Rosa Montero, El peligro de estar cuerda, Barcelona, Editorial Seix Barral, 2022, 340 págs.

 

Reseña de Rafael Cabañas Alamán

Saint Louis University Madrid

rafael.cabanas@slu.edu 

La locura ha servido de inspiración para crear espacios literarios que invitan a la imaginación a escapar de la realidad. Un siglo antes de la publicación de la primera parte del Quijote (1605) ya había aparecido El elogio de la locura (1511), de Erasmo de Róterdam, ensayo de carga satírica que pasó a ser una de las obras más influyentes de la literatura universal. En El peligro de estar cuerda (2022) ensayo y ficción van de la mano, como sucede en La loca de la casa (2003) y en La ridicula idea de no volver a verte (2013), pero en esta ocasión se profundiza en los temas de la locura, el miedo, el sufrimiento y la creatividad, sin dejarse de lado el contenido autobiográfico. Partiendo de estudios de literatura, psicología y neurociencia, se procede casi a modo detectivesco ante la búsqueda de datos y se indaga en la vida de grandes autores de diversas disciplinas creativas.

El libro presenta tres epígrafes de Fernando Pessoa, William Shakespeare y Anne Sexton. A diferencia de La loca de la casa, que tiene diecinueve capítulos, en El peligro de estar cuerda hallamos veinticinco con títulos que guardan cierta ironía y que no están incluidos en un índice. En “Chupando cobre” se cuentan manías personales y se alude a filósofos que conectan el genio con la locura. Se habla de la depresión y de afirmaciones de psiquiatras. En “Soy multitud” se reflexiona sobre la escritura ante la idea de que “nos habitan diversos yoes” (p. 34), citando palabras del doctor Jekyll. El tema de la suplantación de la identidad adquiere relevancia en la creatividad y nos hace pensar en las diferentes acepciones freudianas del “yo”.

En “Los entomólogos no lloran” de nuevo se citan estudios publicados por psiquiatras sobre los que se aportan interesantes opiniones. Leemos sobre terribles desgracias acontecidas en las vidas de Scott Fitzgerald y de Sylvia Plath. “Estupor e impostura” incluye un artículo publicado, “The Impostor Phenomenon”, que invita a reflexionar sobre la autocrítica realizada por mujeres profesionales que creían no dominar su profesión y que llegaron a considerarse “impostoras en su trabajo” (p. 68). Aquí da comienzo una historia intercalada protagonizada por la autora que

continuará en otros capítulos. En “El buitre impaciente” se habla de ciertas obsesiones y se incide en el miedo ante la incomprensión de las enfermedades mentales. Sirva de ejemplo la vida de John Nash, esquizofrénico paranoide, cuya historia fue reflejada en la película “Una mente maravillosa”. Averiguamos sobre Alda Merini, esencial poeta italiana que sufría trastorno bipolar y detalles sobre la terrible infancia y juventud de Nietzsche.

Hallamos un claro guiño irónico a El elogio de la locura en el título del capítulo “Elogio de los inmaduros”, donde se reflexiona sobre El cerebro del artista (2019), ensayo de Mara Dierssen. Se comenta sobre las Personas Altamente Sensibles (PAS) y su relación con la creatividad. En “Una familia lamentable y magnífica” se trata lo anecdótico, las visiones oscuras, el horror de las noticias y lo que motiva la creatividad, ese “fulgor primero” llamado “huevecillo” (p. 120) que nos lleva a la conocida frase de Santa Teresa “la loca de la casa”, metáfora de la imaginación y título del ya citado trabajo de Rosa Montero. En “Un mar de desorden” reaparece la historia intercalada que pone de manifiesto la relevancia de la otredad y se alude a las coincidencias relacionadas con un asombroso experimento llevado a cabo por Paul Kammerer.

La autora tiene la impresión de “estar haciendo una autopsia invertida de la creatividad” (p 137), tal como escribe en el capítulo “Tormenta perfecta uno”, donde se habla de la “dualidad defensiva frente al trauma” (p. 138), se incide en la importancia de la tenacidad y en el miedo a la muerte. Averiguamos opiniones de psiquiatras, como Philippe Brenot, autor de El genio y la locura (1997), quien observa diferentes características psicológicas en las mentes creativas. En “La musa malvada” se establece una relación de amor y odio con la creatividad, que provoca adicción de modo comparable a la producida por las drogas y el alcohol que sufren “la plaga malvada de los escritores” (p. 150).

En “Contra el miedo” se reflexiona sobre el largo tiempo necesario para escribir una novela “inventando mentiras” (p. 156), se habla de la inspiración, del suicidio, de la paranoia y de los tratamientos de electrochoque (ahora llamado “terapia electroconvulsiva”) sufridos por autores como Emmanuel Carrere. En “Como los niños en el cementerio” el miedo continúa en el ambiente y se explican datos de la vida de Emily Dickinson, quien “sufrió incesto de niña y de adulta por parte de su padre, Edward, y de su hermano Austin” (p. 174). Sus poemas surgen del más profundo sufrimiento y averiguamos que el título del ensayo reseñado origina de uno de sus versos.

