Cernuda y “el otro”

ensayo de Paciencia Ontañón de Lope

En la poesía de Cernuda en general, y en particular en la de los últimos años, es frecuente que aparezca un diálogo con un personaje incógnito, con el cual entabla una comunicación que pareciera estar establecida previamente.

El poeta ha hablado con frecuencia de las “voces de la poesía”, voces de distintos tonos, voces que no son sino él mismo, dialogando consigo mismo, una forma de sumergirse en su intimidad, de apartarse del mundo, de vivir su soledad. Esta voz —o voces— se convierte en el “amigo” que lo protege y al que de la misma manera hay que proteger de las amenazas de afuera, del mundo exterior hostil y acorralador: “El excesivo contacto con el exterior, si no traiciona, daña a este amigo incomparable, que sentimos diferente e idéntico a nosotros”[1] ha dicho el poeta. Y en su poema en prosa “Ocnos” se refiere a la forma en que se constituyen sus dos yoes y de cómo existen por medio de la soledad: “Entre los otros y tú, entre el amor y tú, entre la vida y tú, está la soledad: mas esa soledad que de todo te separa, no te apena”.

Este desdoblamiento que experimenta Cernuda es un fenómeno bien conocido. Desde los tiempos más antiguos se ha considerado al cuerpo y al alma como una dualidad, que juntamente constituyen al ser humano. Lo mismo sucedió con el hombre y su sombra como una dualidad también, pero esta última con un significado particular y ambivalente: por un lado representó la inmortalidad; por otro, una especie de amenaza, un recuerdo de la presencia de la muerte[2].

La presencia de este “otro” tampoco es un elemento nuevo en la literatura. Con diferentísimos matices, y especialmente en el romanticismo, el desdoblamiento se proyectó frecuentemente en las letras. Psicológicamente se ha visto como una consecuencia de las tendencias de aislamiento, como una regresión del artista a lo más profundo de sí mismo, regresión que él puede controlar y a la que puede acudir cuantas veces tenga necesidad de recluirse en su propia intimidad. Fuente indudable, por otro lado, de su inspiración artística[3].

Otra forma de manifestarse el doble es por medio del espejo. La imagen que allí se encuentra cada individuo es un otro yo, que a veces se reconoce y a veces no se acepta. Es una forma de identificación, de reconocimiento de una instancia, que nos revela nuestra propia identidad, aunque ocasionalmente no la aceptemos como tal. La imagen del espejo es el umbral del mundo visible y también la presencia de realidades psíquicas que se le presentan al ser que se contempla[4].

Al espejo se refiere Cernuda como forma de alcanzar la interioridad propia:

Que de espejo nos sirva

El prójimo, y nuestra propia imagen

Observemos en él, mas no la suya[5]

Como ya he señalado, el diálogo que el poeta mantiene consigo mismo (o con su “otro”) se hace mucho más frecuente en las últimas obras, y aparece constantemente a partir de Con las horas contadas, para ya no desaparecer más. Sin embargo, lo podemos encontrar tempranamente, aunque sea de manera esporádica. En Los placeres prohibidos, de 1931, por ejemplo, se refiere ya a la sombra y describe al individuo desdoblado en sus dos mitades:

Una mirada fugaz entre las sombras

Bastan para que el cuerpo se abra en dos,

Ávido de recibir en sí mismo

Otro cuerpo que sueñe:

Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,

Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo[6]

Pero el “otro”, en forma de sombra, puede ser el más fuerte, invadir todo, dominar todo. Así lo expresa el poeta en un poema en prosa: “Sentado sobre un golfo de sombra vas siendo ya sombra tú todo. Sombra tu cabeza, sombra tu vientre, sombra tu vida misma [...]. Cuida tu sombra: dentro de tiempo ni sombra serás”.[7]

La sombra llega a ser tan importante que equivale a “existencia”: “Ya entre ellos y tú falta su sombra”[8].

El concepto de “sombra”, representando otra parte del ser mismo es muy frecuente en la poesía de Cernuda. En muchas ocasiones se relaciona con el paso del tiempo, con la juventud ya ida y, en ese sentido, y aunque no de manera explícita, con la presencia de la muerte. En el poema “La sombra”, se puede ver, desde el titulo, su ubicación inmediata al cuerpo:

Al despertar de un sueño buscas

Tu juventud, como si fuera el cuerpo

Del camarada que durmiese

A tu lado y que al alba no encuentras.

