Entrevista realizada por Rafael Bueno Novoa a Rolando Revagliatti y publicada en el Nº 50, agosto 1999, de la Revista Literaria “Aguamarina” de Leioa, Vizcaya, España. 

 

Rafael Bueno Novoa: Háblenos de sus comienzos literarios.

 

Rolando Revagliatti: A partir de los 13 años, siendo yo un ávido lector y apasionándome el recitado, no sólo de poesía gauchesca y lunfarda, pergeñé muchas horribles letras de músicas que también yo inventaba. Después avancé con la versificación rimada, de igual nivel. Ya acercándome a los 18 años, desembarazándome de algunos parasitarios convencionalismos propios del oficio, logré ir penetrando de otro modo en el que realmente yo era. Y así, de mis veintipico de años rescaté unos textos que incluí en mi primer libro, en el ’88: “Obras completas en verso hasta acá”.

 

RBN: ¿Existe influencias de otros autores en su creación?

 

RR: No sabría establecerla.

 

RBN: En la disyuntiva de tener que elegir entre su prosa y su poesía, ¿por cuál se inclinaría?

 

RR: Por la poesía, probablemente.

 

RBN: Su último libro es “Picado contrapicado”, constituido por poemas que rinden homenaje a casi un centenar de películas y a sus correspondientes directores. Infiero que es un apasionado del séptimo arte.

 

RR: Infiere bien , desde luego. Aunque no siento que exactamente “Picado contrapicado” ni otros libros míos (“Trompifai”, por ejemplo) concebidos, en su mayoría, a partir de largometrajes, homenajeen. De hecho, películas malas o meros entretenimientos resultaron formidables disparadores para la creación, y filmes notables, por el contrario, no me instalaron en la imprescindible disposición creativa. 

 

RBN: Y como sucederá con la mayoría de los argentinos, entre sus predilecciones se encontrará el tango, ¿verdad?

 

RR: Verdad. Soy un frustrado cantor de tangos. Y milongas. Y valsesitos.

 

RBN: En alguna ocasión su prosa ha sido incluida en espectáculos poéticos-teatrales, siendo usted mismo su director. ¿Cómo surgió la idea?

 

RR: No mi prosa, Rafael. Sí lo que intento que sea mi poesía. Y la de Carlos Drummond de Andrade, Blas de Otero, Georges Brassens, Safo, Guillermo IX Duque de Aquitania, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonsina Storni, Gerald de Nerval, Fernando Pessoa, Allen Ginsberg y decenas de otros poetas. Textos trabajados actoralmente como substancia dramática. Con lo cual no concebí recitales o algo así, sino espectáculos, como usted dice, teatrales, y de difícil clasificación. Nueve espectáculos de éstos produje. Y en varios fui actor. Casi todos presentados después de haberme retirado de la “carrera teatral”, a fines del ’76. La primera idea surgió debido a una propuesta de un grupo de actores aficionados que me convocaron para dirigirlos. 

 

RBN: Este año se está celebrando el centenario del nacimiento de Jorge Luis Borges. Imagino que para los escritores de la Argentina operará ese autor como una referencia.

 

RR: Sin duda, de muchos. Hasta para aquellos que apenas leyeron una que otra cosa de Borges.

 

RFN: Denos su definición acerca de lo que es para usted la poesía.

 

RR: Apelando a un texto de mi poemario “Ripio”, diría que poesía es la ventana que a Apollinaire se le abre como una naranja.

 

RFN: A modo de test, Revagliatti, le propongo esto:

 

¿Un poeta?: De entre tantos, nombraré hoy, reivindicante, a un argentino “maldito” fallecido en 1996: Nicolás Olivari (también narrador, dramaturgo).

¿Un escritor?: Samuel Beckett (también poeta).

¿Un libro?: “Ulises” de James Joyce.

¿Un cantautor?: Joaquín Sabina.

¿Un personaje histórico: Rosa de Luxemburgo.

¿Una película?: “Querelle” de Rainer Fassbinder (en base a una novela de Jean Genet, ese otro “maldito”).

¿Un lugar para vivir?: Alguno de clima templado, con pocos habitantes y mucha fauna y arroyos, montañoso y socialista.

¿La noticia que mañana quisiera escuchar?: Que Carlos Saúl Menem y su recua de cómplices y protegidos, ya en la cárcel, debidamente condenados y en celdas no VIP, han comenzado a confesar, pormenorizadamente y en trance, de modo incontenible, sus chanchullos, traiciones al pueblo, apañamientos, agachadas, enriquecimientos ilícitos y toda esa larga, extenuante ristra de salvajadas variopintas.

Rafael Bueno Novo

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