Sir Walter Scott y la literatura europea: el ejemplo de Cervantes y de la tradición cervantina

Sir Walter Scott and European Literature:    the example of Cervantes and the cervantean tradition

ensayo de Alfredo Moro Martín

Universidad de Cantabria

alfredo.moro@unican.es

Retrato de Sir Walter Scott obra de Sir Henry Raeburn

RESUMEN: Este artículo trata de analizar el peso de la tradición cervantina británica y europea en la narrativa temprana de Sir Walter Scott (1771-1832). A través del análisis de la reconocible presencia de elementos característicos de los emuladores británicos y europeos del Quijote durante el siglo xviii en novelas como Waverley (1814), GuyMannering (1815) y The Antiquary (1816), se tratará de demostrar como la novelística temprana de Scott, pese a su evidente color local, posee un carácter claramente transnacional y europeo, situándose entre lo uno y lo diverso, algo que convierte al autor escocés no sólo en el padre de un tipo de novela capaz de reflejar el pasado histórico de Escocia y sus particularidades, sino también en un importante eslabón de una tradición novelística que recorre Europa desde el siglo xvii hasta nuestros días: la tradición cervantina.

Palabras clave: Walter Scott; Cervantes; Don Quijote; Literatura Comparada; Tradición Cervantina.

ABSTRACT: The present article tries to examine the weight of the British and European Cervantean tradition in the early novels of Sir Walter Scott (1771-1832). Through the analysis of the recognizable presence of Cervantean elements characteristic of Cervantes’s eighteenth-century emulators in novels such as Waverley (1814), Guy Mannering (1815) and The Antiquary (1816), this article will try to demonstrate how Scott’s early novel-writing possesses a clear transnational and European flavor, despite its evident local tone. Scott is thus not only the creator of a new novelistic genre capable of portraying Scottish history and its peculiarities, but also an important link in a novelistic tradition which will spread over Europe from the seventeenth century onwards: the Cervantean tradition.

Key words: Scott; Cervantes; Don Quixote; Comparative Literature; Cervantean Tradition.

1. Introducción

En 1813, forzado por el imparable empuje de la poesía de Lord Byron y su Childe Harold’s Pilgrimage (1812), Walter Scott decide retomar una novela que había comenzado en la última década del siglo xviii y que había permanecido olvidada en el cajón de su escritorio. Esta novela, que no será otra que Waverley, or ‘tis Sixty Years Since, se publicará el año siguiente, y no solamente se convertirá en un auténtico éxito editorial a nivel británico y continental, sino que también marcará el inicio de una serie de novelas, las Waverley Novels, que revisitarán el pasado de Escocia, ofreciendo por vez primera un uso extensivo del dialecto escocés. El carácter marcadamente local de las tres primeras novelas del autor escocés, Waverley (1814), Guy Mannering (1815) y The Antiquary (1816) -que reflejan la realidad escocesa en tres épocas distintas del siglo xviii, desde las revueltas jacobitas en 1745 a los últimos años del siglo-, quizás haya fomentado el olvido del carácter profundamente transnacional y europeo de la novelística temprana de Scott, que se enfrasca, tal y como ha señalado Robert Ter Horst, en un fructífero diálogo con sus predecesores dieciochescos y con otras tradiciones novelísticas (2000, 202). En este artículo pretendo resaltar el carácter europeo de estas primeras novelas de Scott, analizando su relación con Cervantes y con otros autores cervantinos tanto británicos como continentales. A través del rastreo de elementos cervantinos característicos de la tradición cervantina británica y europea del siglo xviii, trataré de poner de manifiesto la clara afinidad de Scott con los autores cervantinos dieciochescos, resaltando la unión que el autor escocés realiza entre lo uno y lo diverso, entre lo local y lo transnacional en su carrera temprana como novelista. De este modo, se intentará mostrar cómo el desarrollo de un tipo de novela de carácter fundamentalmente escocés no debe de ser abstraído de un contexto más amplio y en el que otras tradiciones novelísticas europeas juegan un importante papel.

