Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente

Hospital de Inocentes, Santiago Montobbio, Editorial Devenir, Madrid, Enero 1989, por Jesús Ferrer Solá

La vida como es

 

Si, como he leído en alguna parte –no recuerdo ahora dónde ni a quién-, los poetas nos plagian, el acto de la comunicación poética es un proceso de autorreconocimiento, el reflejo artístico de la propia identidad personal. Acaso existan tan sólo dos tipos de lírica; la de la esperanza y la de la desesperación; o tan sólo una: la que logra armonizar –en diabólica conjunción- ambas categorías, en una sutil teoría de la palabra sentiente que aglutina, en un instante, toda la realidad conocida. Con un libro en las manos, esa huidiza realidad vuelve otra vez a nosotros recordándonos, una vez más, que la vida es así. Hospital de Inocentes, de Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) es, en apariencia, un poemario de planteamientos personales, la explicitación de un credo existencial o el fundamento de una determinada actitud íntima… a no ser por un impresionante detalle: para su autor todo esto es la literatura misma, y las palabras, el ritmo y el tono los fluidos vitales de todo su cuerpo estético.

 

Porque este libro sabe combinar el decidido rechazo del contexto cotidiano en su ritualidad con una elegíaca ternura, abrupta y tajante, hacia los más añejos valores sentimentales: el amor, la amistad, la libertad… Con una implacable cadencia, torrencial en su desarrollo fonético y sintético, Hospital de Inocentes va desde el despertar de la conciencia y la asunción del oficio literario –“Catálogo de antigüedades”- hasta la repulsión hacia el tedio urbano de extracción burguesa –“En el orden que prefiera”-, pasando por la idealidad geográfica –“Praga”-, el desdoblamiento del yo –“Otras noches”-, el malditismo desazonante –“Para una teología del insomnio”- o la teorización estética –“La tinta de este papel es la tinta última”-; sin olvidar el fuerte contenido de ironía familiar –“Buf”-, social –“Se añora un lugar en los cuarenta principales”- o formal –“Vocación”-; y, por supuesto, los espléndidos poemas de amor –como “Para vivir aún” y “Lienzo y noche de los amantes”.

 

En los versos de Santiago Montobbio se quiebra, con frecuencia, el sentido lógico de la expresión, en aras de un metalenguaje de la descontextualización sintáctica que lleva, para entendernos de una vez, a un irracionalismo calculado, reflejo, a su vez, del caótico universo que el vivir mismo implica. Una ironía coloquial, intimista y cómplice, logra la conveniente distancia entre el mito lírico y su doble real, entre lo que existe y lo que se poetiza. Detrás de las tabernarias incursiones, los vagabundeos urbanos, las reticencias sociales o las nostalgias perdidas se agazapa el poso dulzón de una ilusionada amargura; se trata de la constatación indudable –auténtico Rubicón de fuego para el poeta- de que la vida es literatura y no puede ser ya –por feliz desgracia- otra cosa. Con un socarrón cinismo, pariente próximo del estoico desengaño, este libro asedia los más oscuros recodos de la creativa desgana vital; allá donde anida la tierna sordidez del amor, la escalofriante huella de la muerte o el terrible desgarrón de la soledad y el silencio. Este nihilismo no anula, sin embargo, el –a pesar de todo- fulgurante destello de la conciencia; en definitiva, y al final, esperanza. Porque Hospital de Inocentes mantiene, también a pesar de todo, una imagen clara y luminosa, a tono con su evidente “clasicidad” –que no clasicismo-, definida por el impecable ritmo del verso, la acertada rima interna y el perfecto final del poema, sugestivo y efectista, como debe ser.

La poesía de Santiago Montobbio es una trampa mortal para desavisados transeúntes de la literatura, que pudieran acaso pensar que sólo leen versos, cuando en realidad esas palabras son –en su propia escritura- “unas poco verosímiles tretas que me ayuden/ a fingir también mañana que estoy vivo”, demostrándonos que el tiempo pasa, la inocencia muere, la vida nos traiciona y quedan quizá tan sólo unos pocos libros como éste. 

Jesús Ferrer Solá
El Ciervo, Nº 458, Barcelona, Abril 1989

Ir a índice de Europa

Ir a índice de Ferrer Solá, Jesús

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio