Del Órbigo
Orión de Panthoseas

… hacia los idus de agosto, surge en Vecilla de la Polvorosa un momento, justo al amanecer, en que hierve el río y el color del cielo se asemeja a la nieve;
…desde los fondos del agua, de entre sus fuerzas vivas, emerge un polisón de niebla que deambula y marcha acariciando el rocío, las piedrecillas, la hierba, los juncos; y luego, tras aspirar a lo alto, emprende el vuelo para dejar paso a la diaria y divina transubstanciación del mundo;
… y ese instante, digo, es y discurre cuando las estrellas aún parpadean y los murmullos del cosmos esperan a que trascienda un rayo de luz, divida el universo, y, señalando la tierra, la ponga de manifiesto;

… enfundado en aquella deshilvanada y enorme pelliza que perteneció a mi abuelo, una pelliza que andaba por casa al retortero y que tanto disfrutaba guareciéndome en ella los días de frío, con mi caña de pescar de palo y mi caldereto con boñigas de buey repletas de trigo, iba yo ligero y braceando con determinación por el barrio abajo, cruzando con buen ánimo el madrigón de Federico, las eras luego, y seguía por el “Rincón de Matías”, partijas adelante, camino del Lobero;
(lobero: como su nombre indica, lugar de lobos, pero, también, donde el río se afloja para agrandarse y remansarse, para reposar en tabladas profundas y reflejar con deleite los confines del aire y las chispas del cielo (tal es que, por completo enamorado, hubiese decidido este Órbigo acampar allí y andar entretenido en la juiciosa construcción de espejos verdes y azules de agua);
… y ya, la apoteosis, la conjunción del ser y la belleza se convierte en pasmo inenarrable, pues deteniéndose y observando Vecilla desde el madrigón, el paisaje en este tiempo deslumbra, entra de golpe en la emoción, la agita, la posee, y ambos, emoción y deslumbramiento juntos, llevan a uno raudo, le aligeran el paso y acaban inundándolo con esa cualidad absoluta y proverbial del asombro;
…las gotas de rocío mojaban mis botas katiuscas y, al romperse contra sus punteras, producían y dispersaban luces. Yo veía ascender sobre los prados aquella humareda inmensa y lenta que describía el meandro en el aire, cual si un dios estuviera impartiendo su ley de belleza desde sus ingentes templos de poder y vacío;

… tiene lugar esto cuando las cosas se miran como nuevas e inmancillables y todo es natural, cuando se descubren no porque acontezcan en sí, sino porque logramos descubrirlas, verlas… ¿ serán verdad? - decimos -; qué sensación ésta del asombro, y qué levedad contiene, y cómo nos empina, arranca y separa los huesos de la tierra”;

… sin embargo, en ese tiempo y temprano, del día y de la vida, se lleva siempre un secreto en el corazón. Incluso antes del amanecer. Y también luego ¿ … quién no lo ha sentido y visto - y ay de quien no lo ve ni lo logra ver - al serle acometida de pronto la intimidad por pensamientos primerísimos, en los que el ser únicamente se pronuncia y es ?;
… yo llevaba en mi ser de mañana doce años de vértebras y sueños bajo la pellizona preciosa de mi abuelo; pero no podrá olvidárseme que, para mí, aquella fue una edad inconfesable porque, entonces, no se es niño ni hombre, pues, como si todo fuera no sólo perdurable sino eterno, a esa edad la vida crepita, y como si crecer y crecer constituyera lo apremiante, lo único y a la vez urgente para ser hombre y a la vez alguien. Los deseos del genio planetario son así: el reverbero de la fascinación al golpear con ansia el alma por obtener un éxito femenino y la consiguiente jerarquía en el magno ejercicio del poder; porque era una verdad certera que, en cuanto se podía, se pasaba de nada a hombre;