2. Scott, Cervantes y la tradición cervantina

La admiración de Sir Walter Scott por Miguel de Cervantes no es ningún secreto. Las referencias al autor español y su obra abarcan tanto la correspondencia personal del autor escocés y sus diarios como su producción novelística y ensayística, en la que se pueden encontrar abundantes citas del Quijote y de otras obras cervantinas (Snel Wolfe 1932, 301-311). De hecho, Scott parece haber iniciado y cerrado su carrera novelística bajo el influjo de Cervantes. Tal y como señala Johnson, Scott sintió el deseo de destacar algún día en el mundo de la ficción gracias a la lectura de las Novelas Ejemplares durante su largo periodo de convalecencia juvenil, en el que la enfermedad de la polio le obligó a permanecer encamado durante largos periodos de tiempo (1971, 1244). El escritor escocés parece haber sentido un impulso decididamente cervantino no sólo en su juventud, sino también en sus últimas horas, en las que, como señala John Gibson Lockhart (1794-1854), su biógrafo y yerno, Scott habría querido escuchar el prólogo del Persiles en el que Cervantes se despide de la vida mundana, algo que confirma la fascinación que el autor de las novelas de Waverley sintió a lo largo de toda su existencia por Miguel de Cervantes (Bell 1932, 70)[1].

El interés de Scott por Cervantes no se limitará al autor español únicamente, sino que también se manifiesta en la inclinación del autor escocés hacia otros autores de la tradición cervantina británica y europea del siglo xviii. La veneración de Scott por la obra de Henry Fielding (1707-1754) y de Tobias Smollett (1721-1771) es bien conocida, y se refleja en sendas biografías dedicadas a ambos autores en sus Lives of the Novelists, publicadas entre 1821 y 1824. Además, si prestamos atención a la extensa biblioteca que el novelista escocés logró amalgamar a lo largo de su vida en su residencia de Abbotsford, nos encontraremos con una destacada presencia de autores cervantinos tanto británicos como continentales. Así, podemos hallar una edición completa de las obras de C. M. Wieland (1733-1813) (Crochane 1834, 70), uno de los más ilustres autores cervantinos de la literatura alemana y el padre del género conocido como Bildungsroman, así como otras obras británicas notablemente influidas por el Quijote como el Hudibras (1633-1678) de Samuel Butler (1613-1680) (Crochane 1834, 182), el Tristram Shandy (1761-1767) de Laurence Sterne (1713-1768) (Crochane 1834, 63) o el Spiritual Quixote (1773) de Richard Graves (1715-1804) (Crochane 1834, 138)[2]. Esta destacada presencia de la tradición cervantina en Abbotsford nos invita a pensar en una influencia dual de Cervantes, tanto directamente a través de su Quijote como indirectamente gracias a su recepción británica y europea, convirtiendo a Scott en un receptor privilegiado de la obra del autor español y en un eslabón clave en la tradición cervantina europea, ya que el novelista escocés recogerá la herencia cervantina del siglo XVIII para reconducirla hacia nuevas direcciones ya en el XIX. Además, si tenemos en cuenta que en Waverley el propio Scott declara cómo no pretende realizar «an imitation of the romance of Cervantes», especialmente en lo que se refiere al personaje central de su novela, el joven Edward Waverley, en el que no busca reproducir «such total perversion of intellect as miscontrues the objects actually presented to the senses» (Waverley 18), podemos intuir la relevancia de otros modelos cervantinos en su novelística temprana, en la que, como trataré de demostrar a continuación, pueden encontrarse toda una serie de tipos quijotescos presentes en la tradición cervantina del siglo XVIII, que van desde el quijotismo libresco y abstracto de personajes como el Parson Adams de Fielding o el Uncle Toby de Sterne al quijotismo juvenil y poco experimentado característico de las obras de Wieland o Charlotte Lennox (1730-1804).

3. Scott y los tipos quijotescos del siglo xviii

Pretendo, por lo tanto, realizar una escueta tipología de los tipos de quijotismo característicos del siglo XVIII que podemos encontrar en las tres primeras novelas de Scott, Waverley (1814), Guy Mannering (1815) y The Antiquary (1816), en lo que podemos considerar sus inicios como novelista 3. Cabe resaltar que, en mayor o menor medida, nos encontraremos con casi todos los tipos de quijotismo de los que me dispongo a hablar en estas tres novelas, por lo que abordaré los ejemplos de manera conjunta según esta tipología y no según su evolución cronológica en cada una de ellas.

