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La puesta en escena de Hamlet

(Discusión entre Gordon Craig y Stanislavsky)
por Nina Gourfinkel

 

Hay documentos breves y de apariencia fragmentaria que, una vez descifrados, condensan con una plenitud exhaustiva puntos importantes de historia. Tal el estenograma de una discusión entre Stanislavsky y Gordon Craig, o más bien de una de sus interminables discusiones que, durante años, prepararon la puesta en escena de Hamlet por Craig en el Teatro Artístico de Moscú, en 1911.

Este estenograma[1], tomado por el metteur en scéne L. Soullergitski, ayudante de Stanislavsky, el 24 de abril de 1909, se refiere al estudio de la escena del primer acto de la tragedia. En estas pocas páginas, dos mundos se enfrentan, dos hombres, dos concepciones profesionales y artísticas, y su choque revela la escisión fundamental que, alcanzando su madurez treinta años más tarde, divide hoy a los paladines de lo figurativo (en el sentido más amplio de esta noción) y a los de lo abstracto.

Transportémonos a la fecha de la conversación: 1909. Es la época en que habiendo abierto la brecha el simbolismo, el inconsciente, el subconciente, lo ininteligible hacen irrupción en un universo hasta ese momento razonado. Y ya Moscú los acoge, Moscú que, mucho antes que París, ha hecho honor a Picasso, Matisse y Braque, y que trastornan ya Hauptmann, Maeterlinck y los Escandinavos.

Stanislavsky, cuyo teatro tiene diez años, en vano se ha afirmado gran maestro del realismo psicológico; no está satisfecho. Escucha llamados que vienen del más allá del realismo, pero su temperamento artístico le impide encontrar el camino que allí conduce. Escrupulosamente honesto hacia el arte, hace un gesto de los que se ven raramente: abre su teatro a un innovador extranjero. Puesto que Gordon Craig no puede montar Hamlet en Inglaterra, lo montará en Moscú.

Es más, Stanislavsky se pone él mismo al servicio de Craig: se convierte en el intérprete —a menudo a disgusto pero siempre de buena fe— de los designios del inglés frente a su propia compañía. Día tras día, discute con él, largamente, pacientemente, escena tras escena, personaje tras personaje, cada detalle de la tragedia, y anota sus comentarios hasta el punto de hacer todo un libro de regie.

Sin embargo los dos hombres están muy lejos de ponerse de acuerdo.

Gordon Craig no es un profesional; no está ligado por las necesidades prácticas inmediatas de la realización. El es artista libre, grabador, dibujante, constructor de un teatro del porvenir que sueña como un arte en sí, liberado del yugo de la literatura y de la pintura, liberado sobre todo de la reproducción de la vida, un teatro todo de sugestiones, donde el movimiento, los decorados, la voz valdrán por ellos mismos, por gracia de la forma autónoma. El texto, con su contenido y su interpretación, está bien para ser leído, pero en la escena no es más que un pretexto. Para llevar al actor a esas alturas de la abstracción estética, Craig le pide que se deshumanice y que se retemple en el arte puro de la marioneta.

Esas ideas, expresadas en los ensayos de Craig, se encuentran a lo largo de la conversación que sigue. Según él la escena discutida .—la que sirve justamente como presentación psicológica de la familia de Polonio— es secundaria hasta tal punto que omitió fijar la puesta en escena y se limita a algunas observaciones generales. Stanislavsky piensa lo contrario.

Craig quiere que se resbale sobre ese pasaje, que se lo vuelva casi estático, con desprecio del efecto, es decir, con desprecio del público.

Frente a esta concepción altiva, vemos a Stanislavsky, profesional del teatro, aceptando sus leyes y sus servidumbres, enamorado del texto, respetuoso del público, idealista demócrata como sabían serlo los mejores representantes de la intelligentzia rusa (su teatro no había comenzado llamándose Artístico y accesible a todos?).

¿Cómo estos dos hombres se entenderían sobre la interpretación del personaje de Ofelia que es el tema principal de la discusión?

Ella es una boba, afirma Craig, y Stanislavsky protesta en vano: una Ofelia estúpida disminuiría a Hamlet. El ruso no tiene astucia. No comprende el juicio de Craig sobre las heroínas de Shakespeare, su repugnancia a admitir que Hamlet ame a Ofelia, ni la importancia que atribuye al papel de Rosenkrantz y al de Guildenstern. Es que, para él, sólo cuenta la tragedia del príncipe, filósofo asesino, con exclusión del fondo estético complejo sobre el cual la coloca Craig, un fondo de sonetos de Shakespeare, de poemas de Swinburne, de la tradición de las hétairies de los colegas universitarios británicos.

