reino Medio, se ha conservado un texto que hoy conocemos como “ñas aventuras de Horus y Seth”, en el que se narran las disputas entre los dos dioses por la herencia de Osiris. Veamos como se inicia la narración en la versión de Lefebvre:

 

“(Entonces tuvo lugar) el juicio entre Horus y Seth, misteriosos de formas, grandes príncipes, (los más) poderosos que (jamás) existieron. Entonces un joven (Horus) estaba sentado delante del Señor Universal (Atum-Re), reclamando la función de su padre Osiris, hermoso de aparición, (hijo) de Ptah, que ilumina (el Amenty con) su (brillo); y Thot presentaba el Ojo-Udjat (al) príncipe poderoso que está en Heliópolis.

 

Shu, hijo de Re, habló ante (Atum, el príncipe) poderoso que está en Heliópolis: “La justicia pasa ante la fuerza: (haz)la (realidad) diciendo:  Dad esta función a (Horus).” Y dijo Thot a la (Enéada: “Ello es justo,) un millón de veces. Entonces Isis lanzó un gran grito y se regocijó (en extremo. Luego fue) ante el Señor Universal y ella dijo: “Viento del norte, (ve) hacia el occidente y lleva la noticia al (rey) Unnefer V.P.S.” Y Shu, el hijo (de Re), dijo: “Presenta el Ojo-Udyat (a Horus), es justo por parte de la Enéada”.

 

Pero el Señor Universal dijo: “¿Qué significa que toméis una decisión (vosotros) solos?”. Entonces (la Enéada) respondió: Que él (Thot) tome el cartucho real para Horus y que se (coloque) la corona blanca sobre su cabeza”. Entonces el Señor Universal permaneció silencioso durante largo (rato)...”

 

A pesar de que en este texto se nos ofrece la imagen de Horus en cuanto un joven que reclama la función de su padre, lo cierto es que más adelante se nos dirá que en esos momentos el litigio duraba ya más de 80 años, por lo que las divinidades de la Enéada ansiaban obtener una adecuada solución al mismo. En la narración vemos que Thot presenta al Señor Universal el Ojo-Udyat y más adelante será Shu, dios del aire, el que solicite que el Ojo sea entregado a Horus. El Ojo, en cuyas singularidades pretendemos profundizar en este estudio, adquiere en la narración un claro simbolismo de fuente legitimadora de la sucesión real. Los dioses presentan el Ojo, símbolo de la herencia de Osiris, y desean que sea adjudicado a Horus. El texto que hemos reproducido termina ofreciéndonos la imagen de un dios supremo, Atum-Re, que tiene razonables dudas de la solución que debe ofrecer a los litigantes.

 

La imagen del Udyat, el Ojo de Horus, del que este texto nos ofrece estas interesantes noticias, se vincula con los enfrentamientos entre este joven dios y su tío Seth. El mito nos dice que en el transcurso de esas peleas hubo un momento en que Horus perdió su ojo izquierdo, dañado o robado por Seth, según les versiones, en tanto que Seth, por su parte, habría sufrido la mutilación de sus testículos. Simbólicamente todo parece sugerir que Horus habría perdido el órgano que le permitía acceder a la claridad de visión y a la luz, en tanto que Seth, paradigma de lo negativo, habría sufrido la pérdida de su potencia sexual, que se piensa que es una fuente primaria de perturbación para dioses y hombres. El Ojo habrá de ser restituido a Horus por Thot, la divinidad del Conocimiento. Vemos, así, que el mito parece apuntar a un enfrentamiento entre unos elementos puramente primarios, propios de la sexualidad, y otros que se exponen como más elevados (el acceso a la luz y al conocimiento).

 

Fechados en el Reino Antiguo, los “Textos de las Pirámides” nos ofrecen abundantes referencias a esos enfrentamientos entre Horus y Seth. Veamos a modo de ejemplo la Declaración 359. En ella el espíritu del rey fallecido manifiesta estar dispuesto a enfrentarse a Seth para conseguir que el Ojo sea restituido a su legítimo dueño, Horus. Thot, igualmente, se manifiesta también partidario de la causa del hijo de Osiris:

 

“Horus ha gritado a causa de su ojo, Seth ha gritado a causa de sus testículos, y salta el Ojo de Horus, que ha caído en aquel lado del Canal Sinuoso, de forma que pueda protegerse de Seth. Thot lo vio en aquel lado del Canal Sinuoso cuando el Ojo de Horus saltó a aquel lado del Canal Sinuoso y cayó en el ala de Thot en aquel lado del Canal Sinuoso. Oh vosotros dioses que cruzáis sobre el ala de Thot a aquel lado del Canal Sinuoso, al lado oriental del cielo, con el fin de litigar con Seth por el Ojo de Horus. Yo cruzaré con vosotros sobre el ala de Thot a aquel lado del Canal Sinuoso, al lado oriental del cielo, y litigaré con Seth por el Ojo de Horus”.