3.1. Quijotismo formativo o bildungsromaniano

No son pocos los autores que han definido Waverley (1814) como una novela de formación o Bildungsroman (Gordon 1951; Hart 1966; Sroka 1980; Wolpers 1986; Moro 2014). Y es que, su protagonista, amén de mostrar unas tendencias librescas que lo relacionan claramente con otros jóvenes Quijotes de la tradición cervantina como el Don Sylvio von Rosalva de Wieland o la Arabella del Female Quixote de Charlotte Lennox, deberá experimentar un proceso de formación y alcance de la madurez bastante relacionado con su renuncia a sus tendencias quijotescas, fruto de su inexperiencia juvenil. En Waverley se dan la mano la temática quijotesca con la temática formativa, tal y como ocurría en otras novelas de la tradición cervantina europea como el Don Sylvio von Rosalva (1764) o el Agathon (1767-1769) de Wieland; o incluso el Wilhelm Meister (1795-1796) de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), algo que no sorprende teniendo en cuenta la fascinación que Scott sintió en su carrera temprana por la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XVII y principios del XIX[4]. En Waverley, Scott crea un tipo de personaje que repetirá a lo largo de sus tres primeras novelas, con distintas variantes, y que se caracteriza por los siguientes atributos:

1. Educación fallida, propiciada por la falta de figuras paternas o el poco entendimiento con ellas. Sustitución de la educación reglada por una educación romancesca (Marx 1995, 53-59), ya sea a través de una literatura (modelos literarios romancescos) o de una ciencia claramente pasadas de moda (modelos pseudocientíficos).

2. Inmersión en la vida mundana, en la que estos modelos se prueban como inefectivos y que conllevan la experiencia del fracaso.

3. Proceso de reconocimiento de la propia falta de madurez, resignación y domesticación estética de lo romancesco.

Si bien el claro prototipo de este tipo de figura es Edward Waverley, el protagonista de la primera novela de Scott, que deberá corregir su tendencia romancesca en el contexto de las rebeliones jacobitas de 1745, en Guy Mannering y en The Antiquary también se pueden encontrar personajes que responden, aunque con un énfasis mucho menor que en Waverley, a este paradigma[5]. Así, en Guy Mannering nos encontramos con una variante de este quijotismo formativo, ya que el personaje que da título a la novela de Scott, el coronel Guy Mannering, es presentado en dos espacios temporales distintos, como adolescente y como hombre maduro y curtido. En su presentación como adolescente embarcado en un tour pintoresco por el norte de las Islas[6], Scott introduce a su protagonista como un joven educado en Oxford, pero con una predilección, más o menos seria, por la astrología que le lleva incluso a situar a Sir Isaac Newton (1643-1727) por debajo de autoridades como Claude Dariot, Giudo Bonatti, Ptolomeo, Cornelio Agrippa y otros, señalando la astrología como «a general and wellgrounded belief» (Guy Mannering 16)[7]. Cuando Scott nos presenta a Mannering pasados diecisiete años, nos revela los necesarios cambios que el tiempo ha operado en él, retratando al otrora creyente en la astrología como un coronel taciturno, curtido en las guerras en la India y por lo general desilusionado con la vida, no en vano él mismo define su trayectoria vital como «one of difficulties and errors» (69). El narrador describe a Mannering como a un personaje «disappointed in affection, sated with fame [...] his mind goaded by bitter and repentant recollections, his best hope was to find a retirement in which he might nurse the melancholy that was to accompany him to his grave» (73). Sin ser un Bildungsroman, Guy Mannering nos presenta los estadios iniciales y finales del héroe bildungsromaniano, que tal y como se ha señalado anteriormente, mucho tiene de quijotesco, retratando una juventud idealista y una madurez desilusionada en la que lo romancesco queda apartado al campo de la domesticidad.

