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El silencio de las sirenas

Ulises (u Odiseo) y las sirenas, obra de Herbert James Draper

parábola de Franz Kafka

 

Prueba de que también los medios insuficientes y hasta pueriles pueden significar la salvación:  

A fin de resguardarse de las sirenas, Odiseo taponó con cera sus oídos y se amarró al mástil. Naturalmente que lo mismo podían haber hecho los viajeros de todos los tiempos, con exclusión de aquellos que yia desde lejos eran seducidos por las sirenas; pero era universalmente conocido que eso de nada les servía. El canto de las sirenas todo lo traspasaba y la pasión de los fascinados hubiera hecho saltar ligazones más fuertes aún que la de mástil y cadenas. Pero Odiseo no pensó en esto, aunque presumiblemente algo de lo mismo había llegado a sus oídos. Confiaba plenamente en las cadenas y en los tapones de cera, e inocentemente satisfecho acerca de sus limitados recursos, dirigióse al encuentro de las sirenas..

Ellas tenían empero un arma más terrible que su canto: su silencio. Acaso resulte concebible — aunque tal vez no haya acontecido — que alguien se hubiera salvado de su canto, pero jamás de su silencio.

Nada en la tierra hubiera podido oponerse ante la sensación de haber triunfado sobre ellas por la propia fuerza y ante el consecuente arrebato de presunción.

De hecho, cuando Odiseo se aproximó, las prodigiosas cantoras no cantaron, sea porque creyeron que este enemigo sólo podría ser vencido con el silencio, sea porque la expresión de bienaventuranza en el rostro de Odiseo, que tan sólo pensaba en cera y en cadenas, hízóles olvidar de todo canto.

Sin embargo Odiseo — si así puede decirse — no escuchó su silencio; creyó que ellas cantaban y que sólo él se libraba de oírlas.

Fugazmente advirtió los giros de sus cuellos, el hondo respirar, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos; pero pensó que todo eso formaba parte de las arias que, inoídas, se extinguían a su alrededor. No obstante, pronto debilitóse todo ante sus ojos fijos en la lejanía. En rigor, desvaneciéronse las sirenas ante su resolución y justamente cuando más cerca se encontraba, no supo de ellas nada más.

Las sirenas, empero, más hermosas que nunca, se estiraban y volvían sus cabezas, dejaban ondear en el aire sus helados cabellos y, ya libres, asíanse a las rocas con sus garras.    .

Ya no intentaban seducir. Sólo querían recibir, durante el mayor tiempo posible el reflejo de los ojos de Odiseo.

De haber tenido conciencia, las sirenas hubieran sido entonces aniquiladas. Quedaron, no obstante, en lo que siempre habían sido; el acontecimiento se redujo a que Odiseo consiguió escabullírseles.

Por lo demás, también ha sido trasmitido un apéndice. Se dice que Odiseo era tan mañoso, tan zorro, que ni aun la diosa de la suerte pudo invadir su fondo más íntimo. Quizá él verdaderamente había advertido aunque esto no pueda abarcarlo el humano entendimiento que las sirenas guardaban silencio, y opuso a ellas y a los dioses la ya mencionada apariencia, hasta cierto punto sólo como escudo.

 

Franz Kafka
Revista "Marginalia" Cuaderno de Arte y Literatura Nº 1

Montevideo, noviembre de 1948

Editado por el editor de Letras Uruguay, se agrega foto

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