El Peregrino en la encrucijada:

actualidad de Terra nostra

Ensayo de Ana González Tornero

Adentrarse en la lectura de Terra nostra es a la vez estimulante y abrumador porque se asemeja, en palabras de Jorge Volpi, al vértigo del que se asoma a «un abismo narrativo inimaginable» ("Nuestro Virgilio"). Julio Cortázar señaló en sus Clases de literatura que esta obra era «un gran libro barroco» (272), «un trabajo enorme de investigación y de reconstrucción» (271), una novela «fabulosa y realista e histórica» (271). Para el lector de Borges significaría una emoción parecida a la de quien mira a través del Aleph. Y Carlos Monsiváis consideraba que hacía falta una beca para leerla. Pero, con beca o sin ella, Terra nostra resulta hoy imprescindible.

Los libros de Carlos Fuentes se releen «no solo como si fuesen todos recientes, sino como si estuviésemos leyendo el pasado en el futuro y a nosotros mismos en un relato siempre por venir» (Ortega, "Carlos Fuentes" 230). El caso del Peregrino, uno de los personajes principales de Terra nostra, ilustra esta consideración intemporal y muestra la vigencia de una novela publicada en 1975. La obra explora las historias del Viejo, el Nuevo y el Otro Mundo en tres secciones. La narración comienza el año 1999 en un París apocalíptico que da paso a la España del siglo XVI en plena decadencia, donde alternan la crónica literaria de la conquista de América con las herejías medievales europeas, los reinados de los Austrias Mayores, la historia mexicana y numerosas referencias a la literatura universal. Por estos tiempos y espacios se desplaza el Peregrino, constelación simbólica encarnada en «Polo Febo, los tres jóvenes náufragos españoles -el Bobo, Don Juan y el Peregrino-, el joven mejicano de Veracruz y el mejicano del apocalipsis parisino» (Rodríguez 41-42). De entre ellos, analizaré dos peripecias en que se ve envuelto el Peregrino propiamente dicho.

El vocablo «peregrino» alude a aquellas personas que «andan por tierras extrañas» («Peregrino») debido a motivos religiosos, caballerescos, comerciales o políticos; el homo viator representa al que emprende un viaje transformador, símbolo de la condición humana (Gros 120). La literatura ofrece ejemplos insignes en La Odisea, La Ilíada o la Divina comedia. Durante los siglos XVI y XVII el peregrino fue considerado «héroe novelesco de la Contrarreforma» (Vilanova 148); así lo reflejan El peregrino en su patria de Lope de Vega, Los trabajos de Persiles y Sigismunda de Miguel de Cervantes o el Criticón de Baltasar Gracián. En El jardín y el peregrino, Beatriz Pastor examina esta figura en el marco del pensamiento utópico latinoamericano y en el discurso de la conquista. Pastor considera al peregrino emblema de una «dinámica incesante de construcción y destrucción de identidades que caracteriza el proceso de constitución subjetiva del sujeto colonial» (89). En este sentido, el Peregrino de Terra nostra constituye, como ha señalado Julio Ortega, un sujeto liberador de «los traumas del historicismo», ya que el autor plantea «mexicanizar las fuentes del relato, su historia milenaria, su drama colonial, su visión de futuro nombrable» (Imagen, "Lecturas").

El Peregrino terranostrista inicia su recorrido para recuperar la memoria y, en ese proceso, construirá su identidad plural. Él es uno de los náufragos que aparece medio ahogado y amnésico en la playa del cabo de los Desastres. Se trata de un muchacho de cabellos rubios con un estigma en la espalda. Celestina, joven disfrazada de paje, lo rescata y acompaña al monasterio de El Escorial. A lo largo de la novela, el Peregrino se guía por principios que responden a lo que denominaré ética transatlántica, es decir, reconoce al otro en la palabra y, por lo tanto, en el diálogo como libre ejercicio para interpretar la complejidad. La definición de acto ético propuesta por Mijail Bajtin ilustra este concepto y se basa en «la oposición concreta, arquitectónicamente válida, entre el yo y el otro» (79), pues en la relación de ambos «se distribuyen y se disponen todos los momentos concretos del ser» (79). Estos postulados, aún vigentes, brindan modelos de coexistencia.