El poema termina con una clara referencia al pasado, a los cambios, desde la juventud inquieta, al presente, que ya se ha hecho indiferente, insensible:

Sin voz le llamas, cuántas veces

Olvidado que de su mocedad se alimentaba;

Aquella pena aguda, la conciencia

De tu vivir ayer. Ahora

 

Ida también, es sólo

Un vago malestar, una inconsciencia

Acallando el pasado, dejando indiferente

Al otro que tú eres, sin pena ni alivio[9]

Lo mejor de la existencia del poeta se lo dio a su sombra. es decir, a si mismo. Y sabemos que lo mejor es para él su propia obra:

Lo mejor que has sido, diste,

Lo mejor de tu existencia,

A una sombra[10]

El diálogo máximo consigo mismo, uno de los más íntimos expresados, lleno de sensaciones, de recuerdos, tiene lugar en “Cuatro poemas a una sombra” que encabezan el libro Vivo sin estar viviendo. Allí, amor, vida / muerte, presencia / ausencia, pasado / presente se confunden. La naturaleza es el único signo externo. El chopo caído, cuya sombra fue contemplada antes, deja al poeta sin parte de su ser[11]. En una estrofa del poema II expresa su desdoblamiento con mucha claridad:

No le busques afuera, Él ya no puede

Ser distinto de ti, ni tú tampoco

Ser distinto de él: unidos vais,

Formando un solo ser de dos impulsos,

Como al pájaro solo hacen dos alas[12].

Es evidente que la presencia de el “otro” no es un sentimiento inconsciente en Cernuda. Con lucidez explica no sólo su presencia, sino los cambios que experimenta, que son los mismos o equivalentes a los que él mismo va experimentando:

Irías y verías

Todo igual, cambiado todo,

Así como tú eres

El mismo y otro. ¿Un río

A cada instante

No es él y diferente?[13]

El poeta se refiere a “los dos” o a sí mismo de manera indistinta, con lo cual deja en claro que es la misma cosa, que ser los dos o ser él no es más que una forma de describir el estado vital que experimenta:

Así, esta historia nuestra, mía y tuya

(Mejor sería decir nada más mía,

Aunque a tu parte queden la ocasión y el motivo,

Que no es poco), otra vez viviremos

Tú y yo (o viviré yo solo)[14]

Y para dejarlo más transparente, equipara la soledad, el estar consigo mismo, a estar con el “otro”:

Y como ser primero

Inocente, estoy solo

Con mí mismo y contigo[15]

Con frecuencia se refiere Cernuda a un pasado, que es el antecedente del presente, que lo condiciona. Pero eso hace del presente un momento todavía más difícil que el antes:

Estás aquí, de regreso

Del mundo, ayer vivo, hoy Cuerpo en pena,

Esperando locamente,

Alrededor tuyo, amigos

Y sus voces.

Y continúa insistiendo en lo inseparable de las dos voces:

Quien eres, tu vida era;

Uno sin otro no sois

Tú lo sabes[16]

Pero no siempre el “otro” es un amigo amable y pacificador. Puede ser también causa de serios conflictos. No hay que olvidar que la existencia del “otro” tiene su origen, generalmente, en turbulencias profundas del individuo[17]. Equivale, sí, a un hermano, pero puede haber diferencias con él. El poeta le pide a su doble palabras amables, palabras que necesita y que el “otro” no le da. Por eso le reprocha lo poco frecuentemente que las escucha:

Dime. Dime. No esas cosas amargas, las sutiles

Hondas, afectuosas, que mi oído

Jamás escucha.

Como los dos hermanos originarios, Caín y Abel, ambos pueden amarse y odiarse, parte humana de ese vivir habitual que abarca todos los sentimientos:

Infierno y paraíso

Los creamos aquí, con nuestros actos

Donde el amor y el odio brotan juntos,

Animando el vivir. Y yo no quiero

Vida en la cual ya tú no tengas parte[18]

El desdoblamiento puede incluir toda clase de sentimientos, entre los cuales no está ausente la indiferencia, y hasta la crueldad:

Tú nada sabes de ello,

Tú estás allá, cruel como el día[19]

El destierro es un hecho histórico importante en la vida de Cernuda. Pero es un acontecimiento más interno que externo. Su manera de sentirlo marca un proceso profundo que evoluciona desde su origen, evolución que puede advertirse en su poesía. Se refleja, primero, como un desasimiento, hasta llegar, después, hasta el repudio. En un principio lo experimenta como si le hubiesen arrancado algo que formase parte intrínseca de sí mismo:

Ellos, los vencedores,

Caínes sempiternos,

De todo me arrancaron,

Me dejan el destierro.