En The Antiquary nos volvemos a encontrar con una figura que nos remite a estos Quijotes formativos, el joven William Lovel, que guarda interesantes similitudes con Waverley. En primer lugar, al igual que el protagonista de su primera novela, Scott nos presenta a Lovel como un joven inglés amante de las letras, embarcado en una carrera militar que no parece satisfacerle. El narrador define a Lovel como un joven con un «romantic temper of the brain» (The Antiquary 98), y deja al propio Lovel definirse como una persona «detached from all the world» (132), por lo que el ejemplo de jóvenes aislados y quijotescos como Don Sylvio, Agathon, Arabella o Waverley nos viene inmediatamente a la cabeza. Precisamente esta inexperiencia y aislamiento, así como un orgullo característicamente juvenil, lo llevan a embarcarse en un duelo con el capitán M’Intyre, del que el capitán sale malherido, algo que supone un auténtico Wendepunkt de la novela, ya que lleva a Lovel a alcanzar la conclusión de que «he had duties on earth to peform, even should the very worst be true [la muerte de M’Intyre], which, if they could not restore his peace of mind or sense of innocence, would furnish a motive for enduring existence, and at the same time render it a course of active benevolence» (214, énfasis añadido). Nos encontramos de nuevo con el mismo paso a las responsabilidades de la vida adulta sazonado con una cierta melancolía tan característico del Bildungsroman, aunque, al igual que en Guy Mannering, no advertimos la centralidad que este proceso tenía en Waverley, sino que más bien presenciamos únicamente su inicio y su resultado. En cualquier caso, Waverley, Mannering y Lovel comparten este proceso de desilusión y de renuncia a lo romancesco con los Quijotes formativos del siglo xviii que tanta notoriedad alcanzaran en la literatura alemana de la segunda mitad de siglo, algo que destaca la importancia del quijotismo formativo en esta etapa temprana de la novelística de Scott.

3.2. Quijotismo clerical

La asociación entre el estamento clerical y la figura quijotesca no era especialmente novedosa a comienzos del siglo XIX. Durante el siglo XVIII surgen varios ejemplos de este tipo de quijotismo tanto en la literatura británica como en la literatura europea[8]. En España, el Fray Gerundio de Campazas (1758-1768) del padre José Francisco de Isla (1703-1781) y el Don Quijote el segundo, alias el Escolástico (1788) dentro del Teniente del Apologista Universal de Pedro Centeno ya habían empleado la figura del clérigo aislado del mundo y con unos atributos reconociblemente quijotescos (Pardo 2004, 6). En el Reino Unido, Henry Fielding dio en 1742 forma al que quizás sea el modelo más memorable del párroco quijotesco en la figura de Parson Adams de Joseph Andrews (1742), en el que la crítica ha reconocido unánimemente a un heredero de Don Quijote (Niehus 1971; Staves 1972; Patterson 1975; Welsh 1981; Bell 1994; Pardo 1997; Müllenbrook 1999b), aspecto magistralmente analizado por Ziolkowski (1991). Fielding crea un nuevo tipo de Quijote que, amén de su condición de pastor o sacerdote -generadora en cierta manera de un aislamiento que parece fomentar el quijotismo-, muestra los siguientes atributos:

1. Claro alejamiento del mundo y de sus aspectos materiales. Ignorancia del mundo, que es interpretado por la Biblia o por otros modelos librescos.

2. Visión fundamentalmente libresca y erudición en los clásicos, que marcan el discurso del Quijote en cuestión y moldean su percepción de la realidad.