Fuentes reconoció que el magisterio de Bajtin en Terra nostra le permitió incorporar discursos de la más diversa índole, incluso los silenciados. Esto es así porque la experiencia humana se establece a partir de la ética, que requiere «un alto grado de atención que rebasa nuestro propio yo, nuestro propio interés, para prestarle cuidado a la necesidad del otro, ligando nuestra subjetividad interna a la objetividad del mundo a través de lo que mi yo y el mundo compartimos: la comunidad, el nos-otros» (Fuentes, En esto 75). Asimismo, el acto ético de Bajtin entronca con el reconocimiento de la diversidad y el diálogo que resaltan la filosofía, los estudios culturales o la corriente posthumanista actual. En esa línea, Edward W. Said remarcó la necesidad de cultivar «that sense of multiple worlds and complex interacting traditions, that inevitable combination ... of belonging and detachment, reception and resistance» (76). La tarea del humanista, como la del Peregrino, implica «not just to occupy a position or place, nor simply to belong somewhere, but rather to be both insider and outsider to the circulating ideas and values that are at issue in our society or someone else's society or the society of the other» (Said 76). Por eso, la palabra y el pensamiento son imprescindibles para superar dicotomías, ya que otorgan el ser.

El Peregrino se rige según la ética transatlántica: dinámica por el movimiento continuo, empática por el reconocimiento del otro y lingüística por el libre ejercicio del diálogo. En el verbo de este personaje nace la ética a la que se llega por la reflexión, la experiencia responsable de la alteridad (Lévinas 79) y el perspectivismo cervantino. Estos valores le permiten sortear encrucijadas y resolver la dialéctica entre el Viejo y el Nuevo Mundo en el sincretismo del Otro Mundo. Así se lo anuncia el anciano de la selva:

Tu destino es ser perseguido. Luchar. Ser derrotado. Renacer de tu derrota. Regresar. Hablar. Recordarles lo olvidado a todos. Reinar por un instante. Ser derrotado de nuevo por las fuerzas del mundo. Huir. Regresar. Recordar. Un trabajo sin fin. El más doloroso de todos. Libertad es el nombre de tu tarea. Un nombre con muchos hombres. (Fuentes, Terra 509)

En Terra nostra el perspectivismo posibilita la convivencia y, tal como Carlos Fuentes observó respecto a la obra de Juan Goytisolo, «el encuentro con el otro ocurre gracias a la verbalidad narrada» (La gran novela 411). Además, en Cervantes o la crítica de la lectura Fuentes señaló que «[s]i la realidad se ha vuelto plurívoca, la literatura la reflejará solo en la medida en que obligue a la propia realidad a someterse a lecturas divergentes y a visiones desde perspectivas variables» (95). Por ello propone cervantizar o mestizar a ambas para «abrazar de nuevo lo expulsado y perseguido», es decir, para «encontrar de nuevo la vocación de la inclusión y trascender el maleficio de la exclusión» (La gran novela 411). De ahí que el Peregrino se presente como un personaje mítico que conoce y contrasta todos los tiempos.

El peregrinaje implica encrucijadas y el recorrido en ocasiones se vuelve laberíntico. Este símbolo acompaña al peregrino, pues su trayecto requiere «comprender el laberinto como tal y tender a superarlo para llegar al "centro"» (Cirlot 364). A medida que el joven náufrago recupere la memoria, tomará conciencia de su identidad y descubrirá en el perspectivismo dialógico la clave para no desfallecer. Su objetivo revela la urgencia de convivir con la otredad porque, como mostró Octavio Paz en El laberinto de la soledad, «[e]l hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro. Su naturaleza ... consiste en aspirar a realizarse en otro» (237). En este sentido, Raymond L. Williams subraya la impronta de Américo Castro, José Ortega y Gasset, y Michel Foucault cuyas obras inspiraron en Fuentes «a search for Mexican and Latin American identity, turning directly to the roots of Hispanic culture in medieval and Renaissance Spain. With Terra Nostra, Fuentes discovered both his tradition and his identity as a Mexican and as a man of the Americas» (106-107). Los avatares del Peregrino manifiestan esa exploración transfronteriza a través de la palabra, la memoria y la libertad.

En el solvitur ambulando del personaje sobresalen dos episodios que ilustran su carácter peripatético. El primero, en la Venecia del Donno Valerio Camillo, es fundamental para entender el peso de la historia en la novela y el cuestionamiento de los determinismos. El sabio, que evoca la figura del gran humanista Giulio Camillo, ha construido el Teatro de la Memoria: un invento que proyecta la sabiduría universal. Este capítulo recrea El arte de la memoria de Francis Yates y realza el valor del conocimiento para solucionar conflictos. Los libros adquieren aquí un papel primordial, ya que activan la memoria y orientan al ser humano. Por eso, el Donno Camillo recuerda a Ludovico, padre adoptivo del Peregrino, que las imágenes del Teatro de la Memoria

integran todas las posibilidades del pasado, pero también representan todas las oportunidades del futuro, pues sabiendo lo que no fue, sabremos lo que clama por ser: cuanto no ha sido, lo has visto, es un hecho latente, que espera su momento para ser, su segunda oportunidad, la ocasión de vivir otra vida. La historia solo se repite porque desconocemos la otra posibilidad de cada hecho histórico: lo que ese hecho pudo haber sido y no fue. Conociéndola, podemos asegurar que la historia no se repita; que sea la otra posibilidad la que por primera vez ocurra. El universo alcanzaría su verdadero equilibrio. (Fuentes, Terra, 594)