Estas consideraciones literarias, técnicas, generales, se chocan violentamente. La buena fe de Stanislavsky no fue suficiente. ¿Cómo asombrarse después de que la representación de Hamlet terminara en un fracaso? Gordon Craig mismo había declarado que él consideraba a Shakespeare como irrepresentable. Si no obstante lo hizo representar en Moscú, fue por razones accesorias y para verificar sus teorías.

En efecto, el fracaso de Hamlet en 1911 fue de esos que son más fecundos que algunos éxitos. Stanislavsky ha encontrado allí la liberación de sus escrúpulos: con la conciencia tranquila, entrará para siempre en las vías clásicas del teatro ruso, realista y psicológico. Craig por su lado se confirma en su actitud negativa. Hoy, retrospectivamente, comprobamos que si su Hamlet tuvo pocas repercusiones sobre el arte teatral propiamente dicho, en revancha, en el orden de la evolución artística general, señala una etapa importante en la desmaterialización del arte.

Nina Gourfinkel.

Craig: El asunto tiene lugar en la familia de Polonio. Yo quisiera que esta familia se distinguiera de todo lo que precede... En el fondo, Laertes no es otra cosa que un Polonio en pequeño.

Stan.: ¿Por cuáles rasgos debe distinguirse la familia de Polonio? ¿No es necesario que sea simpática?

Craig: No, una familia absurda, estúpida.. .

Stan.: ¿Incluso Ofelia?

Craig: Me temo que sí. Ella debe ser hermosa y estúpida a la vez. Eso es lo difícil.

Stan.: ¿Será Ofelia un tipo negativo o positivo? Craig:

Más bien incierto.
Stan.: ¿No teme Ud. que el público, acostumbrado a una Ofelia simpática, al verla estúpida y desagradable diga que el teatro la ha deformado? ¿No habría que proceder con prudencia?

Craig: Ya lo creo.

Stan.: No se podría manifestar tacto mostrándola simpática y agradable en conjunto y revelando su torpeza sólo en determinados pasajes? ¿No convendría este procedimiento?

Craig: Sí.. . Sin embargo pienso que, sobretodo en este cuadro, ella es, como toda la familia, terriblemente insignificante. Solamente a partir del momento en que comienza a perder la razón se vuelve poquito a poco más positiva. Todos los consejos que Laertes y su padre le dan revelan su asombrosa nulidad.

Stan.: ¿El público tendrá que ver esas figuras con los ojos de Hamlet o con los suyos propios? Porque Hamlet está ausente de este cuadro.

Craig: ¡Pero no hay mucho que ver!

Stan.: ¿No perderá acaso el público el hilo de la acción?

Craig: No creo.. . ¿Y usted?

Stan.: Al público moscovita le gusta descubrir los errores del metteur en scéne y podría aprovechar esta ocasión.

Craig: Eso no tiene importancia.

Stan.: Sin duda; sin embargo se ha comprobado en ocasiones semejantes que el público es capaz de olvidar todo lo que el espectáculo tiene de bueno nada más que por hacer gala de su conocimiento del texto.

Craig: Usted no querrá de todos modos mostrar una Ofelia bella, pura, educada, como se acostumbra a hacer. En ese caso, según mi parecer, no habría tragedia.

Stan.: No he reflexionado mucho sobre eso. Pero estoy acostumbrado a considerar a Ofelia, —y tal es igualmente la explicación de nuestro crítico Biélinski—, como un ser un poco mezquino pero dulce, capaz de dejarse morir pero incapaz de una protesta, de una proeza. Con todo, Biélinski cree que es una figura poética.

Craig: ¡Sea! Pero cómo ese crítico puede calificar de poética a Ofelia o a Desdémona, si conoce a Cordelia?

Stan.: Comparando a Ofelia con Desdémona, Biélinski piensa que la segunda podría.. .

Craig: (Interrumpiéndolo.) Yo pienso que las dos son más bien bobas.

Stan.: Es en ese caso que no habría tragedia.

Craig: Eh.. . Por otra parte, Ofelia sólo tiene escasa relación con la tragedia. No experimento ninguna simpatía hacia ella. Las únicas que me la inspiran son Cordelia e Imogenia.

Stan.: Y ¿cómo considera Shakespeare a Ofelia?

Craig: Como yo, supongo.

Stan.: No estoy de acuerdo. Si Ofelia fuera nada más que una simple, disminuiría á Hamlet.

Craig: Su única utilidad consiste en hacer la pieza un poco más estética. Un punto, eso es todo. El crítico inglés Johnson cree que ella es tonta desde el comienzo, desde su infancia. Tal vez la había espantado algún muchachito que le había hecho muecas a caballo sobre una pared.