Pero poco a poco se va liberando de este sentimiento de desposesión, el cual se va tornando en alivio vital, en una especie de sensación de libertad: el peso del pasado se ha hecho más leve. El poeta puede sentirse a sí mismo y así puede encontrarse con su otro yo:

Un día, tú ya libre

De la mentira de ellos,

Me buscarás[20]

Esta sensación de libertad se prolonga por mucho tiempo; aun puede percibirse en poemas muy posteriores, en los que todavía se puede advertir cómo esa libertad permite que el “otro” aflore, lo que produce dulces sentimientos de paz. Es en el poema “La sombra” donde describe este estado, el cual permite relacionar la presencia del “otro” con la sombra. Sombra, aquí, sinónimo de espíritu. Y también de muerte, como ya se ha visto[21].

Muerte, en ese poema, de la juventud; muerte que permite olvidar el pasado y permite aflorar un presente más maduro:

Acallando el pasado, dejando indiferente

Al otro que tú eres, sin pena, sin alivio[22]

El renacimiento del “otro” le permite al poeta una visión más clara y más completa de sí mismo; una especie de reconocimiento interno que produce una sensación de bienestar, de liberación, de desprendimiento de un peso —su pasado— que venía oprimiéndolo.

En el poema “El viajero” se refiere a “otro clima”, cálido, de hojas perennes, un clima diferente, en fin, que le produce, también, sensaciones de liberación semejantes a las anteriores:

Ir así, en el halago

De otro clima? Parece

Maravilla imposible

Estar tan libre. Mira

Desde una palma oscura

Gotear las estrellas[23].

El poeta ha sufrido una dura lucha dentro de sí, pero finalmente siente que su mundo interno se ha aclarado. Ha renunciado a la patria anterior, que ha dejado de tener significación para él:

Tu tierra está perdida

Para tí. Y hasta olvidas,

Por cerrada, la herida[24]

La sensación de haberse liberado es lo que le permite al poeta el descubrimiento de una nueva patria, que describirá con deleite:

Aires claros, nopal y palma,

En los alrededores saben,

Si no igual, casi igual a como

La tierra tuya aquella antes.

También tú igual me pareces,

O casi igual, al que antes eras:

En el casi solo consiste,

De ayer a hoy, la diferencia[25]

Pero, lo que es más importante es el descubrimiento de que el concepto de patria es un sentimiento interno, algo que, en realidad, sólo existía muy dentro de él. Y tal descubrimiento le lleva al reconocimiento del “otro”:

¿Mi tierra?

Mi tierra eres tú.

¿Mi gente?

Mi gente eres tú.

El destierro y la muerte

Para mí están

adonde No estés tú[26]

“Tú”, es decir, el “otro” y él mismo a la vez, unidos en una intimidad total. Por medio del desasimiento de la patria, el poeta se ha liberado, además, de los lazos familiares. La familia se ha quedado también incluida en un ámbito particular que se podría llamar olvido y que está representado por un pasado sin contornos, de un pasado que ha perdido su contenido:

Si alguna vez te oigo

Hablar de padre, madre, hermanos,

Mi imaginar no vence a la extrañeza

De que sea tu existir originado en otros[27]

Sentimientos que pasan ya a formar parte del poeta y que repetirá más adelante en sus poemas:

Por tu sangre adentro

Recuerdas los tuyos

Idos este año

Dejándote el único.

 

Ahora tú sostienes

 

Solo la memoria:

El hogar remoto

Familiares, sombras[28].

El poeta, ya dueño y seguro de sus sentimientos, se interroga sobre la hipotética posibilidad de volver, del regreso a la antigua patria. A esta posibilidad dedica un poema muy revelador, donde puede advertirse cómo su desarraigo ya no tiene camino de regreso, que ha perdido a su tierra para siempre:

¿Volver? vuelva el que tenga,

Tras largos años, tras largo viaje,

Cansancio del camino y la codicia

De su tierra, su casa, sus amigos,

Del amor que al regreso fiel le espera.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas

Sino seguir libre adelante

[....]

Sigue, sigue adelante y no regreses,

Fiel hasta el fin del camino[29].

Terminaré con un comentario a un interesante poema, de los últimos escritos por Cernuda, titulado “A sus paisanos” (sus paisanos; no se refiere ya a mis paisanos), bastante agresivo y amargo en muchos momentos. El poeta siente la falta de amor que se le profesa en su antigua patria. ¿Fue cierto? ¿Fue un sentimiento suyo, exclusivamente? Pero la realidad es que así lo experimenta él, muy arraigadamente en el fondo de su alma:

No me quereis, lo sé, y que os molesta

Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende.