3. Apariencia claramente extravagante, propiciada por el aislamiento libresco y que fomenta la riisa[9].

4. Inocencia que en ciertos momentos se transforma en sátira del mundo circundante[10].

Como he señalado, todos estos atributos pueden ser encontrados en Parson Adams, que es, en mi opinión, el prototipo de este tipo de quijotismo. En su segunda novela, Scott parece haber tenido muy en cuenta el modelo del párroco de Fielding a la hora de moldear a su Dominie Samp-son, el pastor presbiteriano de Guy Mannering, cuya «tall ungainly figure, his taciturn and grave manners» (11), así como su vestimenta, «a torn cloak and tattered shoe» (11), nos remiten a la pobre y al mismo tiempo extravagante apariencia de Parson Adams en Joseph Andrews. Sampson, a su vez, muestra, como Adams, una completa erudición en los clásicos latinos (11) y un dominio de las lenguas tanto antiguas como modernas (108), que permean su discurso con continuas citas y referencias a estos y a la Biblia, y al igual que su homólogo inglés, muestra unos despistes recurrentes al verse inmerso en sus labores librescas, como por ejemplo olvidarse de comer. La orientación fundamentalmente libresca de su vida se muestra una vez que, instalado en la residencia del coronel Mannering, se asigna al Dominie el cuidado de una extensa biblioteca, algo que le lleva a gruñir como un ogro, mover sus brazos como las aspas de un molino y gritar repetidamente su palabra predilecta: «prodigious» (109). A su vez, su profunda desazón por las heridas sufridas por su «Thomas Aquinas» o el «venerable Chrysostom» (166) en el asalto de unos bandidos nos remite nuevamente al ejemplo de los lamentos del párroco de Fielding al perder su más preciada posesión, un Esquilo traducido por él mismo y copiado a mano (Joseph Andrews 174175). Nos encontramos, por lo tanto, ante personajes cuyo aislamiento, resultado en gran medida de su condición clerical, los lleva a seguir una vida totalmente marcada por la literatura, en la que una percepción libresca de la existencia colora, por nimios que estos sean, todos los acontecimientos de la vida. Y este atributo relaciona a este tipo de quijotismo con el último que analizaré en este artículo, y que comparte con este la preponderancia del idealismo abstracto, de los sistemas librescos sobre la realidad.

3.3. El pedante quijotesco o el Quijote erudito

La figura del pedante quijotesco o del Quijote erudito contaba con una larga trayectoria en las letras británicas cuando Scott comienza su carrera novelística. Son varios los autores que emplearon esta figura para realizar una sátira de la erudición, desde el Scriblerus Club con las Memoirs of Martinus Scriblerus (1741) y sus eruditos quijotescos Martinus y Cornelius Scriblerus, hasta el Tristram Shandy (1759-1767) con los inolvidables Toby y Walter Shandy; y sin olvidar a las figuras de los preceptores Thwackum y Square en el Tom Jones (1749) de Henry Fielding. Como ha señalado Javier Pardo en su magnífico artículo sobre la figura del pedante quijotesco, este nuevo arquetipo del hidalgo manchego se caracteriza por el «excess in learning [...] learning becoming too central or too trivial [...] as a dispro-portion between the excessive value attached to it by the subject and the insignificant nature of the object itself, a disparity between the importance or place to it and those inherent in it» (2004, 5). Se trata fundamentalmente del retrato de una obsesión o monomanía de carácter libresco que se convierte en el filtro mediante el que estos personajes perciben su realidad, una «domesticación de la locura quijotesca» (Pardo 1997, 921) Pardo (2004, 5) ha caracterizado la figura del pedante quijotesco mediante las siguientes características:

1. Presencia de una manía literaria, erudita en lugar de romancesca.

2. Acometimiento de empresas claramente excéntricas.

3. Distorsión de la realidad precisamente por esta manía literaria.

4. Capacidad de hacer parecer sencilla la complejidad de la vida y compleja la simplicidad de la vida. El pedante quijotesco «tries to fit or even twist reality into a system or theory which is at best a reduction of its intrincacy and density, whereas he makes the plainest and most uncomplicated aspects of reality look very complex by applying his erudite lore to them» (Pardo 2004, 5).

