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Segismundo, el chico más repudiable del mundo
Primo Domingo Di Martino
dimartinoprimo@yahoo.com.ar
 

El profesor Chadopiff, Premio Nobel de la Física, estaba dando una conferencia en el salón plateado de la Universidad de Villa 31, cuando una mano del auditorio se levantó pidiendo la palabra, a lo que él accedió gustosamente. Grande fue su sorpresa y la del público al advertir que se trataba de un niño, por más que este disimulase su edad con una larga barba y bigotes postizos. Segismundo, así llamado el chico, empezó a decir:

-Lamento mucho, profesor Chadopiff, disentir con usted. Las investigaciones abrucias más turimias demuestran que el electrofonte bepta termicíptico curulante B-85 del eminente físico alemán Kurt Zasch, revelan fehacientemente que el pravulante aspisa surbático AE3 e incluso el Z-85 (atrivardo)del sistema quichua de gravitación interlequia, subroga actualmente todas las ecuaciones varzigolinas atriocas de Einstein. 

-Si me permite, jovencito, -respondió el conferenciante,- quiero señalar que yo he demostrado la exactitud de los mársicos pravulantes.

-Desde luego, estimado profesor, pero usted se olvida de los endroicos tejemelílicos Escala 85 del Doctor Kart Stein que, sometidos al reactor de Kuperincko Popolieff, irradian reminzos fenílaskas luptílicas. ¿Y las arsepias termifísticas de Kern? ¿Y los unsaicos enfroncios fúrmigos del profesor Lord John Ligustrino? ¿Y los isparcos estrámicos del profesor Pozzolento? ¡Usted los omitió olímpicamente, profesor Chadopiff!

El profesor, evidentemente confuso y preocupado, se pasaba la mano por la barbilla, notándose en sus sienes perladas gotas de sudor. Acto seguido hizo seña al chico de que se acercara al estrado y lo hizo subir junto a él. Se quitó el collar que colgaba en su pecho con el Premio Nobel y se lo quiso poner al infante, pero éste se opuso tenáz y gallardamente con una reverencia palaciega diciéndole:

-De ninguna manera, profesor Chadopiff. El premio le corresponde a usted con toda justicia por su aprínico estudio de los entroicos firgúleos F-85 que le permitieron separar los opitricos curulantes. Ahora le ruego que siga la conferencia con mi formal promesa de que no volveré a interrumpirlo. Y perdone mi enzofrílica arzina.

Cuando el repudiable Segismundo regresó a su asiento, la madre, que estaba a su lado, le susurró:

-Si volvés a interrumpir al profesor, te rompo el traste a patadas y no te traigo más a las conferencias. ¿Entendido?

El caradura asintió, pero cuando la madre dejó de mirarlo, sonrió misteriosamente.

(*) Al que esto escribe no se le pasó por alto la persistencia del número 85 en este texto, cifra que es precisamente su edad. Trátase de una rarísima coincidencia, pero no recurriré al Juez para que cambie la fecha de nacimiento en mis documentos por algo tan baladí. 

Primo Domingo Di Martino
dimartinoprimo@yahoo.com.ar
 

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