Stan.: Si Hamlet rechaza a una tonta, no tiene interés, pero si está absorbido por su idea hasta el punto de renunciar a una joven bella y pura, entonces hay tragedia.

Craig: No creo. Es un pequeño ser mezquino.

Stan.: Pero ¿por qué la amó Hamlet?

Craig: El sólo amó en su imaginación. Una mujer inventada.

Stan.: Habría que explicarlo durante los entreactos.

Craig: Hamlet es un imaginativo. Imaginó igualmente que Rosenkrantz y Guildenstern eran sus amigos.

Stan.: Hamlet jamás vio amigos en ellos. Se trata de representarlo así en la escena, pero es un error. El sólo quiere a Horacio.

Craig: El error de Hamlet consiste en creer que todo el mundo es tan puro como él. Es por eso que él quisiera tenerlos por amigos. Por ejemplo acoje a Rosenkrantz y a Guildenstern con enorme alegría.

Stan.: Eso no aparece en el texto. El acoge a Horacio con ternura y a esos, al contrario, fríamente.

Craig: Uno de los momentos más intensos de la pieza es la aparición de Rosenkrantz y Guildenstern. Hamlet quiere tenerlos con él. En la escuela habían sido camaradas. Los ha mandado buscar para reanudar su amistad.

Stan.: No es Hamlet quien los ha hecho buscar sino el rey.

Craig: Sí.. . Pero han sido educados juntos.

Stan.:¡Con quién no ha sido educado uno! Eso no significa para nada que haya amistad.

Craig: Sin duda. En cuanto supieron que Hamlet no heredaba el trono se pasaron al lado del rey.

Stan.: Esos son detalles, muy importantes sin duda, pero detalles, en tanto que la idea dominante debe ser, según usted, la colisión de dos principios hostiles: el espíritu y la materia. Nuestra tarea consiste en encontrar en escena, a través de toda la pieza, el tono para la materia y el tono para el espíritu. ¿Cómo se exteriorizarán uno y otro? No hay que olvidar que esta exteriorización debe imponerse por la imagen y no por un razonamiento.

Craig: Yo veo aquí un solo hombre libre, mientras que esos tres personajes, Ofelia, Laertes y Polonio, se encuentran bajo la influencia del rey, y Ofelia, además, bajo la de Laertes.

Stan.: Sí, son rasgos realistas y los actores no tendrán más que interpretarlos por un juego de carácter. La actriz (Ofelia) tratará de hacer aparecer en esta escena la mezquindad. Polonio es un cortesano capaz pero vil y bajo; su maquillaje será humano, nada exagerado, pero su manera, su tono, revelarán al vil cortesano. Hay que jugarlo con un realismo que llegue hasta la trivialidad.

Craig: ¿Le parece?

Stan.: En presencia de Hamlet esos mismos personajes se inclinarán un poco a la caricatura, no cómica sino trágica. Entonces tal vez el público comprenderá la intención que usted quiere darles.

Craig: No quisiera suprimir nada en Shakespeare, pero esta escena contiene tan poca cosa, que hay que subrayar, poner de relieve de una manera u otra. Me gustan los italianos por la maestría con que escamotean los pasajes que no contienen nada de esencial, despachándolos sin señalarlos. Lo hacen tan ligeramente, tan agradablemente, como si jugaran a la pelota. Eso descarga al público en vez de fatigarlo inútilmente, así puede reaccionar con más fuerza en los pasajes importantes.

Stan.: Esa es su impresión personal. Por mi parte yo no la arriesgaría. Esa manera de actuar se confunde con la rebusca de efecto, como se la practica en las giras.

Craig: No tanto. He visto emplear ese procedimiento por pequeñas compañías y siempre se lo usaba con conocimiento. Es una manera llena de fineza.

Stan. : Un metteur en scéne italiano que organizaba giras para esas compañías me contó por qué se actuaba así. Es porque el actor que hace Hamlet no tiene mucho talento y, para servirle de alto, los otros actores resbalan sobre los pasajes de los que él está ausente.

Craig: No se trata de una compañía precisa. Quiero decir que la habilidad con que se subraya lo importante por dos o tres trazos, resbalando sobre todo lo que es insignificante es, de manera general, una particularidad del arte italiano: es su fuerza no sólo en el teatro sino también en la pintura.

Stan. : Es el sistema italiano en general.

Craig: Sí, pero pienso que se puede llegar a eso fácilmente.

Stan.: Para conseguirlo, para que la escena se desarrolle con ligereza, sin retardar la atención, hay que moverse lo menos posible. Dan ganas de hacerlos sentar a todos.