Si bien ya en Waverley nos podemos encontrar con un claro pedante quijotesco gracias a la figura del Barón Bradwardine, jacobita auténticamente obsesionado por asuntos de etiqueta caballeresca y por la tradición familiar; o la figura del abogado Plydell de Guy Mannering, que percibe la realidad fundamentalmente a través de su ocupación como abogado, trufando su discurso de continuos latinismos y referencias eruditas; será en The Antiquary donde Scott desarrolle plenamente este tipo de quijotismo gracias a la figura del anticuario Jonathan Oldbuck. Oldbuck se caracteriza por una aproximación totalmente libresca a la realidad, en la que sus investigaciones anticuarias suponen su actividad principal. Su bibliomanía, que el narrador significativamente no deja de comparar con «the most determined, as well as earliest bibliomaniac upon record, whom we take to have been none else than the renowned Don Quixote de la Mancha» (34)[11], le lleva a pergeñar las más absurdas teorías en torno a los orígenes de los lugares que frecuenta, teorías que se encuentran formadas por «premi-ses which were often far from affording them sufficient ground for them» (133) y que demuestran la discrepancia entre su monomanía anticuaria y la realidad. Un claro ejemplo de esta tendencia es su teoría en torno a un territorio adyacente a sus tierras, el Kaim of Kimprunes, que en su opinión constituiría un castropicto, pero que en realidad no era más que una obra realizada para la boda de unos pastores (41). Si tenemos en cuenta que Oldbuck intercambió unas fértiles tierras por este «barren spot», podremos apreciar el claro conflicto entre el idealismo libresco y la practicidad, que recuerda sobremanera a la venta de tierras por parte de Don Quijote con la intención de comprar nuevos volúmenes caballerescos[12]. A su vez, Oldbuck muestra una de las características que Pardo atribuye a los pedantes quijotescos, y que no es otra que la producción de tratados y obras eruditas de carácter cuando menos excéntrico. Así, él mismo declara orgulloso cómo toda su teoría sobre el Kaim of Kimprunes se puede encontrar en su Essay upon Castramentation, obra que, junto con sus ensayos en el Antiquarian Repository o en el Gentleman ’s Magazine, o su tratado sobre los duelos, constituyen su producción anticuaria. Este aspecto productivo de la monomanía quijotesca relaciona a Oldbuck claramente con las figuras de Walter y Toby Shandy, muy dadas a este tipo de empresas intelectuales de temática extravagante, ya sea la Tristrampedia o el tratado sobre las narices de Walter Shandy. Con Tristram Shandy, The Antiquary comparte a su vez el uso de la confrontación dialógica de teorías completamente abstractas y distanciadas de la realidad gracias a las frecuentes discusiones de Oldbuck con personajes como Sir Arthur Wardour o el reverendo Blat-tergowl, por lo que la influencia de Sterne en esta tercera novela de Scott resulta más que evidente.

4. Conclusión

De los ejemplos expuestos en este estudio se desprende la importancia fundamental en las primeras novelas de Scott no sólo de Cervantes y su Quijote, sino también de los distintos emuladores europeos del autor español durante el siglo xviii. La novelística temprana de Scott, pese a su claro color local y a su reivindicación del pasado de Escocia, así como de su lenguaje y costumbres, está claramente marcada por una serie de modelos foráneos que demuestran como la literatura nunca es producto exclusivo de un lugar y de un tiempo determinados, sino que forma parte de un continuo en el que lo uno y lo diverso, lo cercano y lo lejano, se contaminan continuamente. Scott, y más en estos tiempos de simplificaciones interesadas, no ha de ser visto únicamente como un autor fundamentalmente escocés, sino más bien como un autor europeo, partícipe de una larga tradición que ha marcado el devenir de la historia de la novela desde el siglo xvii: la tradición cervantina.

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Notas

[1] Scott demostró un gran interés a lo largo de su vida no sólo por Cervantes, sino también por la literatura española. Como destacan Bell (1932, 70) y TER Horst (2000, 201), Scott probablemente aprendió el castellano siendo un adolescente, y lo hizo para satisfacer su interés por la literatura castellana medieval y renacentista. El joven poeta escocés pronto se familiarizó con obras como las Guerras Civiles de Granada (1595) de Ginés Pérez de Hita, el Lazarillo de Tormes (1554) o las propias Novelas Ejemplares cervantinas. Para Clara Snel-Wolf, el interés de Scott por la literatura española parece motivado por la descripción de los ambientes caballerescos de obras como las de Pérez de Hita o por el propio Amadís de Gaula (1508), por lo que resulta plausible pensar que Scott se sintió atraído por el Quijote en un principio precisamente por sus intereses caballerescos. A modo de curiosidad, cabe resaltar que en Waverley Scott parece ofrecer un claro cuadro de sus intereses literarios a la hora de retratar los gustos librescos de su joven protagonista, que se ve atraído por la literatura española, que contribuye, en palabras del narrador, a su «stock of chivalrous and romantic lore» (14).

