El jardín Marino

 

Salvador Dalí / Federico García Lorca

por Enrique Juncosa

La amistad juvenil entre los españoles Salvador Dalí (Figueras 1904-1989) y Federico García Lorca (Fuente Vaqueros 1898 - Alfacar 1936) ha sido motivo de atención muy frecuente, no en vano se trata de la amistad entre dos gigantes del siglo XX. Ambos no solo son muy importantes en sus respectivas disciplinas artísticas, sino que también, extraordinariamente populares. Se conocieron en la tan célebre como admirable Residencia de Estudiantes de Madrid en enero de 1923 e intimaron enseguida, habiéndose especulado mucho, después, sobre la naturaleza de esa amistad. García Lorca, como es bien sabido, era homosexual. De Dalí, quien se casó después con Gala Eluard, y con la que convivió muchos años hasta su muerte, se ha dicho que era un voyeur y que su sexualidad era poco ortodoxa. La verdad es que no sabemos lo que ocurrió en su intimidad y tal vez no haga falta saberlo. Es conocido, sin embargo, un exabrupto de un Dalí ya mayor, en el que dice que Lorca intentó “darle por culo dos veces, pero que como él no era maricón y le dolía mucho” la cosa no prosperó. Uno piensa que si intentaron eso “dos veces”, parecería que eso tenía que suceder en el contexto de una relación algo más intensa que la de la mera amistad. Lo que sí sabemos es que se conocieron en su época de formación, cuando uno es una esponja, y que esa amistad fue definitoria para ambos. Lorca, a través de Manuel de Falla, con quien realizó un espectáculo en 1923, Títeres de cachiporra, empezaba ya su relación con el mundo de las artes plásticas y del teatro −recordemos que Falla había colaborado ya con Picasso. Dalí, por otra parte, quien había llegado a Madrid con solo dieciocho años, tímido y provinciano, había leído, sin embargo, y por influencia familiar, noticias detalladas sobre la revolución que sucedía en París en esos momentos en el terreno de las artes. Pronto participará con sus nuevos amigos de la Residencia en las vidas cultural y nocturna de Madrid.

Allí, en la Residencia, conocerán a Luis Buñuel (Calanda, 1900 -Ciudad de México, 1983), otro de los grandes iconos del siglo XX español, además de a otros poetas como Rafael Alberti. Sabemos, por ejemplo, que Lorca y Dalí actuaron entonces en una versión reputadamente delirante de Don Juan Tenorio dirigida por Buñuel.

Por su parte, Dalí pintará durante esos años un famoso retrato del cineasta y regalará a Lorca un bello bodegón de inspiración cubista y esencialista, que el poeta colgaría en su habitación (ambas obras se conservan hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid). Ninguno de estos jóvenes pasará desapercibido en la Institución, habiendo contribuido sin duda a su estatus mítico posterior. Dalí, de hecho, será expulsado por su conducta, por segunda vez, y ésta ya definitiva, en 1926.

En los años inmediatamente posteriores Lorca le visitará en Cataluña y luego se carteara con él, aunque cada vez de forma más esporádica, hasta ser asesinado al comenzar la Guerra Civil en 1936. Sus estéticas, cuando se trataron, eran bien distintas, pero dadas sus personalidades poderosas y su cercanía emocional es evidente que se influyeron mutuamente.

La correspondencia que se conserva entre Lorca y Dalí, recogida de forma exclusiva en Querido Salvador, Querido Lorquito. Epistolario 1925-1936, en edición de Víctor Fernández y Rafael Santos Torroella (Alba, Barcelona, 2013) es una de las herramientas más útiles que tenemos para considerar su amistad. De esta correspondencia se desprende que Lorca quiere seducir y deslumbrar, mientras que Dalí se esfuerza en resultar brillante, como para estar a la altura. Dalí acabará criticando el Romancero gitano de Lorca, acusándolo de popular y poco vanguardista. Esta opinión la comparte con el cineasta Luis Buñuel, a quien parece que no le gustara mucho Lorca, y con quien Dalí colaborará en dos de las películas más célebres de la historia del cine, Un chien andalou (1929) y L'âge d'or (1930).

Se ha dicho que el perro andaluz del título era Lorca, con intención ofensiva, y de quien se alejaban al hacer esa película. Dalí, en todo caso, se distanciaría así mismo de Buñuel, esta vez que por influencia de Gala, durante el rodaje de la segunda de aquellas obras.

En cualquier caso, Dalí viajará a París y Lorca a Nueva York y La Habana, dejando atrás ambos su época de formación. Curiosamente durante sus viajes americanos, Lorca escribirá dos de sus obras más vanguardistas, Poeta en Nueva York y El público.

Lorca dedicó al pintor un poema magnífico, Oda a Salvador Dalí, y éste pintó el cuadro Sant Sebastià, dedicado al poeta. Ambos planearon en 1925, además, colaborar en Cuaderno de los Putrefactos, libro inconcluso, en el que dibujos de personajes grotescos de Dalí se acompañan por textos de Lorca. En 1935, volverán a verse en Barcelona, estando Gala presente. Hablaron entonces de colaborar en una ópera sobre Wagner y Luis II de Baviera. Después de la muerte trágica del poeta, Dalí pinta El enigma sin fin (1937), donde aparece su retrato, y décadas más tarde Torero alucinógeno, realizada en memoria del poeta. De la obra de ambos se desprende una pasión absoluta en pos de nuevos horizontes artísticos y culturales; efectivamente, llegaron a cambiar el arte de su tiempo y de su país, de forma impactante y duradera.

 

por Enrique Juncosa
Publicado, originalmente, en Periódico de Poesía Nº 71 julio/agosto 2014
Publicación mensual editada por la Universidad Nacional Autónoma de México a través de la Dirección de Literatura

http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/3335

 

Federico García Lorca en Letras Uruguay

 

Ver, además:

Trascendencia y trivialidad del surrealismo, por Ernesto Sabato (Argentina) c/videos

 

Salvador Dali en la ciudad de Haifa, por Ana Jerozolimski (Uruguay) c/videos

 

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