Craig: ¡Pero estaban sentados en la escena precedente!

Stan.: No olvide que lo más difícil para el actor es quedarse de pie en medio de un predio vacío.

Craig: Bueno pues, ¡bien que lo sé!. .. ¿No ve usted aquí a Ofelia haciendo cumplidos, lloriqueando, sin sentir gran cosa interiormente, mientras permanece de pie en su sitio sin moverse, sin hacer gestos inútiles?

Stan.: ¿Conoce usted una sola actriz capaz de actuar así? ¿Cree por ejemplo que la Duse hubiera sabido hacerlo?

Craig: (Desternillándose de risa.) ¡Oh! ¡la Duse hubiera volado de un lado a otro de la escena!

Stan.: ¡Quién podría entonces?

Craig: Me parece que usted tiene no una sino varias actrices que sabrían salir del paso.

Stan. : Yo conozco una sola, pero a ésta no le gusta hablar.

Craig: ¿Y es?

Stan.: Duncan.

Craig: ¡Oh, no! Ella no sabría.

Stan. : Yo la he visto... Lo que usted pide al actor es muy interesante, pero sólo lo sacaría un genio.

Craig: ¿Cuál de sus actrices tiene más sentido del humor?

Stan.: Me parece que Mme. Lilina.

Craig: Yo creo que ella podría encargarse de esta tarea.. . Me gustaría que todo se desarrollara sin movimientos. Ya que no hay acción sino solamente conversaciones.

Stan.: ¿Y por dónde pasará Laertes cuando deba salir?

Craig: Pienso que toda la escena se desarrollará a la derecha del escritorio. A mi parecer a medida que la conversación se acerca a su fin todos se desplazan insensiblemente, con un movimiento rítmico, hacia la salida, la misma por donde entraron a escena. En Shakespeare no hay sentidos ni estados de ánimo que se lean entre líneas. Es demasiado claro. En las piezas modernas, la atmósfera generalmente se crea menos por las palabras que por lo que está entre líneas; en Shakespeare, son las palabras, y las palabras solas, las que crean la atmósfera.

Stan. : Pero todavía hay que conseguir que el espectador escuche esas palabras.

Craig: Es con ese fin que doy un decorado tan simple. Quisiera que los movimientos fuesen tan simples y tan poco numerosos.

Stan.: ¿Por qué cree que hacemos tantos movimientos representando Chejov?

Craig : Porque eso debe desprenderse del texto.

Stan.: Justamente Chejov no tiene movimiento. Nosotros hacemos mover sus personajes exclusivamente para obligar al público a seguir y escuchar.

Craig: Sí, sí.

Stan.: Lo más difícil es situar dos actores de pie y forzarlos a sostener un diálogo, sin moverse. Inmediatamente eso se vuelve teatral, no en el buen sentido sino trivial-mente teatral. ¿Cómo hacer para obtener una teatralización artística, no echada a perder? En una de nuestras puestas en escena, Los días de nuestra vida, hemos encontrado un procedimiento.. .

Craig: Pero aquí las palabras son bellas por sí mismas. La idea está en las palabras.

Stan.: No olvide, primeramente, que esas palabras son traducidas; no tan bellas pues como en el original, y en segundo lugar, y esto es lo más importante, que para hacer escuchar hermosas palabras hay que presentarlas de manera hermosa.. . Pero continuemos. Entonces, Ud. desea que en este acto los personajes permanezcan todo el tiempo sentados. Yo quisiera hacerle observar que en posición sentada, las poses son más ricas. De pie se tienen pocas posibilidades. Sentados, los actores pueden cambiar de pose mucho más.

Craig: Sí, pero yo quisiera el menor movimiento posible en toda la pieza. Quisiera que los actores comprendan que la ejecución de Shakespeare no exige una gran variedad de poses y de movimientos. Sin embargo, en su búsqueda de simplicidad, no deben caer en extravagancias. La sustancia de Shakespeare está en las palabras. No se podrían traducir esas palabras en movimientos, en juego, más que a condición de reducir al mínimo esos movimientos y esas poses.

Nota:

[1] Este estenograma fue publicado en el Anuario del Teatro Artístico de Moscú (vol. I, 1944) y exhumado por La Revue Théátrale (N9 12, 1950), con comentarios de Nina Gourfinkel. De esta revista fue traducido para NÚMERO por su interés teatral, literario y documental.

 

Nina Gourfinkel
"Número" Año Nº 13/14 - marzo/junio 1951

Digitalizado por el editor de Letras Uruguay https://twitter.com/echinope / echinope@gmail.com

 

 

 

 

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