[2] El magnífico trabajo de catalogación de la biblioteca de Abbotsford llevado a cabo por J. G. Crochane dos años después de la muerte de Scott revela una extraordinaria variedad en cuanto a materias y literaturas nacionales en la biblioteca de Scott, en la que se pueden encontrar desde libros sobre brujería y demonología hasta actas navales del Aragón medieval; desde los principales representantes de la literatura del Siglo de Oro español a obras de la literatura escandinava. En la biblioteca del autor escocés la literatura alemana juega un papel bastante relevante, algo que evidencia cómo Scott mantuvo su interés por los escritores procedentes de tierras teutonas a lo largo de toda su vida. En las secciones dedicadas a la literatura alemana se encuentran bien representados Goethe, Schiller, Tieck, los hermanos Grimm, E. T. A. Hoffmann o Friedrich de la Motte Fouqué, un autor especialmente caro a Scott por sus obras de temática medieval. Entre los autores alemanes destaca la abundante presencia de obras de C. M. Wieland, que se encuentra representado por los cuarenta y dos volúmenes de la edición de sus obras completas publicada en Leipzig en 1794, junto con el Oberon en una edición de Leipzig de 1792 y el Don Sylvio von Rosalva en edición francesa en un volumen colectivo titulado Le Cabinet des Fées, our Collection choisie des Contes de Fées et autres Contes Merveilleux (1785-1786). Ningún otro autor alemán se encuentra tan bien representado en Abbotsford, no en vano, de los trescientos volúmenes de literatura alemana con los que contaba Scott, 42 pertenecían a los mencionados Sámmtliche Werke de Wieland. En su estudio Deutsch-Englische Literaturbeziehungen. Der historische Roman Sir Walter Scotts und seine deutsche Vorláufer (2001), Frauke Reitemeier se ha ocupado de la influencia de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo xviii en la narrativa histórica de Scott, con especial énfasis en una posible influencia de la autora de novelas gótico-históricas Benedikte Naubert (1752-1819), una autora por otra parte muy poco representada en la biblioteca de Abbotsford.

[3] Mis ideas en torno al papel jugado por el Quijote en la configuración del (anti)héroe que Scott desarrolla en Waverley se han visto notablemente influidas por un texto actualmente en prensa de Pardo, Javier. «Cervantes, Scott, y el héroe quijotesco decimonónico». Erbea, 2016, 6, monográfico 1616-2016: Cuatro siglos de relaciones culturales entre Gran Bretaña y España. Agradezco personalmente al profesor Pardo que me haya permitido leer su artículo.

[4] En su monografía Erlesene Helden. Don Sylvio, Werther, Wihlelm Meister und die Literatur (1995), Friedhelm Marx ha relacionado claramente a los protagonistas de los primeros Bildungsromane germanos con la figura de Don Quijote: «Don Sylvio, den jungen Werther, Wilhelm Meister und viele andere verbindet die Neigung, sich mit literarischen Vorbilder zu identifizieren. Ein derartig erlesenenes Heldentum steht freilich quer zur profanen Wirklichkeit der Protagonisten und ist mit nicht unerheblichen Gefahren verbunden. Die Vielzahl der mit Einbildungskraft begabten Romanhelden gibt Anlafí, von einer litera-rischen Versuchsanordnung zu sprechen, die an Reiz im Laufe des 18. Jahrhunderts nichts einbüfít. Insbesondere im Roman werden mógliche Lósungen des Konflikts zwischen Ideal und Wirklichkeit durchgespiegelt. Das literarische Muster dieser Konstellation ist Cervantes’ “Don Quijote”, dessen Rezeption in Deutschland mit der Frühaufklarung einsetzt und bis zur Romantik unvermindert anhalt» (1995, 9).

[5] El protagonista de la primera novela de Scott, Edward Waverley, se ve atraído por la revuelta jacobita por su tendencia a romantizar una realidad y una causa política que en un principio parecen tener un claro carácter heroico. Tras el fracaso de los partidarios de Charles Edward Stuart (1720-1788) y su reconocimiento de la diferencia fundamental entre el retrato literario del heroísmo militar y la realidad de una contienda bélica, Waverley declara, con la resignación característica de los (anti)héroes bildungsromanianos, que «the romance of his life was ended, and that its real history had now commenced» (Waverley 282-283).