La otredad queda reivindicada en “Tiempo de regalos” y en “Pesadillas geométricas” se alude a las padecidas en la infancia, que conecta con los miedos del pasado. Se exponen estudios que establecen puntos en común entre la locura y la creatividad. “Yonquis de la intensidad” es un capítulo autorreferencial en el que se analizan vertientes afines al proceso de la creatividad, estableciéndose conexiones con La loca de la casa, donde ya se aborda el paralelismo entre la escritura y los amores tórridos que marcan la memoria y la confunden. En “Verdaderas verdades mentirosas” se comenta sobre las dosis de verdad y mentira incluidas en la ficción. ¿Hasta qué punto somos conscientes de las mentiras en la literatura, invisibles al ojo del lector? Esto nos recuerda a las grandes mentirosas en dos novelas de Rosa Montero: Airelai en Bella y oscura (1993) y Lucía en La hija del caníbal (1998).

En “Tormenta perfecta dos” se habla de Sylvia Plath y de su relación tormentosa con Ted Hughes, lo que explica parcialmente el título del capítulo. Los miedos, traumas y dolor quedan reflejados en el diario de la poeta, quien acabó suicidándose. “Esto es lo que veo” da muestra y explicación de fotografías tomadas por Rosa Montero desde la ventana de hoteles donde se queda en sus viajes de trabajo, se compara y se establece la idea de que “la vida también es un patio sórdido” (p. 267). En “Como nació el niño” aparece una lista de escritores que se suicidaron y pensamos en “el peligro de estar cuerdo” al leer las palabras escritas por Stephan Zweig antes de suicidarse explicando que tomó esa decisión “en plena lucidez” (p. 279).

La vejez cobra protagonismo en “Bajo la cama y aullando”, donde se abordan estudios del orden de James Lovelock y del equilibrio químico de la atmósfera. Estas preocupaciones científicas y medio ambientales surgen también en Instrucciones para salvar el mundo (2008) y en Lágrimas de lluvia (2011). El capítulo más optimista es “El gran baile”, que refleja la importancia de las actividades colectivas, tomándose como base ciertas teorías de Ursula K. Le Guin y de Rupert Sheldrake. En “Todo” se pone fin a la historia intercalada y en “Esas noches magníficas” encontramos referencias a la creatividad, al inconsciente y se alude al dolor de Janet Frame, a quien la escritura le sirvió de refugio en su desdichada vida.

El libro finaliza con los “Agradecimientos, fuentes y una noticia” y un apéndice titulado “Entrevista con Doris Lessing”, la cual se publicó por primera vez en El País en 1997, diez años antes de que le concedieran a Lessing el Premio Nobel. En dicha conversación se aborda el sentido del éxito, el equilibrio que ofrece escribir y el sufrimiento durante la infancia.

El diálogo entre ambas escritoras se centra también en la relación de madres e hijas, la frustración, la locura y la entrevistada explica cómo echó sus “miedos fuera a través de la literatura” (p. 353). Aunque el dolor, la depresión y los momentos traumáticos vividos del pasado no contribuyeron a que Lessing percibiera la vida como hermosa, a ella también le salvó la escritura.

Para concluir, Rosa Montero elige de nuevo un género híbrido en el que mezcla ensayo, ficción y biografía. Si bien el tema de la locura ya había sido abordado en La loca de la casa casi veinte años antes, la labor investigadora queda superada en El peligro de estar cuerda, como demuestran los estudios que se mencionan y los comentarios sobre la vida de destacadas personalidades, todo lo cual se complementa con atinadas reflexiones. Estamos ante un riguroso y meditado estudio de introspección que relaciona la creatividad con la inestabilidad mental y saca a la luz el sufrimiento de artistas y escritores de la literatura universal cuyos miedos son compartidos bajo lúcidos ángulos de observación.

Rosa Montero presenta, "El peligro de estar cuerda

 

Reseña de Rafael Cabañas Alamán

Saint Louis University Madrid

rafael.cabanas@slu.edu


Publicado, originalmente, en
Castilla. Estudios de Literatura, volumen 14 (2023): 912-915 DOI: https://doi.org/10.24197/cel.14.2023

Castilla. Estudios de Literatura es una Revista electrónica de periodicidad anual

editada por el Departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Valladolid

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Reseña de acceso abierto distribuida bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional (CC-BY 4.0). / Open access review under a Creative Commons Attribution 4.0 International License (CC-BY 4.0)DOI:https://doi.org/10.24197/cel.14.2023.912-915 .

 

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