 

Los textos egipcios, en relación con este mito, nos ofrecen una imagen claramente dualista, de enfrentamiento entre las fuerzas del orden, representadas por Horus, y las del caos, simbolizadas por Seth. El resultado habrá de ser favorable a Horus, de modo que de un lado conseguirá recuperar su Ojo dañado y de otro logrará ser reconocido como sucesor legítimo de los derechos de Osiris, con lo que el orden y la armonía serán restaurados.

 

Llama la atención, sin embargo, que Seth, a pesar de ser derrotado, no será aniquilado o expulsado, ya que los sacerdotes egipcios, autores de los mitos, pensaban que a pesar de representar a una fuerza negativa lo cierto es que la misma resultaba necesaria para que el orden pudiera mantener el mundo en movimiento. Plutarco nos ofrece interesantes noticias en relación con estas creencias. Para los egipcios, según este autor, Osiris era el símbolo de la vida, representando el principio y la potencia de todo aquello que es húmedo. Set, por contra, sería el principio de todo cuanto es sequedad, de todo lo que es ardiente, de todo lo que produce sequía, en una palabra, de todo lo que es hostil a lo húmedo, a la vida. Isis y Osiris serían el símbolo de Egipto, la tierra fecunda, y el Nilo, en tanto que Seth representaría lo estéril, el desierto.

 

Más adelante, Plutarco nos confirmará que cuando se produjo el definitivo triunfo de Horus, su madre Isis: “no aniquiló por completo el elemento opuesto a lo húmedo; se contentó con desatarle, dejándole escapar, deseando, ante todo, mantener el equilibrio del mundo, porque el universo no estaría completo si el principio ígneo faltase y desapareciese”. Horus no aniquiló a Seth, solo le privó de su fuerza y actividad, ya que: “cuando la Razón organizó el mundo, estableció en él la armonía al hacerlo resultado de elementos opuestos, no aniquiló la fuerza destructora, sino que se contentó con regularizarla”.

 

Ofrenda del Ojo

Maat, hija de Re, el dios primigenio, era la divinidad que encarnaban el orden, la justicia y la armonía del mundo. Los egipcios pensaban que era Maat quien se encargaba de mantener inalterable el orden del cosmos que había sido establecido en el principio de los tiempos. Gracias a Maat el orden del mundo se mantenía día tras día; gracias a Maat, cada amanecer, el sol volvía de surgir de las tinieblas triunfando cada noche sobre las fuerzas del caos.

 

Para los sacerdotes egipcios existía una vinculación estrecha entre Maat y Horus. Cuando este recuperó su Ojo y triunfaron sus derechos a la sucesión de Osiris lo que realmente sucedió es que se produjo el triunfo de Maat. El orden natural del mundo se había restablecido nuevamente. El Ojo de Horus era para los egipcios el símbolo de algo que había sido dañado y que debía ser sanado o restituido. El orden, que había sido perturbado por Seth, debía ser repuesto para que Maat imperase.

 

Los reyes debían hacer ofrendas de Maat en los cultos a las divinidades que se realizaban diariamente en los templos egipcios. Maat, el orden y la justicia, era el alimento genérico de los dioses y era función del faraón, que este tenía que delegar en los sacerdotes por motivos obvios, que todos los días Maat se ofreciera a cada dios en cada uno de los santuarios egipcios. En este contexto, el Udyat, nombre que significaría “lo que está completo”, en cuanto imagen de algo perturbado que había sido luego restituido, fue considerado como una ofrenda especialmente significada que junto a Maat se debía ofrecer a los dioses. Se pensaba que el Ojo de Horus tenía efectos muy favorables sobre la salud de dioses y hombres ya que había sido la ofrenda que Horus había presentado a Osiris para conseguir devolverle la vida.  Ese es el motivo de que en los templos egipcios abunden las imágenes en las que el rey está ofrendando a la divinidad una estatuilla de Maat y una representación del Udyat. De este modo la estatua de la divinidad recibía del faraón, heredero de Horus, justicia (Maat) y salud (Udyat). Gracias a la magia de estos símbolos la vida impregnaba la estatua del dios y se aseguraba el orden y la armonía del cosmos.