…mi perra Tula - con sus trazos blancos y negros - parecía que fuera y viniera por todas partes husmeando y cazando espíritus y sombras; delante mío marchaba por caminos y linderos, cruzaba corriendo y, deteniéndose con la cabeza alta, contemplaba los praderales, se adentraba en la fronda de los surcos labrados, los olía, levantaba sorprendida la cabeza, y luego venía y me lo comunicaba. Yo la miraba en silencio o le decía con voz queda ¿ qué… ? y cuando me entendía, sin hacer ruido, y como una centella, se alejaba de nuevo y yo le volvía a decir “toba, ven aquí… “, pues ambos andábamos con cuidado no despertáramos las cosas antes de hacerlo las luces de la mañana;
… Tula volvía la cabeza y no me hacía caso; era ya cuando, en medio de los ribazos del Lobero, los troncos de los árboles tirados por el suelo y el crujido de las hojas pisadas se convertían en sospecha, en un sesgo o incertidumbre de algo, en continuas adivinaciones a través de la penumbra que en mechones se desvanecía (éste es el momento en el que discurre y tintinea el verano en el aire, cuando, como si con la respiración contenida, esperara unos instantes para que pueda advenir el sol y, enseguida, pueda disponer de un despliegue lento y descomunal con que desenterrar, incendiar y proponernos en resplandor la vida);

…llegué a la orilla del río con esa ansiedad de sueños que provoca encontrar en uno mismo un conquistador etéreo de famas y fortunas. Había cebado “el sitio” intensamente los días anteriores y en su hora precisa, justo a la anochecida; en lo alto, por entre las ramas de los chopos, por entre las de las paleras y las de los álamos, entreverándose, veía marchar la niebla cual enormes repelones de lana volandera y limpia hacia arriba; ¿ hacia dónde irá ? me pregunté mientras subía y subía en brazos de las entidades invisibles de aire;
…cabeza y rabo levantados, Tula se acercó al borde del barranco y, tras mirar con interés y fijamente el agua, se dio media vuelta y se fue incontinente y contenta en busca de secretos del alba, por lo que empezó a hociquear y a levantar topineras, hormigueros, ruidos, a bajar el morro a ras de tierra y a dejar rastros entre la hojarasca;

“… y yo a lo mío, a mis reinos mojados, a los desarreglos y honduras donde cobija sus claustros la soledad… “;

… y ello fue, y es aún tan así, que mientras preparas los achiperes de la caña, mientras con arte y seguridad - digo - le pones al anzuelo el cebo, la tiras al agua, y luego con un par de horquetas la fijas al suelo y te sientas a su lado y al alcance de la mano la retienes, acontece entonces una sensación inaudita, pues se abre un tiemblo de inusitado candor en el que todo es posible, pues el pescador, en ese preciso instante, cual niño bíblico, ignorando el futuro cree en él y de él lo espera todo; es por eso - me digo ahora – por lo que tan a menudo su fe lo salva y entonces pesca; empecé a comprender esto el día aquél, lejano, en que con la caña en alto y un enorme barbo colgando de un anzuelo primitivo, con emoción y alegría corrí en busca de la ayuda prodigiosa de mi abuelo, y mi abuelo, viéndolo, detuvo el mundo y el trillo en medio de la era para desenganchar aquel pez primero de mi espectacular y primera iniciación ¡ … ah, tenía yo cinco años !

“… ya veis, parece mentira, pero no tiene plazos la eternidad, ni tampoco remedios donde contemplarla ensimismados sin patria alguna, sin prisa… “;

… y allí estaba por fin, sentado en el suelo del Lobero, al cobijo del hueco imponente de la pelliza y absorto en aquel corcho alargado y fino, en aquel corcho pintado de rojo con una banda blanca, recostado tranquilo sobre la superficie lisa del agua, y al que con toda mi alma ansiaba ver entrar en ella y que se perdiera en el fondo, así fuera con la rapidez de una exhalación o de un demonio…

“… y el pescador en su tiempo, al igual que el niño en el suyo, piensa en el triunfo, se agita por él, vibra para que llegue, para que cuanto antes llegue y asirlo materialmente con las manos, para hacerlo realidad y parte viva de su cuerpo y de su alma”;