[6] En su artículo «Viajeros quijotescos y viajes cervantinos en las letras británicas» Javier Pardo ha hablado del prototipo del «viajero quijotesco», que encontraría una de sus primeras manifestaciones literarias en la figura de Edward Waverley, y que en mi opinión vuelve a repetirse en el joven Guy Mannering que Scott nos presenta en la novela homónima.

[7] Claude Dariot (1533-1594) fue un autor francés de numerosos tratados astrológicos publicados en latín a lo largo del siglo XVI, entre ellos AdAstrorumJudicia Facilis Introductio (1557). Guido Bonatti, o Guido Bonatus (f1296-1300), fue un astrónomo y astrólogo italiano del siglo XIII, autor del famoso Liber Astronomiae, escrito cerca de 1277 y que se mantendría como uno de los textos clásicos de la astrología durante prácticamente dos siglos. Ptolomeo (c. 100-170) fue el astrónomo más famoso de Alejandría, mientras que Henricus Cornelius Agrippa von Nettensheim (1486-1535) fue uno de los más celebres ocultistas de su tiempo. Agrippa también se ocuparía de la astrología en su obra De Occulta Philosophia Libri, en el que el estudio de los astros está más bien al servicio de la magia y no tanto como medio de adivinar el futuro. Mannering menciona a otros astrólogos como Haly, Etzler, Dieterick, Naibod, Hasfurt, Zael o Tanstetter von Thanau, todos ellos en un abanico temporal que va desde el siglo XV al xvii, por lo que sus modelos científicos están claramente obsoletos en el siglo xviii, momento en el que la acción de Guy Mannering tiene lugar.

[8] En su artículo sobre la figura del «Pedante Quijotesco», Javier Pardo García ha analizado los precedentes tanto españoles como europeos (fundamentalmente franceses) que tendrá esta figura, con tanto predicamento a lo largo del siglo XVIII británico (2004, 2-7).

[9] Como ejemplo de la apariencia claramente extravagante de Adams y sobre su carácter libresco y aislado, sirva el siguiente extracto: «Mr. Abraham Adams was an excellent Scholar. He was a perfect Master of the Greek and Latin Languages; to which he added a great share of Knowledge in the Oriental Tongues, and could read and translate French, Italian and Spanish. He had applied many Years to the most severe Study, and had treasured up a Fund of Learning rarely to be met with in a University. He was besides a Man of good Sense, good Parts, and good Nature; but was at the same time as entirely ignorant of the Ways of this World, as an Infant entered into it could possibly be. As he had never any intention to deceive, so he never suspected such a Design in others. He was generous, friendly and brave to an Excess; but Simplicity was his Characteristic: he did no more than Mr Colley Cibber, apprehend any such Passions as Malice and Envy to exist in Mankind, which was indeed less remarkable in a Country Parson than in a Gentleman who hath past his life behind the Scenes» (Joseph Andrews 65).

[10] Así lo aprecia Ronald Paulson cuando declara que «the paradigm Cervantes introduced in Don Quixote is a remarkable satiric device which Fielding was quick to grasp and exploit, presumably as early as 1729, when he wrote the first version of Don Quixote in England. Quixote, as he saw, can offer a satire either on the visionary who wished to change the world, or on the innkeepers who will not be changed or on both [...] The second possibility which informs Fielding’s novels is to see Quixote as a representative of idealism and simplicity, of a dedication to unfashionable and inward ideals that makes him the opposite of all conformists or pretenders to conventional fashionable immorality. His idealism, by comparison, makes the crassness of the world stand out in satiric relief» (1967, 119, énfasis añadido).

[11]  El énfasis es mío.

[12] «Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso -que eran los más del año- se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y, así llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos» (Don Quijote I. 1, 28).

 

ensayo de Elizalde Alfredo Moro Martín

Universidad de Cantabria

alfredo.moro@unican.es

 

Publicado, originalmente, en 1616: Anuario de Literatura Comparada, vol 6 (año 2016), págs. 29-43

Ediciones Universidad de Salamanca

Link del texto: http://revistas.usal.es/index.php/1616_Anuario_Literatura_Comp/article/view/15960

 

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