Cárcel de sanos
Un título como Hospital de Inocentes no es una paradoja. La inocencia no guarda una directa sinonimia con la salud ni la implica necesariamente. Un título así esboza, sin embargo, la paradoja desde el momento en que expresa un contraste la combinación de esas dos palabras. La inocencia puede definirse como la salud del alma y un hospital identificarse como penal en que el cuerpo cumple literalmente una sentencia no dictada por los hombres. Hospital de sanos y cárcel de inocentes son títulos que se cruzan en ése, en el que la inocencia se insinúa como la enfermedad por excelencia.
Inocencia y enfermedad. Santiago Montobbio propone en este libro el
pesimismo como única forma posible de salud, los sueños como errores que
conducen indefectiblemente hacia el sufrimiento, desde el sueño del amor
al de las novelas inconclusas de los veranos de la juventud; como formas
del engaño poco aconsejables por antiterapéuticas. Y de esta manera va
denunciando en sus poemas, como estrategias enfermizas y falsas, “la tontería de creer que somos otros/ aquellos que fatalmente siempre
hemos de ser los mismos” o “los
adolescentes trucos/ con los que aún fingimos creer/ estar haciendo feliz
al otro”.
Hay una voluntad en todo el libro de desenmascaramiento de las tretas, las coartadas, las mentiras, de la realidad y que se manifiesta tanto en la temática escogida –los valores o tópicos fundamentales sobre los que se asienta la existencia- como en el mismo bajo tono del poeta, en la elección de un lenguaje realista no por ello exento de lirismo y de unas formas elaboradas y pulidas.
La inocencia insinuada como la gran enfermedad y la salud como el delito por antonomasia que reiteradamente nos conduce, en este excelente y desengañado poemario, a “la cárcel/ injusta de los días, que hace que se pudra/ la pequeña carne de los sueños”.