… sin embargo, y a pesar de todo, es en ese ínterin del amanecer cuando emana y se pone de manifiesto el frío de la mañana; pero yo, allí, dentro de la pelliza, y asomando cara con el fervor de un santo, ya no sólo disponía de paciencia alguna, pues la tenía no sólo trastocada sino convertida en embelesamiento; mi atención, quemante, se centraba en mis manos para que, al picar, y convertirse en certeza, pudiera lanzarme con rapidez sobre mi caña de palo y, pulsándola bien, dando un tirón fuerte y seco de sedal, pudiera tantear enseguida la fuerza del pez, captar su identidad y descripción, su peso, adivinarlo, e imponerle no la prueba de la fuerza, sino la estrategia de la sabiduría para, al final, vencerlo;

… pero, a la larga, hay cosas para las que, de todos modos, doce años dan mucho de sí: como sentirse sumergido en la magia de vendedor inequívoco de espejos e impartir destreza y temple con la caña en la mano, o apropiarse de intuición y fuerza suficientes, o también, y por qué no, comprender la adversidad y salir para siempre del viejo pellizón a conjugar conscientemente aquella escasez infinita de peces no ya crepusculares o tardíos, pues que nada, nada parecía haber en el río esa mañana capaz de aceptar la humildad de mi cebo de garbanzo cocido y aliñado con esmero por mi madre; ni una sola “picada”, se dice bien, ni la más leve insinuación siquiera, sino sólo una nada estricta y demoledora, de ésas que acaban por consumir los ojos, la atención requerida y el sustento primordial de esa luz cegadora de la esperanza;
… y cuando la irrupción solar ascendía por detrás de los cerros y hacía arder los chopos, las támaras y zarzas, cuando los repelones diseminados y difusos de niebla se habían mezclado con el canto agorero y descarnado de urracas locas, cuando el resplandor del cielo se había convertido en un atrio pasmoso e iridiscente del mundo y el plantío y el río, e insectos y pájaros eran un compendio de latidos en armonía y culminación y Tula iba y venía deteniéndose trémula y seria, olisqueando en aquel saco viejo y ralo de esparto, tirado bajo una palera que tan bien conocía y donde buscaba inútilmente peces recién pescados, sería entonces, digo, cuando probablemente tocado al tiempo por el reflejo del resplandor que nacía y los estragos de la emoción, digo que me iría lentamente recostando, envolviéndome poco a poco entre el forro hecho trizas de la pelliza y, a su calor y regusto, me quedara dormido;
“… y cuando uno está dormido el tiempo no ha estado nunca allí, no, nunca, y si hubiera estado se habría ido, por lo que, habiéndose llevado todo, al despertar su contenido se desconoce…; y si preguntaras ¿ qué te dirían ? ¿ y quién ? ¿ y cómo y sobre qué ? “;

… por lo que, al oír los ladridos de Tula sobre mi cabeza - y de un salto ponerme de pie y ver que allí no había caña ni rastro de caña, puesto que se hallaba en el medio del río con el puntal hundido, hundida y puesta de pinote entre un amasijo informe de raizones y ocas y de todo punto inalcanzable - recuerdo que estaba yo soñando con un pez enorme, con un pez como un buey de grande y que me iba arrastrando hacia el agua, pues tiraba, tiraba de mí y acababa por arrebatarme la caña de las manos y vencerme… ¿ sería cierto… ?
… después de un rato, y sin saber qué hacer, recuerdo que me restregué los ojos con aspereza y desolación, que ofuscado y con rabia le agradecí a Tula el haberme llamado después de todo, y que, por la angustia del sueño y su ósmosis con la realidad, recogí el saco vacío con la garganta completamente dolorida y reseca; recuerdo que me lo eché al hombro y que, con amargor indecible, miré otra vez al medio del río imaginando al otro lado del sedal el pez descomunal que estaría enganchado a mi caña, lejos, en los reinos reales y profundos de mi impotencia; por último recuerdo que cogí la pelliza del suelo y que, de allí mismo, caído y con motas de polvo, recogí “El viejo y el mar”, aquel librín de nada que había metido en el bolsillo para matar ratos muertos, por si era mal día y los peces no se daban, por si acaso…

” … y fue entonces cuando Tula y yo, como hacíamos siempre, nos miramos uno al otro, y tras mover la cabeza sin decirnos nada, a buen paso, y cada uno por su lado, decidimos volver.”

Orión de Panthoseas
SIGLO XXI-POESÍA: Orión de Panthoseas ®
http://oriondepanthoseas.wordpress.com/   

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