Veamos uno de los textos en los que el sacerdote oficiante, asimilado a Thot, hace la ofrenda del Ojo de Horus con la pretensión de que el alma del dios retorne a su estatua: “He venido hacia ti, yo soy Thot que busca el Ojo sagrado Udyat para su señor. He venido, he encontrado el Ojo sagrado y te lo entregó”. A continuación, el oficiante entregaba al dios su corona, colocándola sobre su cabeza. De ese modo, diariamente, se conseguía que la estatua del dios a la que se rendía culto en el santuario contase con su espíritu (ba), gracias al Ojo de Horus, y con su poder (sejem) gracias a la corona.

 

Cuando un nuevo rey era coronado, su ascensión al trono, una vez superados los peligros que acechaban en ese momento de inquietud especial, se asimilaba con la imagen del Ojo de Horus triunfante sobre Seth. Veamos un ejemplo en el que la coronación de un faraón se compara con el triunfo del orden y la justicia; se trata de Merenptah, hijo de Ramsés II. Seguimos la versión de Stephen Quirke:

 

“Venid y ved, vosotros pueblo de la Justicia:

La Justicia expulsa a la Falsedad,

el pueblo de la Injusticia ha sido rechazado de delante de sus rostros,

todas las rapaces han sido rechazadas.

 

El agua está firme, no desciende, la inundación la lleva hacia arriba;

los días son largos, las noches tienen horas,

la luna aparece correctamente.

 

Los dioses están satisfechos y contentos,

y nosotros vivimos sonrientes y maravillados”.

 

C. Jacq cita también otro ceremonial que en un tono similar afirma que el nuevo rey supone el triunfo de Horus:

 

“¡Noble es tu cabeza

como la del hijo de Isis,

faraón!

 

Tus ojos son los ojos de los dioses.

 

Eres tú quien ilumina el país entero,

quien disipa la oscuridad para el genero humano,

cuando apareces,

provisto de mágico poder,

faraón”.

 

El Udyat y la luna

En el capítulo 17 del “Libro de los Muertos” se ofrecen diversos conjuros mágicos cuya finalidad es que el espíritu del difunto pueda salir del Más Allá y retornar posteriormente si así lo desea. En el texto se exponen varias fórmulas que deben ser recitadas por el difunto, indicándose que el conocimiento de los conjuros habrá de resultar también muy provechoso para los hombres que los lean en la tierra. En uno de ellos, el difunto manifiesta que yo: “he reconstituido el Ojo (divino) después de que se hubo apagado en el día de la lucha de los Dos Compañeros”.

 

“¿Qué significa eso? –aclara el autor del texto- Se trata del día en que Horus combatió contra Seth, cuando éste arrojó inmundicias a la cara de Horus y cuando Horus destruyó los testículos de Seth. Sin embargo, Thot con sus dedos lo curó”.

 

En este conjuro, el difunto, identificado con Thot, declara haber reconstituido el Ojo que Horus había perdido. Especial interés reviste la indicación de que “he reconstituido el Ojo después de que se hubo apagado...”. Esa referencia al Ojo que se ha apagado era entendida por los sacerdotes egipcios como una alusión a la luna, ya que se pensaba que el Ojo de Horus, cuando era dañado por Seth, simbolizaba a la luna en sus fases decrecientes, de modo que la luna llena sería el Ojo una vez restituido. Se pensaba, en ese sentido, que Horus con sus dos ojos iluminaba la tierra de Egipto. El ojo derecho era el símbolo del sol, Re, en tanto que el ojo izquierdo era la imagen de la luna, Thot.

Plutarco nos confirma esa creencia egipcia de que la fase menguante de la luna estaría haciendo alusión a los ataques de Seth contra el Ojo de Horus, de modo que Seth sería concebido como un ser del mal que pretendiendo destruir a la luna u Ojo de Horus ocasionaba las fases decrecientes de este astro e incluso los eclipses: “por la privación total del Ojo de Horus quieren dar a entender el eclipse de la luna, que restablece el sol iluminándola de nuevo cuando se ha desprendido de la sombra de la tierra”.