De modo parecido Emilio Lledó ha estudiado la función de los libros para ejercitar el pensamiento y contribuir a la comprensión del otro. Lledó, a quien Fuentes considera «el gran filósofo español contemporáneo» (La gran novela, 409), apunta que

por medio de la memoria recobramos y alumbramos nuestro ser y además el ser de los otros. Y no solo de aquellos con los que convivimos. El lenguaje escrito es el asombroso organismo que nos permite recobrar la memoria colectiva. La escritura rompe la barrera de la fugacidad y, en sus manos, alcanzamos la historia y superamos el presente, enriqueciéndolo con el pasado. (133)

Este acercamiento al lenguaje y a la memoria es clave para tender puentes. El diálogo, con los libros y con los otros, construye una identidad que se reconoce en la diferencia. Fuentes consideraba que «[e]l libro nos dice que existe el otro, que existen los demás, que nuestra personalidad no se agota en sí misma sino que se vuelca en la obligación moral de prestarle atención a los demás -que nunca son lo de más» (En esto 171). Así se entiende la trascendencia del episodio del Teatro de la Memoria. Ludovico llega a Venecia acompañando a los tres hermanos y descubre, gracias al invento del Donno Camillo, que aquel de los jóvenes que sea capaz de integrar en sí mismo la alteridad superará las encrucijadas. Como ha señalado Luz Rodríguez Carranza, Ludovico se da cuenta de que «una comprensión no basta, que una narración es incompleta, que un destino humano es solo un hilo de un tejido incalculable. Y en la pluralidad de posibilidades está la esperanza de realizar una historia diferente, de escoger otra vez, de cambiar la faz del mundo» (53). Es por esto que el Peregrino sale al encuentro de la historia y descubre en su laberinto el valor de la ética transatlántica.

El segundo episodio destacado tiene lugar en el territorio de La Mancha. Carlos Fuentes reconoció en numerosas ocasiones el magisterio de Cervantes en el plano literario y en el humano porque «[s]omos el Territorio de la Mancha. Manchados, impuros, mestizos, abiertos por fuerza a la comunicación, las migraciones, la confianza en nuestra aportación al mundo» (En esto 139). De la estirpe cervantina homenajeada en Terra nostra surgía la tradición democrática española que para Fuentes alentaba «la historia alternativa de una civilización: la nuestra, la de los pueblos que hablamos español» (cit. en Ortega, Retrato 111).

En el territorio de La Mancha, Ludovico y los tres jóvenes (dos de los cuales se hallan sumidos en un sueño que dura semanas) se refugian dentro de un molino donde se recrea la historia de don Quijote. Allí les sorprende un anciano cuya descripción no solo coincide con la del hidalgo manchego. Este les explica sus amores de juventud con Dulcinea, en los que terció una alcahueta y que acabaron con la muerte de la dama y de su padre. Para huir de la justicia, cambió su nombre -de don Juan a don Alonso- y pasó la vejez siendo considerado loco. Mediante la conversación se establece un trasvase de experiencias hasta el punto de compartir existencias. Así, el viejo don Alonso invitará al muchacho que está despierto a arreglar entuertos: «Tú, muchacho, ¿aceptarías seguir viviendo mi vida por mí?» (Terra, 612). Más adelante le anima de nuevo: «¿no me acompañas, mozo?, ¿no sigues la aventura conmigo?, mirad la injusticia, mirad estos galeotes llevados contra su voluntad, abusados, atormentados, ¿sufriríais que quede impune tamaña ruindad?, ¿no batallarás conmigo, mozo?» (Terra, 612). Y el mozo le ayudó.

Por contraposición al Peregrino, Felipe II, hermano de los tres náufragos, representa la ortodoxia extrema. Cuando termina la novela, mantiene con Ludovico una conversación sobre los miedos que le acucian en ese momento: la sucesión, el devenir del imperio, la resistencia al cambio, el más allá. Su amigo de juventud, que había descubierto los enigmas del tiempo, le transmite esta enseñanza:

Una vida no basta. Se necesitan múltiples existencias para integrar una personalidad. Toda identidad se nutre de otras. Nos llamamos solidaridad en el presente. Nos llamamos esperanza en el futuro. Y detrás de nosotros, en el ilusorio pasado, vive, latente, cuanto no tuvo oportunidad de ser porque esperaba que tú nacieras para dársela. Nada perece por completo, todo se transforma, lo que creemos muerto solo ha cambiado de lugar. Cuanto es, es pensado. Cuanto es pensado, es. Todo contiene el aura de lo que antes fue y el aura de lo que será cuando desaparezca. Perteneces simultáneamente al presente, al pasado y al futuro: a la epopeya de hoy, el mito de ayer y la libertad de mañana. (Fuentes, Terra, 647)