¿Culpa mía tal vez o de vosotros?

La lengua común, la que comparte con esas gentes que lo rechazan, no le parece un lazo suficiente y se muestra dispuesto a maldecirla:

Si vuestra lengua es la materia

Que emplee en mi escribir y, si por eso,

Habreis de ser vosotros los testigos

De mi existencia y su trabajo,

En hora mala fuera vuestra lengua

La mía, la que hablo, la que escribo

Todos estos sentimientos negativos le llevan al poeta a vislumbrar el futuro: cuando desparezca llegará el olvido que, como capa de cenizas, descenderá sobre él para que su memoria y su obra desaparezcan para siempre:

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,

vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme.

Pero aguardais al día cuando ya no me encuentre

Aquí. Y entonces la ignorancia,

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis

A otros que, superiores a mí, esa ignorancia

Precipitó en la nada, como al gran Aldama[30]

Sus predicciones no se cumplieron ni aquí ni allá. No lo olvidamos.

Notas:

[1] Luis Cernuda, Poesía y literatura. Barcelona, Seix y Barral, 1971, pp. 52-53.

 

[2] Cf. Otto Rank, The Double. Chapel Hill, The University of Carolina Press, 1971, p. XVI.

 

[3]  Cf. Charles Baudouin, Psicoanálisis del arte. Buenos Aires, Psique, 1972, cap. IV.

 

[4]  Cf. Jacques Lacan, Escritos, I. México, Siglo XXI Editores, 1977, pp. 12-13.

 

[5] Luis Cernuda, “Un contemporáneo”, en “Vivir sin estar viviendo”, en La realidad y el deseo. México, Tezontle/FCE, 1958, p. 261.

 

[6]  L. Cernuda, “No decia palabras, en “Los placeres prohibidos”, en ibid., p. 72.

 

[7] L. Cernuda, “Sentado en un banco de sombras”, en ibid., pp. 78-79.

 

[8] L. Cernuda, “In memoriam A. G.”, en Con las horas contadas, p. 300.

 

[9] L. Cernuda, “La sombra”, en “Vivir sin estar viviendo”, en op. cit., p. 267.

 

[10]  L. Cernuda, “Nocturno yanqui”, en Con las horas contadas, p. 295.

 

[11] L. Cernuda, “Cuatro poemas a una sombra”, en “Vivir sin estar viviendo”, en op. cit., p. 246.

 

[12] Ibid., p. 244.

 

[13] L. Cernuda, “Viendo volver”, en “Vivir sin estar viviendo”, en op. cit., p. 279.

 

[14]  L. Cernuda, “El amante divaga”, en Con las horas contadas, pp. 319 y 320.

 

[15] L. Cernuda, “Fin de la apariencia”, en op. cit., p. 321.

 

[16] L. Cernuda, “Nocturno yanqui”, en op. cit., pp. 292 y 296.

 

[17] Cf. O. Rank, op. cit., p. 76.

 

[18] L. Cernuda, “Retrato del poeta”, en Con las horas contadas, p. 297.

 

[19] L. Cernuda, “Telarañas cuelgan de la razón”, en Los placeres prohibidos, p. 69.

 

[20] L. Cernuda, “Un español habla de su tierra”, en Las nubes, p. 182.

 

[21] Cf. O. Rank, op. cit., pp. 49-52.

 

[22] L. Cernuda, “La sombra”, en op. cit., p. 267.

 

[23] L. Cernuda, en Con las horas contadas, p. 302.

 

[24] L. Cernuda, “Pasatiempo”, en ibid., p. 304.

 

[25] L. Cernuda, “Otra fecha”, en ibid., p. 309.

 

[26] L. Cernuda, “Contigo”, en ibid., pp. 318-319.

 

[27] L. Cernuda, “De dónde vienes”, en ibid., p. 316.

 

[28] L. Cernuda, “Dos de noviembre”, en Sin título, inacabada, pp. 345-356.

 

[29] L. Cernuda, “Peregrino”, en ibid.

 

[30] L. Cernuda, “A sus paisanos”, en ibid., pp. 374-375.  

 

ensayo de Paciencia Ontañón de Lope

 

Publicado, originalmente, en La Experiencia Literaria. Núm. 16, junio de 2009 
Colegio de Letras Hispánicas, Facultad de Filosofía y Letras (Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Letras)
Universidad Nacional Autónoma de México, 2009)

Link del texto: http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/905

 

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Editado por el editor de Letras Uruguay

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