 

Los textos egipcios nos ofrecen noticias que nos informan de que el Ojo de Horus no fue atacado solamente una vez, sino que Horus sufrió repetidas agresiones por parte de Seth. Esos ataques repetidos serían la causa de los eclipses lunares. En el capítulo 112 del “Libro de los Muertos”, titulado “Fórmula para conocer las Almas de Buto”, se nos transmite información acerca de una de esas agresiones. En esta ocasión Seth está representado por un cerdo, siendo esa la causa de que este animal fuese considerado por los egipcios como especialmente abominable e impuro. Veamos el contenido de ese capítulo:

 

“Dice el difunto: ¡Habitantes de las lagunas... ¿Sabéis por qué se entregó la ciudad de Buto a Horus? Yo lo sé, aunque vosotros no lo sepáis. Fue Re quien le dio (la ciudad de Buto) como indemnización por la herida que había sufrido su Ojo, tras lo cual Re le había dicho a Horus: “Déjame ver qué ha ocurrido en tu Ojo hoy” Lo miró y entonces Re dijo a Horus: “¡Echa una mirada sobre ese cerdo negro!” Entonces se puso a mirarlo e inmediatamente la herida de su Ojo se agudizó vivamente. Luego Horus dijo a Re: “Parece como si mi Ojo (hubiera sido de nuevo golpeado por) Seth.” Y perdió el conocimiento. Después Re dijo a los dioses: “¡Llevadlo a su cámara, a fin de que recobre sus sentidos!”.

 

Había ocurrido, (efectivamente), que Seth, convertido en un cerdo negro, acababa de dar un golpe de fuego contra el Ojo (de Horus).

Después Re dijo a los dioses: “Despreciad al cerdo a causa de (lo ocurrido a) Horus! ¡Sin embargo, él podrá recuperar sus sentidos!” Y así fue como el cerdo estuvo en abominación por parte de los dioses de su comitiva a causa de (lo ocurrido) a Horus...”

 

Poder mágico

El Ojo de Horus, en cuanto símbolo mágico, tenía un inmenso poder. Del mismo modo que protegía a los seguidores de Horus podía igualmente aniquilar a sus enemigos. Los “Textos de las Pirámides” nos informan de que antes de la creación del mundo por Atum ya existían las denominadas aguas primordiales (el Nun o el Abismo), que vendrían a representar las profundidades insondables del océano celeste. En esos textos del Reino Antiguo se expresa la idea de que el Abismo existió antes que el cielo y la  tierra. Para ofrecernos una idea de ese carácter primero de las aguas primordiales se nos dice, incluso, que ya existían cuando ni siquiera había surgido todavía el temor al Ojo de Horus. Veamos el conjuro 132:

 

“Salve vosotras aguas.... Los corazones estaban repletos de miedo, los corazones estaban inundados de terror cuando yo (el rey fallecido) nací en el Nun antes de que el cielo existiera, antes de que la tierra existiera, antes de que lo que tenía que ser hecho firme existiera, antes que la confusión existiera, antes que el miedo que surgió a causa del Ojo de Horus existiera...”

 

Del mismo modo que los enemigos de Horus podían ser aniquilados por el poder del Udyat, los seguidores del dios podían beneficiarse de su benéfica protección. El capítulo 137A del “Libro de los Muertos”, denominado “Fórmula de las cuatro antorchas de glorificación preparadas para el bienaventurado” nos ofrece la imagen del Ojo de Horus en cuanto símbolo de protección tanto para Osiris como para el difunto, que se ha identificado con el dios. En ambos casos, los enemigos serán rechazados gracias a los poderes del Udyat. Los “Textos de los Sarcófagos”, igualmente, también exponen diversas fórmulas que tienen un contenido similar, como es el caso del conjuro 316, en el que el difunto se ha convertido en el propio Ojo de Horus y ha adquirido sus poderes mágicos, por lo que todos le temen.

 

Veamos seguidamente el capítulo 137A del “Libro de los Muertos”, antes citado, que se relaciona con el ritual de las cuatro antorchas, con el que se pretendía atraer al difunto el calor vital de Re. Las antorchas, situadas en el interior de la cámara mortuoria, se debían apagar en el momento de la aurora, utilizando para ello cuatro recipientes de arcilla, en los que se había esparcido incienso y leche de una becerra blanca.

 

“Dice el difunto: La antorcha llega a tu ka, Osiris, Señor de los Occidentales; la antorcha llega a tu ka, Osiris N. (el propio difunto)...

El Ojo de Horus es tu protección, Osiris, Señor de los Occidentales (y) constituye una salvaguarda para ti: rechaza a todos tus enemigos, todos tus enemigos son apartados de ti.

 

El Ojo de Horus es (también) tu protección, Osiris N. (y) constituye una salvaguarda para ti: rechaza a todos tus enemigos; todos tus enemigos son apartados de ti. (Él acude) a tu ka, Osiris, Señor de los Occidentales...

 

El Ojo de Horus acude, sano y salvo, emitiendo resplandores como Re en el horizonte; eclipsa el poder de Seth que (éste) le había robado –(porque) fue él quien se lo volvió a llevar para sí- (y) dirige su fuego contra él en tu presencia. El Ojo de Horus, sano y salvo, come de su cuerpo para ti, y tú lo posees y lo alabas...