Sin embargo el monarca, que prefirió la autarquía, llevó a su reino al borde del colapso y dio la espalda al perspectivismo, a la polifonía, al otro. Estos contrastes se encuentran en el discurso con que se despide de Felipe II el espíritu de Mijail ben Sama, personaje de raigambre cervantina. Su decálogo, del que cito algunas expresiones, sintetiza la ética del Peregrino: «lo nuestro», «todo cambia», «nada permanece», «me reconozco en la diferencia», «comunidad», «tolerancia», «muchos», «diversidad», «Alhambra» (Terra, 789-790).

El Peregrino de Terra nostra establece un vínculo ético con la otredad, que ejerce como acto de resistencia dialógica contra lo que Byung-Chul Han ha llamado «la violencia del consenso» (120-121). Por medio de la palabra crea una herramienta que permite la comunicación empática. Desde el punto de vista del posthumanismo, encarna una visión más rica y más compleja del ser humano: un «new human» (Rosendahl 13) que nos redescribe desde diferentes perspectivas y aboga «for solidarity among people, and the advancement of the species» (Rosendahl 19-20). La ética, la armonización del individuo en el colectivo y el diálogo con la alteridad son cuestiones presentes en los debates actuales; la estética, la literatura transatlántica, Terra nostra y el Peregrino contribuyen al intercambio de ideas, trascienden los límites y abren nuevas vías de entendimiento, ya que en sus encrucijadas están las nuestras. Como decía Fuentes, «[s]i nosotros no hablamos, el silencio impondrá su oscura soberanía» (En esto 172).

OBRAS CITADAS

Bajtin, Mijail M. Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos. Prólogo por Iris M. Zavala, Barcelona, Anthropos y Edupur, 1997.

Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Madrid, Siruela, 2002.

Cortázar, Julio. Clases de literatura. Berkeley, 1980. Madrid, Alfaguara, 2013.

Fuentes, Carlos. Terra nostra. Editado por Julio Ortega y Ana González Tornero, México, Fondo de Cultura Económica, 2016.

                  _. Cervantes o la crítica de la lectura. Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1994.

                  _. En esto creo. Barcelona, Seix Barral, 2002.

                  _. La gran novela latinoamericana. Madrid, Alfaguara, 2011.

Gros, Frédéric. Andar. Una filosofía. Madrid, Taurus, 2015.

Han, Byung-Chul. Psicopolítica. Traducido por Alfredo Bergés, Barcelona, Herder, 2016.

Lledó, Emilio. Los libros y la libertad. Barcelona, RBA, 2015.

Ortega, Julio. Retrato de Carlos Fuentes. Barcelona, Círculo de Lectores, Galaxia Gutenberg, 1995.

              _. Imagen de Carlos Fuentes. Ed. Kindle, México, Jorale, 2014.

              _. "Carlos Fuentes y la escena de la lectura". Carlos Fuentes en el siglo XXI.

Una lectura transatlántica de su obra. México, Universidad Veracruzana, 2015, pp. 227-239.

Pastor Bodmer, Beatriz. El jardín y el peregrino. Ensayos sobre el pensamiento utópico latinoamericano. 1492 -1695. Amsterdam, Rodopi, 1996.

Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. Posdata. Vuelta a El laberinto de la soledad. México, Fondo de Cultura Económica, 2015.

Real Academia Española. «Peregrino». Diccionario de la lengua española. 23.a ed., 2015, http://dle.rae.es/.

Rodríguez Carranza, Luz. Un teatro de la memoria. Análisis de Terra nostra de Carlos Fuentes. Bélgica, Leuven University Press / Argentina, Danilo Albero Vergara, 1990.

Rosendahl Thomsen, Mads. The New Human in Literature: Posthuman Vsions of Change in Body, Mind and Society after 1900. London, Bloomsbury Academic, 2013.

Said, Edward. Humanism and Democratic Criticism. Nueva York, Columbia University Press, 2004.

Vilanova, Antonio. "El peregrino andante en el Persiles de Cervantes" Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, n.° 22, 1949, pp. 97-159.

Volpi, Jorge. "Nuestro Virgilio". El País, 15 mayo 2012, https://elpais.com/cultura/2012/05/15/actualidad/1337118287_958698.html

Williams, Raymond L. The Writings of Carlos Fuentes. Austin, University of Texas Press, 1996.

 

Ensayo de Ana González Tornero

 

Publicado, originalmente, en: Inti: Revista de literatura hispánica No. 87 abril 2018, Article 20

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Link del texto: https://digitalcommons.providence.edu/inti/vol1/iss87/20

 

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