 

(Las cuatro antorchas van a penetrar) en tu ka, Osiris N.; el Ojo de Horus es tu protector, rechaza a todos tus enemigos, tus enemigos son rechazados de ti...”

 

El Ojo de Horus, dado su intenso poder mágico, se utilizó muy frecuentemente como amuleto o talismán que protegía a los difuntos. Con esa finalidad se solía colocar en las momias, sobre la incisión que se practicaba en el abdomen del difunto para retirar los órganos internos. Se pensaba que el Udyat protegía contra encantamientos negativos al difunto al mismo tiempo que le proporcionaba visión y luz en el más allá.

 

Renacimiento del rey

Por estar estrechamente vinculada con los aspectos mitológicos y simbólicos del Ojo de Horus que venimos comentando, vamos a terminar este estudio reproduciendo la declaración 524 de los “Textos de las Pirámides”, que nos habla del renacimiento del rey difunto gracias a los benéficos efectos del Udyat. El texto se inicia con las palabras del rey que manifiesta que ya se encuentra purificado tras su paso por el cielo inferior y que en cuanto divinidad está asimilado a Thot, precisamente el dios lunar que devolvió a Horus su Ojo. Nos dice, seguidamente, que porta la Corona, el Ojo de Horus, lo que hace que se sienta con grandes poderes y nos habla de su ascensión a los cielos utilizando alusiones a diversas aves, plumas, alas... En esa ascensión será ayudado por Geb.

 

Se producirá después la llegada al reino celeste de Re, tras haber dejado atrás los campos de Osiris, donde nada se le ha podido oponer, ya que el rey es fuerte, Atum le está llamando y Re ha despejado su camino. El rey lleva el Ojo de Horus, como Thot, y gracias a él Horus lo podrá recobrar, restaurándose así el orden del cosmos.

 

En el momento final veremos que Horus ha tomado ya posesión de su Ojo en tanto que el espíritu del rey difunto se sentará en su trono, entre los dioses, hombro con hombro con el propio Atum, el gran dios de la creación. Veamos el contenido de la declaración:

 

“Yo soy purificado con la purificación que Horus empleó para su Ojo; soy Thot que te protege, no soy Seth que se lo llevó; ¡Alegraos, dioses! ¡Estad contentas, Enéadas! Oh Horus, reúnete conmigo, porque llevo la Corona Blanca, el Ojo de Horus con el que uno es fuerte. Estad contentos, dioses, por mí, cuando ya ascienda; mi cara es la de un chacal, mis brazos son los de un halcón, las plumas de mis alas son las de Thot, y Geb hace que yo suba volando hacia el cielo para que pueda llevarle el Ojo de Horus. He quitado vuestras fronteras, difuntos, he traspasado vuestros límites, obstructores que estáis bajo el control de Osiris. Yo he bloqueado los caminos de Seth, he esquivado a los mensajeros de Osiris, y no hay dios que pueda imponer su dominio sobre mí, no hay adversario que pueda oponerse a mi camino, porque soy Thot, el más poderoso de los dioses.

 

Atum me convoca al cielo, y yo le llevo el Ojo de Horus, soy el hijo de Khnum, y no hay mal que yo haya hecho. Que largo tiempo esta palabra esté en tu mira, Oh Ra; ¡Óyela, Oh Toro de la Enéada!. Despeja mi camino, haz mi sitio espacioso a la cabeza de los dioses, para que pueda llevarle el Ojo de Horus y pueda hacer que sea vuelto a unir a él lo que salió de su cabeza. Yo haré que él vea con ambos ojos intactos, por medio de lo cual hará desaparecer a sus enemigos.

 

Horus ha tomado posesión de su Ojo y me lo ha dado. Mi perfume es el perfume de un dios, el perfume del Ojo de Horus está en mi carne, y soy preeminente poseyéndolo; me siento en vuestro gran trono, dioses, y estoy hombro con hombro con Atum entre las Dos Varas. Soy el que impide a los dioses el llegar a estar cansados buscando el Ojo de Horus. Yo lo busqué en Pe, lo encontré en On, lo tomé de la cabeza de Seth en el lugar en que ellos combatieron. Oh Horus, extiende tu brazo hacia mí; Oh Horus, toma tu Ojo; que vaya hacia ti, que vaya hacia ti cuando yo llegue a ti. Que el Ojo de Horus llegue a ti conmigo, sobre mi para siempre”.

 

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Ildefonso Robledo Casanova
antiqva@yahoo.es
 

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